6._Frambuesa

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A la mañana siguiente de la llegada de Dai, Mary salió a vender el anillo de bodas de este para conseguir algo de dinero y comprar alimentos. Su despensa estaba vacía. Su invitado no se enteró de su salida hasta cuando despertó. Acabó sentado en la cama con un grito ahogado en su apretada boca, al abrir los ojos.  Le costaba respirar, le dolía el pecho, pero permaneció allí manteniendo su digna postura pese a la terrible sensación de la que fue víctima. Al recuperar la calma, tras esa espantosa pesadilla, se levantó para ir a refrescarse. Al verse en el espejo se vio muy diferente a como se recordaba.

Su enfermedad fue larga y repentina. Una tarde tuvo un episodio cardíaco y a la mañana siguiente despertó en una cama de la que no se volvió a levantar. Recordaba poco de esas semanas. Gran parte de ellas la paso dormido. En los momentos de mayor energía y lucidez siempre había alguien a su lado haciéndole compañía, pero no tenía los recuerdos de esos instantes muy claros. Sin embargo, había uno que parecía frecuente y ese le sembró la duda oscura que lo hizo desarrollar un plan. El doctor le dijo que era posible que recuperará esas memorias con el tiempo, mas podían ser recuerdos ilusorios producto de su estado. Uno que tal y como su médico de toda la vida le dijo era totalmente anómalo.

Después de secar su rostro salió a la habitación de Mary. La mujer le concedió su cama para que descansara. Le hubiera gustado pedirle que le consiguiera ropa porque seguia vistiendo lo que le pusieron para sepultarlo y no estaba nada cómodo con ese atuendo. Cuando estaba revisando los libros sobre el escritorio de la mujer su estómago hizo un sonido que le recordó tenía hambre. Se frotó el abdomen con extrañeza. Tampoco era capaz de recordar la última vez que había comido por última vez, pero evocó la comida del último cumpleaños en la familia. Cerró los ojos y fue a la cocina. Todo lo que encontró en ese lugar fue una lata de té inglés. Preparo un poco y le puso tres cucharadas de azúcar. Sabía que le sabría muy dulce, pero aquello fue empalagoso.

Mary volvió una hora y media después cargando varias bolsas de supermercado. Dai la vio llegar por la ventana y tuvo la gentileza de abrirle la puerta, pero no se atrevió a ayudarla con las compras porque la mujer sostenía todo con un equilibrio tan delicado, que parecía que cualquier cambio haría que dejara caer todo. La muchacha lo saludo y paso directo a la cocina diciéndo que le consiguió un poco de ropa.

-Espero haber acertado con la talla- le dijo al darle una bolsa- Fue lo mejor que pude encontrar.

-Se lo agradezco- fue todo lo que Dai le respondió. Estaba muy contento con el obsequio.

Su anfitriona no opuso problema a que se diera un baño, aunque le recordó que tuviera cuidado con la herida en su cabeza. Dai se tomó más de media hora para limpiarse. Dejó el cuarto usando ropa de supermercado. Un suéter negro de cuello de tortuga y uno de esos pantalones con muchos bolsillos. Era obvio ella no iba a conseguirle un traje formal, pero ese atuendo le resultó un tanto extravagante para él. No se quejó. Le sorprendió lo a medida que le quedó todo.

-Tiene ojo de sastre- le dijo al volver a la cocina- Todas las tallas fueron correctas- agregó medio arqueando una ceja. Ella se sonrió, pues también le había comprado ropa interior.

-Ojo de trabajador de funeraria diría yo- le contestó Mary que ponía unas galletas en un frasco.

-¿Son de mantequilla?- le pregunto Dai.

-Sí, son mis favoritas. Adelante tome las que quiera. Debe tener hambre.

-Un poco- admitió Dai metiendo la mano en el frasco- Disculpe tiene...

-¿Mermelada de mora? Obvio...las galletas de mantequilla con mermelada de mora son la gloria- le dijo Mary sonriendo de forma abierta. Ella fue a la nevera por la mermelada.

Quédate Muerto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora