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El automóvil se detuvo frente a una gran casa un día domingo por la madrugada. El chofer se bajó del vehículo y abrió la puerta de atrás tendiendo su mano para servir gentilmente su ayuda a la pasajera. Respondió a su gratitud con una leve inclinación y caminó hacia el portaequipaje para retirar las pertenencias de la muchacha.

La joven admiró su entorno por un momento. El amanecer aún no daba comienzo, el lugar parecía tranquilo, aunque era de esperarse al ser un barrio accesible solo para familias acomodadas. Las casas estaban distantes, lo suficiente como para no invadir la privacidad y las áreas verdes se encontraban por doquier. La abundante naturaleza podría ayudarla, pensó.

Su mirada sin ánimo e inerte reposó sobre la pareja que se presentó a través de la puerta principal, vestían de manera simple, ni muy sofisticado ni muy desaliñado, solo simple. El hombre y la mujer caminaron hacia ella, sus ojos estaban tristes pero no confesaron la razón de su dolor porque son conscientes de que los pequeños destellos no estaban a la altura de lo que esa pequeña alma estaba sintiendo.

—Señorita Katarina —aquel nombre sonó irreconocible para ella, acostumbrada a ser llamada de otra forma—, es un placer recibirla esta mañana —el hombre era alto y serio pero sus palabras sonaron suaves a través de sus labios.

—Nos encargaremos de que tenga una agradable estadía con nosotros —añadió la mujer.

—Gracias —respondió apacible.

—Eso es todo. Tenga un gran día, señorita —el chofer dejó sus pertenencias a un lado listo para partir.

—Igualmente.

Y el amanecer finalmente llegó. La joven conoció su nueva habitación, una provisional y que a pesar de tener sus cosas más importantes seguía sintiéndose impropia. A pesar de que aquella casa le pertenecía a su familia y que los dos adultos estaban para poder cuidar de ella, ningún rincón se sentía cómodo para su gusto. Después de unas largas horas luego del almuerzo y sin nada que hacer decidió dar un paseo.

Como la mayoría de las casas la suya se encontraba en una colina, más abajo solo había césped y más césped junto con algunas flores y árboles bien cuidados. Caminó por ahí, sin rumbo, hasta que escuchó una voz.

Su atención fue a parar hacia un tono joven y quejumbroso, casi frustrado. Su mirada curiosa recorrió la hierba hasta que encontró un cuerpo más pequeño que el suyo recostado, con un libro cubriendo el rostro desconocido.

—¡No entiendo, no entiendo! —exclamó en murmullos.

—¿Qué no entiendes? —su cuerpo se inclinó junto al desconocido, pudiendo apreciar las facciones delicadas de un rostro femenino y el corto cabello alborotado de una adolescente sin preocupaciones.

—¡Whoa! —exclama más fuerte, apartándose ante la inesperada cercanía—. ¿Quién eres?

—Llegué esta mañana, vivo en aquella casa —señaló la fachada no muy lejos de ellas.

—Oh... ¿Eres familiar de los Kang? —preguntó ya más suavemente, sus ojos concentrados en el rostro de la joven.

—Algo así, estaré aquí por un tiempo —murmuró—. ¿Qué no entiendes?

—Es este poema. Lo saqué de la colección de mi madre creyendo que podría ser interesante ya que tiene un montón de ellos, pero no los logro descifrar —la joven tomó el libro con el permiso silencioso de la chica, leyendo atentamente el pequeño párrafo.

"No me entregues
tristísima medianoche,
al impuro mediodía blanco"

—Es simple. Expresa la desesperación de tener que enfrentarse a un nuevo día. Una persona desvelada e incapaz de conciliar el sueño por culpa de la angustia.

MY DREAM ๑ WINRINA OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora