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"Un sabio dijo: La vida es irónica. Se necesita a la tristeza para saber qué es la felicidad y a la ausencia para valorar la presencia. "
—Anónimo.



La Luz de la luna entraba a raudales por la ventana del establecimiento. La brillante luz iluminaba cada rincón de la oficina. La Luz de la sala estaba apagada, por lo que su única iluminación era la resplandeciente luna que danzaba entre las nubes del oscuro cielo estrellado.

Se alcanzaban a escuchar los murmullos de las personas afuera del lugar. Los agentes de policía charlaban entre ellos mientras bebían café en sus escritorios. La noche era tranquila y por esto, nadie notó su presencia.

Que se paseara por ahí no fue sospechoso, quizás porque todos los ciudadanos iban y venían de la comisaría y al vivir en una ciudad algo pequeña, muy parecida a un pueblo, todos se conocían entre ellos.

Nadie sospechó de él.

Nadie se preocupó por él.

No fue muy difícil pasar desapercibido.

Aunque nadie se alertara de su presencia, debía de andarse con cuidado, no quería atraer miradas curiosas hacia su persona.

Entró a la comisaría y vio rostros conocidos. Los padres de Lee TaeMin estaban siendo atendidos por un oficial de policía que los condujo a la oficina del jefe de policía. El detective Jeon los recibió en su oficina y cerró la puerta para mayor privacidad.

Observó con detenimiento la oficina recién ocupada y, sin quitar la mirada de la puerta de la oficina del detective, se sentó en unas sillas de la pequeña sala de espera esperando el momento perfecto para actuar. Sacó un libro de su bolso y fingió leer este. Nadie preguntó por él, ni siquiera se fijaron en su presencia, quizás le echaron unas pocas miradas pero nada que lo alertara.

Vio cómo la joven encargada de la recepción de la comisaría le dedicaba algunas miradas coquetas, no obstante la ignoró.

Sacó su celular del bolsillo para observar la hora.

Eran pasadas las siete y treinta de la noche. Debía de apurarse. No podía arriesgarse a ser visto por el jefe de la comisaría, él lo reconocería de inmediato y todo acabaría ahí. No obstante, tenía que esperar a que la oficina del detective principal fuera desocupada para poder cumplir con su objetivo y viendo que esta estaba siendo ocupada por el detective Jeon y la pareja Lee, su plan iba a retrasarse más de los esperado.

Empezó a morder su labio inferior en un acto de nerviosismo. Tenía que cumplir con su objetivo lo antes posible, pero no podía quedarse más tiempo en la comisaría, si lo hacía, corría el riesgo de ser descubierto. Miró la hora una vez más y maldijo por lo bajo al notar cuantos minutos habían pasado desde que entró al recinto.

Tenía que irse de ahí lo antes posible, no podía correr el riesgo de ser descubierto. Se levantó de su lugar y, tomando el libro en su mano izquierda, se dirigió a la puerta de entrada para largarse de una vez por todas de ese lugar.

Iba a tomar la perilla de la puerta para salir, sin embargo la misma se abrió abruptamente haciéndolo retroceder unos pasos para recuperar el equilibrio.

Un hombre de tez morena que vestía el uniforme de la policía entró rápidamente al establecimiento para dirigirse a la oficina del jefe. Vio cómo el joven tocaba la puerta en repetidas ocasiones hasta que un hombre de mediana edad la abrió mirándolo con enojo.

Salió de su ensoñación y se ocultó ligeramente entre las plantas para que el hombre no lo viera. Se acomodó la gorra que traía puesta y continuó observando la escena.

El hijo de la luna (Vkook) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora