28.

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Amber.

Al despertarme a la mañana siguiente, sentí que la cabeza me daba vueltas, y me levanté como pude para ir a por algo para el dolor de cabeza. No debí beber la noche anterior, pero sentía el corazón tan roto que algo dentro de mi me pidió anestesiarlo al menos por un rato.

Nada más salir de mi cuarto, me percaté de que la puerta del dormitorio de Ethen estaba abierta, y me asomé. Su cama estaba perfectamente hecha y su armario abierto de par en par y prácticamente vacío.

Al bajar, me encontré a Kevin desayunando él solo en la cocina, y decidí que no había mejor persona a la que preguntarle por Ethen.

- Buenos días, Kevin, ¿por casualidad sabes donde está Ethen? Necesito hablar con él.

- Amber... se ha ido.

- ¿Cómo que se ha ido? ¿Dónde se ha ido? ¿Sabes cuándo vuelve?

- No va a volver en un tiempo, y me pidió que no te dijese donde iba a quedarse, no sé qué le pasó ayer, pero hizo las maletas y se fue a toda prisa.

Maldito cobarde.

- ¿Cómo? ¿Y por qué te pidió que no me lo dijera?

Cobarde. Cobarde.

- No lo sé, pero se lo prometí. Volverá en un tiempo.

- Gracias, Kevin – dije conteniendo la rabia, y volví a subir a mi cuarto después de coger una pastilla y un vaso de agua.

Al llegar a mi cuarto, me tomé la pastilla y me senté en mi escritorio. No conocía una forma mejor de descargar el enfado y la frustración que llevaba dentro que escribiendo, y hacía tiempo que no lo hacía, así que supe que lo necesitaba.

Se había ido, se había ido sin más, sin decir nada, sin decirme adiós, sin siquiera mirarme. Y me dolía más que a pesar de eso no podía odiarle. Porque le quería, le quería tanto que no podía odiarle hiciese lo que hiciese. Aunque hubiese estado con otra en mi cara, aunque se hubiera largado de casa sin decirme donde y aunque hubiese pedido a su padre que no me dijese donde estaría para así no verme.

La pantalla de mi móvil se encendió y, al ver el nombre del contacto que había hecho que se encendiese, lo cogí a toda velocidad. Ethen. Solo un mensaje. Un texto muy largo.

Hola preciosa, sé que ahora debes pensar que soy la persona más imbécil que has conocido en tu vida, y puede que tengas razón y lo sea, pero... aunque a veces no nos soportemos, aunque nos digamos cosas malas, aunque siempre nos tiremos trastos a la cabeza... en el fondo, aunque no te lo haya dicho y me empeñe en decirte todo lo contrario, desde que llegaste, todo es diferente. Has cambiado mi vida por completo. Y a mejor, claro. Eso que te dije, eso de que me gustas, creetelo, ¿vale? Nunca había sido tan sincero con alguien en mi vida. Y aunque no te lo creas y aunque lo nuestro sea imposible... ojalá nos hubiéramos conocido en otras circunstancias, en las que todo fuera más fácil y yo hubiese podido con esto. Me habría gustado estar contigo, me habría gustado que fueras tú la primera chica de la que me enamoro. Lo siento, perdón por ser tan cobarde, perdón por huir cuando empiezo a sentir algo más que indiferencia. Maika tenía razón, huyo porque soy un cobarde y porque me da miedo enamorarme de ti porque no quiero acabar roto. Espero de todo corazón que puedas perdonarme, Amber. Nos vemos pronto.

Y le odié todo lo que se puede odiar a una de las personas a las que más quieres en tu vida. Le odié con la cabeza aunque mi corazón solo podía pedirme que le contestase y le pidiese que volviera. Le odié con la razón porque los sentimientos solo me llevaban hasta él, hasta lo que me había hecho sentir.

El resto del día, no fui capaz de levantarme del escritorio ni de hacer nada que no fuera escribir, hasta que llegó la noche y me fui a dormir. No tardé mucho en dormirme, y a la mañana siguiente me despertó el timbre de casa. Suspiré, me puse de pie y agradecí haberme dormido con un chándal. Me peiné un poco con las manos y bajé a abrir la puerta.

Mi corazón sea aceleró nada más ver quien estaba detrás de ella. Ethen.

- ¿Qué haces aquí? ¿No dijiste que te ibas? - le dije mirándole a la cara.

- Y me voy, se me olvidaron las llaves – su mirada se delizó hasta el suelo.

- ¿Te fuiste con ella? - le pregunté sin dejar de mirarle.

- Dios, Amber, sí, me fui con ella, me fui con Joanne.

- ¿Por que? - susurré haciendo uso de todo mi autocontrol para no gritarle.

- Porque no soporto estar en esta casa... contigo. Porque es insoportable saber que estás ahí, al otro lado del pasillo, y que no puedo acercarme como quiero acercarme a ti. He dormido en el sofá. Joanne me pidió que durmiese con ella, pero no puedo, le dije que no, ¿sabes por qué? Porque no quiero dormir con nadie que no seas tú, porque te quiero.

Sentí mi corazón acelerarse al escuchar sus dos últimas palabras.

- Ethen Williams, no sabes cuánto te odio.

-No tanto como yo te odio a ti, Amber Damon- dijo antes de estampar sus labios con los míos.

Ramé.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora