Prólogo

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— Cuando vuelva, quiero ver el aula impecable, ¿entiende, joven Lee? —El hombre de mirada firme lo observaba desde el marco de la puerta.

—Sí, señor —Exclamó, rodando los ojos.

Tomó la cubeta que se encontraba en el suelo junto a unos escritorios y remojó un trapo con el agua con jabón que había adentro. Esperó a que su profesor se alejara del lugar. Cuando estuvo seguro de que ya no iba a volver en un rato, dejó las cosas en el suelo y se sentó en una de las sillas para luego sacar su celular del bolsillo delantero de su pantalón.

Esa tarde había sido castigado por serle imprudente a la profesora de cálculo III, pero él que culpa, su profesora no lo dejaba en paz. Esa señora se tenía bien merecido lo que le dijo y muchas cosas más. Esa vieja ya debería estar cien metros bajo tierra. Él mismo se iba a encargar de que la echaran de la universidad. Nadie se salvaba de él.

El castigo que le habían impuesto consistía en que limpiara el salón de artes que estaba ubicado en la facultad de diseño que hay en la universidad. Tenía que cerciorarse de que no hubiera ninguna mancha de pintura ni en las paredes ni en el suelo y que todo estuviera bien organizado y en su lugar correspondiente. Él no iba a hacer nada de eso, le parecía una total pérdida de tiempo. No ordenaba su cuarto, ahora limpiaría un salón de la universidad. Lo bueno es que no podían dejarlo en la universidad hasta después de las ocho así que se iba a quedar ahí, jugando en su celular hasta que dieran las ocho y podría irse, no podían decirle nada. No le importaba si le ponían problema, no es nada relevante para él. Su madre era de las mayores inversionistas que tenía la universidad y si se atrevían a expulsarlo, perderían una de las mayores fuentes de dinero que tenían, así que no podían hacerle nada.

Sonrió de medio lado y le escribió a su novia. El cielo estaba oscuro y nublado, la luna estaba cubierta por las nubes, alejando toda luz del cielo algo estrellado.

Escuchó unos ruidos provenientes del exterior del aula pero no le prestó mayor atención, debía de ser el señor Choi caminando por los pasillos, yendo hacia donde él se encontraba para cerciorarse de que cumpliera con su castigo. Casi nadie estaba en la universidad pasadas las siete de la noche, si mucho algunos pocos profesores que se quedaban hasta tarde, así que no habían muchas opciones. Tampoco es como que le diera demasiada importancia.

La oscuridad se hizo presente de manera repentina, haciendo que perdiera el equilibrio y cayera al suelo por el susto. El lugar se volvió una penumbra, iluminada solo por la poca luz que se dejaba ver de la luna a través de las nubes.

— ¿Qué mierda? —Murmuró mientras se levantaba del suelo, se sobo la parte inferior de la espalda, tratando de calmar el dolor provocado por el golpe recibido con la caída. Escuchó pasos provenientes del exterior del salón y se fue acercando lentamente hasta la puerta, tratando de evitar todos los objetos que le pudieran provocar alguna lesión, como alguna mesa o silla— ¿Profesor Choi? —preguntó asomándose por la puerta del aula, logró ver una sombra caminando por el pasillo, acercándose hasta donde él se encontraba— ¿Qué sucede? Acaso esta mierda de universidad no tiene el presupuesto para conseguir buenas luces. ¿En qué se gastan el dinero que les brinda mi madre? Ella se enterará de esto, a ver si así deja de regalarles dinero para que lo gasten en porquerías como los clubes de teatro, música y arte.

TaeMin se adentró nuevamente en el aula, y se acercó a la ventana que había en el lugar. Encendió su celular y marcó el número de su madre. Se entretuvo viendo la ventana, escuchaba el timbre que sonaba al otro lado esperando a que su madre se dignara a contestarle. Frunció el ceño, había algo en el suelo, junto a los árboles. Un bulto. Enfocó la vista y abrió los ojos sorprendido al percatarse de qué se trataba.

El guardia de seguridad del edificio en el que se encontraba estaba en el suelo, inconsciente.

El aire se fue de sus pulmones.

— ¿Hijo? ¿Qué sucede? — la voz de su madre hizo que alzara la mirada.

— Mamá, algo está sucediendo en... —vio una sombra justo detrás de él. Su corazón se saltó un latido.

Había alguien detrás de él, y no estaba muy seguro de que fuera el profesor de biología. Iba a volver a hablar cuando la sombra se lanza sobre él, empujándolo y causando que su cabeza golpeara fuertemente contra la ventana. Sintió como los vidrios se incrustaban en su frente y mejilla, como los hilillos de sangre bajaban por su cuello. Su celular fue arrebatado de sus manos y lanzado hasta la otra punta del salón.

El tipo lo tomó de los hombros y lo tiró al suelo, para luego posicionarse sobre él. TaeMin gritó, tratando de zafarse del agarre de su agresor, sin embargo el golpe lo había dejado mareado. Miró a su agresor con el miedo reflejado en su mirada.
Negro.

Sus ojos eran más negros que la oscuridad de la noche.

TaeMin tembló de miedo, apartando la vista de esa oscura mirada.

— ¿Qu-qué quieres d-de mí? —Gimoteó asustado— S-si quieres dinero, no hay problema, puedo hablar con mi madre. Solo déjame, por favor —el agarre en sus muñecas se hizo más fuerte, haciéndolo chillar— Por favor —suplicó— Si me liberas, prometo no comentarle a nadie lo que pasó.

—El deber de la luna debe de ser cumplido.

Percibió como el agarre sobre sus manos se aflojaba. Aprovechó para golpear al hombre sobre él. TaeMin gateó alejándose de su atacante, sintió como el tipo lo tomaba del tobillo, tirando de él. Dio patadas ciegamente, tratando de librarse del agarre. Palpó el suelo, buscando algo con que defenderse. Sintió algo metálico rozando sus dedos. Tiraron de él, haciéndolo golpear contra el suelo. TaeMin se estiró, tratando de alcanzar el objeto metálico, no obstante su atacante no lo dejaba. De forma abrupta su cabello fue jalado y luego el filo de un cuchillo rozando su garganta.

Se quedó inmóvil. Las lágrimas rodaban por sus mejillas, no sabía qué hacer. Ese era su fin.

—Quédate quieto. No quiero apurar los deseos de mi diosa.

Lo volteó sobre su espalda, reteniéndole en el suelo, el cuchillo se movía de su rostro a su cuello, dejando un pequeño rastro de sangre.
TaeMin volvió a ver los profundos ojos negros de su atacante. Tenía miedo. Sin embargo ya no gritaba, sabía que si lo hacía, sería peor para él.

—Lindos ojos... —dijo su atacante con una sonrisa, provocándole un escalofrío— lástima que no sean azules como los de mi diosa luna. Ella estaría encantada de tenerlos.

—Por favor...—Susurró.

Su atacante borró la sonrisa de su rostro y alzó el cuchillo. TaeMin solo pudo cerrar los ojos, asustado, mientras esperaba el golpe.

El hijo de la luna (Vkook) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora