Capitulo 11.

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Camino hacia mi habitación con el corazón acelerado, las palabras que había escuchado resonaban en mi mente, provocando un creciente sentimiento de angustia. Al entrar, dejé caer mi mochila sobre la cama y, con un gesto rápido, me senté en el borde, intentando asimilar todo lo que había sucedido durante el día. Sin embargo, mis pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de la puerta, y al mirar hacia ella, tragué saliva mientras me acercaba lentamente para abrirla, encontrándome con Hanna.

Su expresión era impasible y en su mano derecha sostenía una bolsa considerable. Me acerqué a un lado para permitirle el paso, y ella se acomodó en la cama, indicándome con un gesto que me uniera a ella. Respiré hondo y me senté a su lado, sintiendo la tensión en el aire.

—Lamento el comportamiento de Hellen —me dijo, mirándome fijamente a los ojos.

—No tienes porqué disculparte, aunque debo admitir que yo actué de manera bastante irracional —respondí.

—No, Delaney, tu reacción fue comprensible dada la situación —replicó, colocando su maletín sobre sus piernas.

—Solo estaba aterrorizada —confesé—. Hellen puede ser realmente intimidante a veces.

—Es un verdadero dolor de cabeza cuando menos lo esperas —admitió ella con una sonrisa comprensiva.

—Sí, tienes toda la razón —asentí, sintiéndome un poco más aliviada.

—¿Por qué últimamente te vistes de blanco, Delaney? —me preguntó, con curiosidad en su mirada.

Desvié la mirada y jugueteó con mis manos, incapaz de confesarle la verdad, aunque parecía que ella intuía más de lo que decía.

—No sé de qué hablas, elijo mi ropa sin pensar en los colores —respondí evasivamente.

—Creí que las que se obsesionan con el blanco eran las Miller —dice entre risas, contagiándome de su alegría.

—No traje demasiada ropa, no planeaba quedarme mucho tiempo aquí.

—Tengo la solución perfecta, he venido a regalarte algunas prendas a la moda. No esos viejos trapos blancos —afirma con una sonrisa.

—¿Te estás riendo de mi vestimenta? —le pregunto, algo sorprendida.

—Solo un poco.

Ella comienza a mostrarme vestidos muy elegantes, de estilo victoriano y de etiqueta. Eran realmente bellos, la mayoría en tonos rojos o burdeos, demasiado costosos para aceptar, pero demasiado perfectos para rechazar.

—Espero que te gusten, Delaney.

—Son preciosos y te lo agradezco, Hanna.

La miro levantarse y dirigirse hacia la puerta, pero antes de salir, me lanza una última mirada significativa.

—Piensa bien de qué lado estarás, Delaney.

No puedo responderle nada, ya que ha salido por la puerta, dejándome con esos magníficos trajes y una multitud de preguntas en mi mente.

Habían transcurrido quince minutos en los que me perdí en mis pensamientos, y al regresar a la realidad, me dirigí a la puerta, la cerré con llave, así como la ventana y la puerta del baño. Inspeccioné debajo de la cama, cada rincón de la habitación y el armario. Todo estaba en orden y no había nadie más que yo, observando el denso bosque a través de la ventana, sonriendo. Tenía la situación bajo control.

Por el momento.

Me acerqué a la cama y me recosté, necesitaba leer el diario. Hacía tiempo que no lo hacía y me estaba demorando más de lo que deseaba.

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