Rato después de aquello fui al patio, que ese día sería de mi propiedad, a colocar un poco las cosas para esa tarde–noche, ya que, para cuando vinieran los chicos, quería tener todo ordenado y listo para cenar fuera. Me hubiera gustado hacer una barbacoa, en plan americanada, pero no tenía barbacoa, así que los chicos se traían una plancha eléctrica para poder simularlo. Yo, por mi parte, había comprado comida para el fin de semana que pasarían en casa, pero teniendo en cuenta que yo no comería carne, aunque sabía que a ellos les gustaba. Y también era consciente de que traerían su propio arsenal de animales.
Una vez que el sillón, la mesa y el césped artificial que había comprado por Amazon estaba listo, me repantingué con un libro en las manos, lista para disfrutar de un poco de Sol y tranquilidad antes de que mis amigos llegaran. No me había dado tiempo ni a leer un capítulo y vi que Cayetana ya me estaba llamando.
–Podríamos hacer algo esta noche, ¿te apetece salir por ahí? –me preguntó.
–Pues es que vienen mis compañeros de piso de Madrid a pasar el fin de semana y no creo que después de chuparse más de seis horas en coche quieran salir.
–Ah, vaya... y yo que acabo de salir del gimnasio y estoy a tope de endorfinas... Me apetecía hacer algo –insinuó.
–Puedes venir si quieres, vamos a hacer una especie de barbacoa y luego noche de pelis, supongo. No lo sé porque tampoco hemos especificado nada pero...
–Bueno, si insistes tendré que ir, a ver qué remedio... –se apuntó en seguida.
–Ya, ya –contesté, sabiendo que en el fondo le hacía ilusión conocer a los amigos con los que había compartido tanto tiempo.
–Puedo ir ahora y ayudarte si tienes algo que hacer.
–Solo iba a preparar guacamole casero con nachos y alguna cosa de picar en lo que hacemos la cena.
–Genial.
–Oye, antes de que vengas, puede que te suene raro pero... ¿te gusta Shrek?
Me mentalicé de que el fin de semana dormiría mal. Y lo que se dice mal es como el culo, porque íbamos a dormir como pudiéramos entre la cama y el sillón, que gracias a dios se hacía cama, y ninguno dormiría bien. ¿Y si echábamos unas cuantas mantas al suelo del patio y dormíamos viendo las estrellas? Oye pues podría ser un buen plan. Lo único que nos tendríamos que echar veinte kilos de repelbite para no morir por desangre, pero por lo demás sonaba de maravilla.
–Oye, tú –oí desde la ventana de Ethan. Suspiré y le miré desde mi posición, aun con el libro entre las manos y boca arriba en el sillón.
–¿Me dices a mí? –me hice la tonta.
–¿A quién si no? –señaló el patio vació de gente excepto por mí.
–Tengo nombre –le ignoré volviendo a mi libro.
–Ya, pues da la casualidad de que no sé cuál es porque no has tenido la amabilidad de decírmelo todavía.
–Abril –respondí sin ganas. –Sí, como el mes, ja, ja, qué gracioso –imité una voz grave. Estaba acostumbrada a que bromearan constantemente con mi nombre y ya lo tenía por costumbre, me lo tomaba a la ligera, básicamente porque a mí me gustaba y me importaba más bien poco lo que se rieran de mí.
–Bueno pues, Abril, ¿puedo salir a regar mis plantas hoy? Sé que hoy te toca a ti, pero con el calor que hace se me van a secar si no las riego –le miré y vi que estaba apoyado despreocupadamente con los brazos en la ventana. Parecía tan sexy... pero era idiota. Pero un idiota muy sexy.
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Patio compartido
Humor¿Quién me iba a decir que en cuanto me independizase conviviría con el mismísmo diablo? Abril no es exactamente el prototipo de triunfadora que tenemos en la cabeza, pero oye, hace lo que puede. Y sí, Abril soy yo, una graduada en lenguas muertas q...