Capítulo 36

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No es fácil.

Nada me está resultando fácil. Seguimos sin tener noticias del paradero de Mateo y siento que me estoy volviendo loca, lo veo en mis sueños pidiéndome ayuda y que lo vaya a buscar.

Me levanto de la cama con la respiración agitada y voy a la ventana de la habitación. Luego de quedarme dormida en brazos de Enzo en la oficina, me trajo a su habitación y me ayudó a ducharme. Lavó mi cabello y me pidió disculpas por la forma en la que me habló. Dijo que él también tenía miedo y no sabía como manejar ese sentimiento.

Al fin y al cabo también es su hijo y ambos estamos asustados de tan solo pensar que le pase algo.

Observo entrar uno de los autos de Enzo en la entrada de la mansión y lo veo bajar con un sobre bajo su brazo.

Frunzo el ceño y bajo corriendo las escaleras. La puerta se abre cuando llego al ultimo escalón.

—Vístete, nos vamos a Rusia.

— ¿Qué?

— Que te vistas, nos vamos a Rusia.  Mis muchachos encontraron una pista y tengo a alguien allá que nos puede ayudar. — ¿¡Que dijo!?

— ¿No es broma, verdad?— Mis ojos se llenan de lágrimas y empiezo a temblar.

— No cariño. No es broma.— Besa mi frente y nos lleva a las escaleras.— Sube a cambiarte, Elena. Corre.

No lo pienso más y subo a los tropezones los escalones. ¡No puedo creerlo! ¡Si! ¡Si!

Arrojo el short de tela al suelo y corro a ponerme unos pantalones que Enzo me trajo para cambiarme hace unos días. Agarro mi celular, las botas  y salgo corriendo al auto.

En el camino termino de abrochar el cierre del pantalón y cuando llego a la puerta solo tenía una bota a medio poner. Enzo me ve ir corriendo hacia él y frunce el ceño cuando me ve descalza.

— ¡Vamos! ¡Vamos!— Subo a su auto y él me sigue.


                                                                                         ***


Una vez dentro del Jet nos traen la comida y unas bebidas.

Realmente no tengo mucha hambre pero Enzo me obliga a comer o amenazó con no contarme lo que habían descubierto.

Enfadada me engullo la comida en la boca lo más rápido que puedo y una vez termino mi plato le arranco los papeles de las manos y me pongo a leer su contenido.

Esto es ¿ruso? ¡No entiendo nada! Hay algunas partes en inglés pero casi todo está en ruso. Me entro a desesperar y Enzo decide interrumpirme.

— Si ya lo sé. Entiendo algunas cosas pero no todo. Por eso es que vamos a encontrarnos con...

— ¿Y no tienes a nadie que sepa? — Es que a veces me desespera este hombre.

— Si, pero no confío tanto como lo hago con quien nos vamos a encontrar en unas horas. Nos están esperando. — Asiento despacio. - Intenta dormir un poco que tenemos varias horas de viaje.

Fueron varias horas de vuelo, estoy cansada y hambrienta.

Descendemos del avión y varias camionetas nos esperan estacionadas.

Caminamos hacia ellos, Enzo toma mi mano y me atrae a su costado. Gael viene detrás mío cubriéndome la espalda y mis hombres parecen confiados, parece que ya saben lo que tienen que hacer, aunque no di ninguna indicación, se que Gael y Enzo se encargaron.

Enzo estrecha la mano con un hombre corpulento y cuando gira su cabeza hacia mí solo me saluda con un movimiento de cabeza, apenas me mira. Subimos a las camionetas y partimos viaje. Miro por la ventana enamorada del paisaje. Los hombres hablan en ruso, no entiendo lo que hablan así que no les presto atención. Enzo acaricia mi pierna mientras escribe con su otra mano en su celular. Cuando menos lo espero el camino se vuelve rocoso y a lo lejos se ve una mansión preciosa, por fuera de piedra, rodeada de muros increíblemente altos.

—  ¿A dónde vamos? — Le susurro. Él me mira y sonríe pero sus ojos no lo hacen.

— A nuestra salvación, ya verás.

Llegamos al portón de la propiedad y guardias armados hasta las muelas nos reciben. Él conductor baja la ventanilla y presiona su palma en una pantalla. El portón se abre automáticamente.

Desabrocho mi cinturón cuando Enzo lo hace. Bajamos ni bien estaciona y caminamos hacia la puerta.

— Bienvenido señor Enzo.— Nos recibe una mujer mayor.

Ingresamos y la mujer nos guía a una sala bastante rustica y parece un ambiente familiar.

— Mi nombre es Susan, estoy a la orden. Traeré algo para que beban, debió ser un viaje largo.

— Gracias.

Se retira y al los minutos vuelve con una bandeja  y cuatro tazas de café.

Pasos se escuchan bajar por la escalera y dos personas aparecen en mi campo de visión.

Un hombre y una mujer. Tomados de la mano.

La mujer parece que está a punto de explotar, su cara está roja y sus ojos llenos de lagrimas. Él no, su cara no demuestra ninguna emoción.

— Un placer tenerte por aquí Enzo. — Habla el hombre de cabello blanco. Pero no lo mira a él, sino que observa fijo en mi dirección. — Elena Smirnov.

Sus palabras pasan por mi espina dorsal haciendo que me tense por completo.

¿Que mierda?

En las garras de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora