Un cosquilleo sobre la punta de su nariz hizo que Alhaitham despertara pesadamente. Sin la necesidad de abrir los ojos podía adivinar que aún era demasiado temprano para levantarse, pero ya había amanecido. El ambiente estaba fresco y húmedo, como era de esperar en la floresta, y a través de sus párpados cerrados podía notar pequeños haces de luz que seguramente se colaban entre las paredes de tela de la tienda. Hizo una mueca intentando mover su rostro, pensando que quizás las cosquillas habían sido provocadas por un insecto que se había posado sobre él, pero no fue suficiente. Molesto, ya que odiaba que interrumpieran su sueño, abrió los ojos para ver qué le estaba incomodando.
Una sedosa mata de pelo verde turquesa estaba a milímetros de su rostro, e indudablemente era la culpable de haberlo despertado. Demoró unos segundos en caer en la cuenta de que no era nada más ni nada menos que la cola de su compañero, que lo envolvía firmemente como si de una manta se tratase, explicando la agradable calidez que lo rodeaba pese al frescor de la mañana. Al respirar, el aire que entraba y salía por su nariz movía los mechones de pelo con suavidad.
La cola de Tighnari, al igual que sus orejas, era notablemente tersa y atrayente. Como si fuera un animal pequeño y adorable, era imposible no sentir ganas de acariciarla. Haitham había visto híbridos antes, con orejas o colas, incluso con patas de otras especies, pero nunca había sentido la curiosidad genuina por tocar y sentir la textura del pelaje por sí mismo. Por razones obvias, no había cruzado la barrera de sus pensamiento para llegar a las acciones, pero la idea siempre llegaba a su mente en algún momento de las interacciones que había tenido hasta ahora con el joven guardia forestal. Teniendo cuidado de no moverse, pudo enfocar a su acompañante que dormía plácidamente a su lado, al parecer totalmente ajeno de que estaba invadiendo el espacio personal de Alhaitham de una forma tan... Peculiar. ¿Sería algún tipo de hábito instintivo en su especie? El escriba había investigado por su cuenta respecto de los ancestros de Tighnari luego de que la Reina Menor mencionara el nombre "Valuka Shuna" en una de sus conversaciones, aunque no había encontrado demasiada información en la literatura. Tenía el conocimiento de que los zorros fennec solían convivir en manadas, y probablemente en las frías noches del desierto se juntaban lo suficiente para compartir calor corporal como método para asegurar su supervivencia. Algo de esa genética debía estar en el instinto del joven.
El Valuka se removió levemente sin despertarse, murmurando algo imposible de entender, y su cola comenzó a acariciar el rostro del escriba. Al moverse, el pelaje desprendía un olor a varias flores y hierbas que Alhaitham no logró identificar, un aroma muy agradable y relajante. Cerró los ojos unos momentos y se concentró en aspirar. Recordó al Bosque Adviya, reviviendo la tranquilidad única que había logrado sentir mientras caminaba por los senderos. Tighnari resemblaba muy bien todo lo que era el bosque, todo lo que lograba emanar. Por un instante, Haitham se sintió genuinamente agradecido por los momentos de armonía que le brindaba la presencia de su compañero. Constantemente viviendo en un mundo que intentaba cancelar a través de sus audífonos, demasiado ruidoso, demasiado asfixiante, el notable cambio al frescor otorgado por la suave voz del joven le había hecho descubrir el agrado de compartir ese mundo con él. Casi inconscientemente, rozó su cara con la cola que seguía acariciándolo, permitiéndose disfrutar de su suavidad.
Alhaitham tenía algunas amistades y estimaba a varias personas. Un círculo pequeño, pero preciso. Las relaciones sociales no eran su fuerte, por lo que, aunque no lo demostrara, aquellos a quienes podía llamar amigos eran sumamente importantes para él. Su abuela había marcado una huella imborrable en su corazón, y la inmensa capacidad de amar que poseía la anciana era algo que había admirado desde pequeño, ya que a él no se le daba de manera natural. Muchas personas habían pasado por su vida, y pocas habían logrado permanecer en ella. Además de ser inmensamente selectivo, su proceso para conocer a los demás era considerablemente más extenso que el de alguien común y corriente. Y, si es que todo lo anterior fuera poca cosa, el cansancio físico y mental que le provocaba el esfuerzo que le demandaba entenderse con otros era algo que no deseaba experimentar a diario. Por todos esos motivos, se refrenaba de las situaciones sociales que no fueran estrictamente necesarias, y en los últimos años había añadido muy pocos nombres nuevos a su pequeña lista de "personas importantes".
ESTÁS LEYENDO
Besado por el trueno.
RomanceTighnari recibe un encargo de la mismísima Arconte Dendro. Sin embargo, este encargo se irá haciendo cada vez más y más personal. Créditos de portada: @ameame_san https://twitter.com/ameame_san/status/1602301651716837378/photo/1