Capítulo 5

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Siempre me he preguntado porqué las oficinas de la empresa no tienen seguro. De hecho, ni siquiera tienen cerradura o algo con lo que se pueda cerrar con llave, de manera que se abren con facilidad. Sin embargo, esta mañana lo agradezco. De otro modo no habría podido colarme en la oficina de Ben y decorar su escritorio lo más sutilmente navideño posible. Nada a comparación con mi espacio de trabajo, aunque a simple vista se puede apreciar que es navidad y eso es más que suficiente.

Me lo pensé mucho antes de venir para la empresa en si debía tomarme otra atribución que no me corresponde, ¿pero qué es lo peor que podría suceder? La empresa es decorada con adornos navideños cada diciembre. Incluso ponen un pino real en recepción y hacen una fiesta navideña de oficina para quienes quiera estar presentes y beber ponche con alfajores (los del diciembre pasado fueron hechos por mi madre y le pagaron muy bien por eso). Y con todos esos detalles, nunca vi a Ben perder la cabeza, aunque sí demasiado indiferente.

Me pregunto si algún día podré dejar de fingir que no me sé la historia y que no me muero de ganas porque Ben la comparta conmigo.

—¿Buenos días?

Ben se encuentra de pie junto a las puertas que se están moviendo todavía de atrás hacia adelante por la repentina llegada. Trae su cabello mojado y bien peinado, como siempre, y a diferencia de ayer y de hace ya varios días, hoy lleva encima un traje azul precioso. Sus ojos lucen mucho más claros gracias a ello.

—Ben, buenos días —no puedo evitar tocarme constantemente los dedos. Estoy inquieta ahora que está viendo lo que llevo haciendo toda la mañana—. Le pedí a mi madre la decoración que sobra siempre en casa. Espero que no sea una molestia.

Por su expresión, no estoy segura de si está molesto, disgustado y simplemente lo he tomado con la guardia baja. Quiero decir, sí, él sugirió esto, y aunque no era más que un comentario al aire, de mi parte he querido que no se quede sin decoración navideña otro año. Puede que no esté en mi derecho de hacerlo, a sabiendas de que diciembre le trae malos recuerdos sobre sus padres, pero como eso Ben no lo sabe, sólo me quedo de pie en una esquina, esperando a que diga algo.

—Puedo quitarlo todo si no le gusta —decido hablar, luego de un largo silencio—. Creí que sería buena idea después de…

—No, está bien —deja su bolso en la silla de escritorio y se acerca a mí. Me encuentro en una esquina de la oficina, de cara al escritorio. A diferencia de mí, Ben sí se posiciona justo enfrente de él, supongo que intentando ver desde los ojos de cualquier cliente o empleado que entrase a la oficina y esto sea lo primero que vea al ingresar—. Por lo general, no celebro la navidad, pero no me desagrada, es todo muy sutil —le pega una olisqueada al aire. Me quedo un poco ida por el movimiento de su nariz, muy similar al de un conejo—. ¿Y ese olor?

Me acerco a zancadas al pequeño pino de navidad que he comprado en la oferta de gangas este fin de semana y se lo enseño. Lo he puesto en su librero.

—Es un árbol de navidad. Trae un tipo de incienso que hace que huela a un pino real. Es igual al que tengo en mi escritorio.

—Eso ha sido ingenioso.

Sonrío un poco apenada mientras lo regreso a su lugar. Cuando miro a Ben, este sigue demasiado ocupado inspeccionando su oficina. Me preocupa haber tocado alguna fibra dentro de él.

—De verdad que no hay ningún problema si me dice que no le ha gustado. Puedo llevarme todo y…

—Mi casa no se vería tan mal si decidiera hacer algo como esto —me interrumpe, pasando sus dedos por encima de la tela de la bota navideña. Entonces, acto seguido, mete la mano y la vuelve a sacar—. Está vacía.

Llévame a cualquier lugar [URN II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora