6 - Recuperación

1K 153 35
                                    



Así los días comenzaron a pasar con una lentitud y una rutina aplastantes. Al principio se sentía como un bebé recién nacido, pues apenas podía mantenerse más de una hora despierta al día. Poco a poco pudo lograr extender el tiempo hasta lograr estar más de seis horas activa. Recibía al menos dos baños calientes al día, seguidos de masages, tratamientos de los sanadores, sopas, papillas y medicinas. Poco a poco más alimentos fueron añadidos a su dieta, a medida que podía masticar y tragar mejor. Pero la capacidad de su estómago seguía siendo pequeña así que apenas podía comer una porción de los suculentos platos que le servían diariamente. Además de que como le traían comida tan seguido aún se sentía llena cuando llegaba la hora de volver a comer, por lo que prácticamente casi empujaba los alimentos por su boca a la fuerza.

Aunque su recuperación avanzaba bien, ella en secreto con ayuda de Bethel había comenzado a dar cortos pasos en la habitación cuando se sintió lo suficientemente fuerte como para hacerlo. Ya podía dar más de tres pasos apoyándose en la sirvienta aunque esto exigía demasiado de su cuerpo y caía exhausta y adolorida en cuanto terminaba. Estaba poniendo todo su esfuerzo en tratar de dejar esa maldita cama lo antes posible y en tratar de recuperarse antes de que el general volviera.

Aunque no salía del cuarto, usaba hermosos vestidos confeccionados por el sastre enviado por el rey. Cada vez que usaba cada una de las prendas recordaba la cara del sastre al ver su extremo deterioro, aunque fue profesional y todo el tiempo le sonrió tratándola con suma amabilidad y respeto, no olvidaría jamas la expresión de desagrado en su mirada, como si quisiera salir huyendo de ahí a toda velocidad.

El sastre no era el único, todos a su alrededor parecían atenderla porque no les quedaba otro remedio. En sus caras se reflejaba el desagrado solo por el hecho de tener que tocarla. Sabía que lucía como un fantasma o un alma en pena que había regresado de entre los muertos, ella misma ni siquiera tenía el valor de mirarse al espejo, pero esta no era manera de tratar a alguien convaleciente. Y menos aún a la futura reina del país. También pudo notar que Bethel la trataba de manera respetuosa frente a los demás sirvientes, manteniendo la distancia pero cuando estaban a solas la mimaba como si se tratara de su propia hija. Era la única que honestamente era amable con ella y la trataba de manera afectuosa, los demás solo atendin como parte de su trabajo.

Como no sabía nada de este mundo comenzó a estudiar al menos las cosas a las que tenía acceso. Empezó con el clima, la temperatura era agradable, ni muy cálida ni muy fresca, esto sumado al olor de las flores que entraba por la ventana le indicaron que estaban en algún punto de la primavera. Comenzó a contar los días, para saber cuanto tiempo había pasado desde que había despertado. Por su cuenta ya habían pasado alrededor de cincuenta días, sumado a los días que apenas había podido permanecer despierta calculó que ya llevaría cerca de tres meses en este lugar. También comenzó a practicar para poder comenzar a hablar cuando se quedaba sola, al principio solo ásperos gruñidos escapaban de su garganta cada vez que intentaba decir algo. Luego de mucha paciencia y práctica ya podía decir su nombre, aunque su voz seguía escuchándose y sintiéndose rara tenia que seguir sin detenerse, en algún momento su futuro esposo volvería y ya que su cuerpo no prometia un escenario muy alentador para conquistarlo, quizás con palabras pudiera lograr algo más.

Fuera de los sirvientes nadie mas la visitaba, aunque podía ver por la ventana el constante ir y venir de carruajes y caballos. ¿Acaso no había nadie más que se preocupara por ella? ¿estaba sola? A pesar de las amenazas del general, el conde nunca más había vuelto, ni siquiera a verificar como iba avanzando en su recuperación. La única atención que recibía era comer deliciosos manjares y usar hermosos vestidos, fuera de eso solo pasaba el tiempo confinada en su habitación como una prisionera común y corriente.

Miró por la ventana abierta, una deliciosa brisa movía las cortinas con suavidad. Esta era una preciosa segunda oportunidad que quería aprovechar, solo quería ser libre y a andar a sus anchas, no le importaría en absoluto renunciar a ser princesa, reina o a cualquier estatus social, dio un largo suspiro. Estaba tomando el té, ya sus manos habían recuperado casi la totalidad del movimiento así que podía hacer cosas más delicadas como tomar una taza de té por el asa sin que se le cayera de la mano, aunque no tenía fuerza como para cargar nada mas pesado que eso. Había practicado mucho, debía devolver la habilidad a sus manos cuanto antes y este era un muy buen ejercicio.








Destinada a renacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora