1.- Su nuevo hogar.

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Su relación iba mejor que nunca. Llevaban casi tres meses viviendo juntos en casa de Pedri y se habían vuelto inseparables, más de lo que ya lo eran antes. Después de esa noche en el hotel, después de dejar claras todas las cosas que querían juntos, su relación parecía haberse vuelto más estable, como si hubiesen afianzado aún más una conexión que ya existía entre ellos.

La conversación con la familia de Pablo para decirles que se iba a vivir con Pedri fue lo que más les costó, los dos nerviosos por lo que opinarían sobre la idea y lo que dirían al respecto. Aprovecharon para soltar la bomba unos días después cuando Pedri volvió a comer con ellos en casa del sevillano, Pablo encargándose de llevar las riendas de la conversación porque Pedri estaba demasiado nervioso. Su familia se lo tomó sorprendentemente bien, quizás porque ya se habían hecho a la idea de que la relación entre ellos solo iba a ir a más, quizás porque sabían que se lo merecían después de todo por lo que habían pasado. Pablo era aún muy joven, era su niño, y claro que les costaba dejarle marchar y ver cómo se independizaba, pero sabían que no podían frenar lo que veían claramente frente a ellos. Que se querían, que se necesitaban y que se iban a cuidar el uno al otro sin dudarlo. Además, la casa de Pedri no estaba tan lejos de la de Pablo, seguiría viviendo en la misma ciudad que sus padres y podrían verse siempre que quisiesen. Así que aceptaron tras ponerles unas cuantas condiciones, como que les visitarían a menudo, que se alimentarían bien y que Pablo que les llamaría todos los días.

Pasaron unos cuantos días antes de que Pablo se mudase, porque quería pasar más tiempo con su familia y despedirse de ellos en condiciones. Le ponía un poco triste dejar esa casa y dejarles a ellos, pero sabía que iba a verles constantemente, estaba deseando irse con Pedri y al haber estado tantos años en La Masia de alguna forma se había acostumbrado ya a vivir lejos de su familia. Aurora y su padre le ayudaron a recoger toda su habitación, metiendo la mayoría de su ropa y cosas importantes en maletas para que pudiese llevárselas mientras que Belén se empeñó en hacerles un libro de recetas para que aprendiesen a cocinarlas juntos. Aurora quería quedarse con su habitación, porque que era más grande que la suya, así que la vació por completo, llevándose la mayoría de cosas a casa de Pedri y dejando unas cuentas en la habitación de invitados porque sabía que volvería de vez en cuando a visitarles. Y tras unos días moviendo cosas de un lado para otro, se despidió de su familia entre abrazos y alguna que otra lágrima y se fue a casa de Pedri para comenzar una etapa nueva.

Pedri les había contado siempre todo a sus padres, estaba constantemente en contacto con ellos a través de llamadas y mensajes. Se alegraron muchísimo de la noticia de que iban a vivir juntos, enterándose a través de una videollamada que hicieron ambos con ellos y prometiéndoles que irían pronto a Barcelona para visitarles. Y Fer no fue difícil de convencer, porque adoraba a Pablo y solo quería que su hermano fuese feliz. Estaba encantado con la idea de que el sevillano viviese con ellos hasta que encontrasen un sitio permanente y dejó claro que Pablo era más que bienvenido. Aunque sí que les puso unas cuantas normas: que no cocinasen sin él presente por si quemaban la cocina, que le dejasen la casa sola si alguna vez quería invitar a su novia, que Pablo ayudase a limpiar de vez en cuando y a hacer las tareas de la casa, que compartirían los mandos de la Play y sobre todo, la más importante y la que les hizo morirse de la vergüenza, que tendrían cuidado para que Fer nunca les pillase follando.

El primer mes viviendo juntos fue como un sueño. Pedri le había hecho hueco en su armario para toda su ropa, le había vaciado algunos cajones en el baño para sus cosas y había dejado espacios libres por toda su casa para que Pablo los llenase con su presencia. Las ganas que tenían los dos de compartir todo su tiempo y la sensación de domesticidad que conllevaba el vivir juntos, les tuvo durante semanas en las nubes. No fue difícil acostumbrarse a estar constantemente juntos, porque antes ya lo hacían y sinceramente, parecía que vivían juntos desde mucho antes. No se separaban para casi nada, durmiendo en la habitación de Pedri, despertándose al lado del otro, yendo a entrenar directamente desde ahí sin que tuviese que pasar a recogerle, volviendo para comer con Fer y pasarse las tardes jugando a la Play o quedando con sus amigos, atreviéndose a cocinar cada vez más cosas juntos, duchándose a la vez cuando Fer no estaba para pillarles, viendo pelis y series en la comodidad del sofá... Todo era perfecto y estaban tan felices de no tener que separarse nunca, que tenían claro que habían tomado la decisión correcta, que estaban preparados para vivir juntos y que no era demasiado pronto.

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