27✓ Inicio y reglas

11 1 0
                                    

El Coliseo se erguía imponente ante mis ojos, una maravilla arquitectónica que evocaba los días de gloria del antiguo Imperio Romano. Sus altos muros de piedra, gastados por el paso del tiempo, resguardaban el escenario de violencia y muerte que estaba a punto de desplegarse. Las gradas se alzaban majestuosas, abarrotadas de espectadores ansiosos, aquellos rostros reflejaban una mezcla de expectación y morbo. El aire vibraba con una energía densa y cargada, como si estuviera impregnado del destino de aquellos que se enfrentarían en el combate.

En algo tenia razón Abdon, muchos de los muertos que habitaban este lugar no merecían sus dominios, me he dado cuenta con el transcurso del tiempo que he pasado aquí que muchos de ellos son sádicos, tienen sed de sangre, dejaron pendientes en vida por lo cual jamás llegaran a su liberación, pero si harán el mal en este lugar. 

Por eso sus caras de morbo al darse cuenta que inició la cacería. 

El aire estaba cargado de anticipación mientras todos nos congregábamos en el centro del coliseo, inspirado en un coliseo romano, para este tipo de mierdas Abdon si tenia imaginación. Las miradas de los demás integrantes de El otro lado se encontraban llenas de determinación y nerviosismo, sabiendo que el inicio del torneo estaba por comenzar. Era un momento crucial, donde cada uno de nosotros pondría a prueba nuestras habilidades y dominios en una competencia desafiante. 

La emoción y el nerviosismo se palpaban en el aire mientras cada elemento se preparaba para enfrentar a sus oponentes. Miradas llenas de determinación y un dejo de temor se cruzaron entre nosotros, conscientes de que este escenario podría convertirse en un campo de batalla mortal. Sabíamos que nuestras vidas estaban en juego, y los espectadores anhelaban ver caer a sus compañeros para saciar su sed de sangre y espectáculo.

Abdon, el líder sombrío y autoritario, se posicionó en el centro del escenario, su imponente presencia captando la atención de todos. El silencio reinaba mientras esperábamos a que él nos diera las instrucciones y revelara cómo sería el desarrollo del torneo.

—Escúchenme atentamente.—Anunció con voz firme y autoritaria.—El torneo ha llegado, y es hora de que demuestren su valía. En el día de hoy, ocho de ustedes se enfrentarán en una serie de batallas, y solo cuatro de ustedes se quedarán en este lugar. Las reglas son simples: lucharán hasta el final , utilizando sus poderes y dominios para vencer a sus oponentes".

Mi corazón latía con fuerza mientras absorbía cada palabra de Abdon. Este torneo no solo era una prueba de habilidad, sino también de supervivencia. Sabía que debía estar preparado tanto física como mentalmente si quería tener alguna posibilidad de avanzar.

—Las parejas para el primer día de enfrentamientos ya han sido seleccionadas al azar—Continuó Abdon, su mirada penetrante recorriendo a todos los presentes.—Cada batalla será intensa, y solo aquellos que muestren un dominio excepcional sobre sus poderes podrán avanzar.

El murmullo de expectativa y nerviosismo llenó el aire mientras nos acomodábamos en pequeños grupos, discutiendo las posibles combinaciones de enfrentamientos. Todos éramos conscientes de la importancia de esta etapa inicial, de la necesidad de superar a nuestros oponentes para asegurar nuestra permanencia en el torneo.

El pulso de la emoción y el desafío resonaban en mis venas mientras me preparaba para enfrentar a quien fuera mi primer oponente. Sabía que cada batalla sería una prueba, una oportunidad para demostrar mi destreza y habilidad como elemento natural, pero temía que Abdon no hubiera captado mi amenaza y en esta primera estaba se encontrara el nombre de Salvador.

Extrañamente Salvador no estaba nervioso, o eso nos quería hacer creer. 

—Recuerden, solo los más fuertes y astutos podrán avanzar. No permitiré debilidades ni excusas. Este es su momento de brillar, de demostrar que merecen su lugar en este lugar.—Abdon alzó la mano, demandando nuestra atención una vez más.

Sus palabras resonaron en mi mente, inyectando en mí una determinación aún mayor. No importaba cuantas veces Abdon me hubiera rechazado o tantas barreras emocionales hubiera levantado. Este torneo era mi oportunidad de mostrarle, ya todos los demás, que yo era más que una simple molestia, más que un reto difícil de ignorar.

Que me tenia que temer. 

A medida que las puertas se abrían, dejando paso a los primeros combatientes, podía sentir la tensión creciendo en mi interior. Las aclamaciones ensordecedoras de la multitud me envolvían, pero algo en mí no podía soportar ese ambiente. Sentía la opresión en mi pecho, la angustia y la injusticia que emanaban de aquel lugar.

¿Cuándo este lugar dejó de ser un pueblo con mil adolescentes preocupados solo en fiestas y romances? ¿Cuándo nos convertimos en un campo de peleas a muerte por un lugar?

Eran ocho elementos entre ellos el altavoz humano, la mujer que podía agrandar sus ojos haciendo que casi fueran del tamaño de su cabeza, el chico rebotador, chica come materia, Josue el chico que podía arrancarse los brazos, y unos mellizos que literalmente podían derretirse. 

Con paso decidido, me dirigí hacia la salida del coliseo, buscando un respiro fuera de ese mar de violencia y morbo. Necesitaba un momento de tranquilidad para recobrar mi centro y recordar por qué estaba allí, luchando por un propósito más noble que simplemente complacer a las masas sedientas de sangre.  Ver a mis compañeros enfrentarse en una batalla a vida o muerte, sabiendo que algunos de ellos no saldrían con vida, era demasiado para mí. No podía soportar el espectáculo de muerte y dolor que se desarrollaba en ese lugar, así que decidí abandonar el Coliseo, buscando un momento de paz y calma.

Sentía un poco de alivio, Salvador no se encontraba en la primera ronda, pero faltaban muchas más. 

Fue entonces cuando lo vi. Abdon, de pie en medio del bullicio, parecía una figura solitaria en medio de la multitud. Sus ojos fríos y despiadados encontraron a los míos, y una sonrisa maliciosa se formó en sus labios, con su mirada fría y despiadada, se erguía frente a mí como una barrera impenetrable. Su presencia era como un recordatorio constante de mi lucha. Me acerqué a él, determinado a enfrentarlo y demostrarle que no me afectaba su actitud despectiva.

Su perra Lucío se encargaba de ser el jurado de los torneos que al parecer durarían bastante tiempo, ninguno de nosotros quería rendirse. 

—¿Escapando, Celeste?—Su voz resonó con un tono burlón.—¿No puedes soportar el espectáculo que haz aceptado formar parte?.

Lo miré fijamente, mis ojos reflejando una mezcla de determinación y desafío. 

—No se trata de escapar. Se trata de recordar quiénes somos y por qué estamos aquí. No estoy dispuesta a dejarme arrastrar por el caos y en lo que nos convertiremos después de esto.

—¿Y qué crees que puedes hacer al respecto, Celeste? Eres solo una gota en el océano, insignificante y prescindible. 

Sus palabras cortantes y despectivas podrían haber sido un golpe para mi autoestima, pero algo dentro de mí se encendió. Un fuego ardiente de determinación y orgullo se apoderó de mí, y no me permití ser afectado por sus palabras hirientes.

—Una insignificante pero con un dominio natural, cosa que tu no tienes, entonces eres peor que nada—Sus ojos recorren todo el lugar, verificando que nadie esté cerca para oír lo que acababa de decir.—El secreto está a salvo conmigo siempre y cuando Salvador lo esté, gracias por no enviarlo al torneo hoy. 

Odiaba esa palabra, odiaba darle gracias a este puto retorcido genocida, pero al parecer lo que más le encanta en el mundo a este fósil es que le eleven el ego.

Y es lo que mas odio hacer. 

Abdón se acercó a mí, su mirada intensa desafiando la mía. 

—No te confundas. No estoy aquí para hacerte un favor. No he intervenido para ayudar a tu amigo Salvador. Todo lo que suceda en este torneo es producto del azar y la suerte, no de mi intervención. No seas ingenua. 

No le creía, no creía una mierda de lo que decía en este momento pero Abdon el puto nazi machista no podía aceptar algo como esto. 

—Pero estas aquí conmigo, esta vez no te busqué—Le reprocho—Ya ves como no necesitabas mil perras para cambiar de parecer.

Abdon me miró de arriba a abajo.

—No estoy aquí por ti.

Con eso el muy maldito se alejó y pude ver como se encontraba con Ferideh que lo esperaba a pocos metros de donde estábamos. 


Después De La MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora