archer

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—Quién chota nos invitó a venir. —Habló Lisandro desanimado, caminando hacía afuera del micro.

Nahuel se encogió de hombros. —Vos dijiste que teníamos que salir. Yo no sé porque se te ocurrió que un campamento era una buena idea. —Rodaron los ojos mutuamente.

—¿Tenías una mejor idea? Nuestras mamás no estaban echando, pensé esto porque podíamos estar juntos y quizás no sería tan malo. —explicó, sintiendo que su espalda se moría.

No solo había estado todo encorvado mientras iban en el micro, sino que la mochila que tenía en su espalda pesaba demasiado y sentía que sus músculos se contraían, pidiéndole un descanso.

—Ah, mira. Ahí va el coordinador. —Apuntó Nahuel, sin responderle más.

Se dirigieron juntos hacía la mini plataforma donde el coordinador estaba parado, con un micrófono frente a él y dando diferentes indicaciones a cada persona que pasaba a preguntarle.

—Buenas, buenas. —Habló el hombre, juntando sus manos en un saludo raro, específicamente planeado para el campamento. —Espero que su estadía sea divertida y la pasen bien.

—Sabés que sí. —Susurró Lisandro, recibiendo un zape de parte de su amigo.

—Vamos a empezar distribuyendo las cabañas. —Repitió el coordinador, y comenzó a nombrar personas y los números de cabañas para cada grupo.

¿Por qué es un campamento si dormimos en cabañas? Pensó Lisandro al aire, esperando a que lo nombraran y a sus compañeros. Se suponía que en cada cabaña, habrían tres personas.

Después de un rato, pudo escuchar su nombre por los parlantes.

—Cabaña 13: Lisandro Martinez, Nahuel Molina y Cristian Romero.

Su amigo se giró a verlo, y rápidamente lo agarró del brazo mientras se acercaban a una señora mayor que les entregó su llave para la cabaña. Tenía el número 13 encriptado.

Nahuel la tomó, viendo como le entregaba otra a Lisandro. Al parecer, aquél otro chico que había sido nombrado no había venido a recibir su llave, por ahora.

No le dió mucha importancia y ambos caminaron por el camino de piedras marcado en el suelo. Ajustaron su vista para poder ver los números escritos en cada cabaña, empezando desde la uno, hasta llegar a la suya.

—Acá. —Apuntó el cordobés, quién seguía tirando del brazo de Lisandro hasta que llegaran.

El teñido achicó su vista, siendo cegado por el sol que estaba más fuerte que nunca. Desenganchó los anteojos que tenía colgados en la remera, y se los puso para no ser molestado por los rayos.

—Vamos. —Dijo, acercándose. 

Abrieron la puerta fácilmente, y entraron animadamente a su respectivo hogar.

Había tres camas, una marinera y otra que estaba más apartada de la habitación y en el costado; aquella era la más cerca del baño.

—Me quedo con la de arriba. —Pidió Nahuel, rápidamente escalando la escalera y tirando sus cosas encima de ella, reclamando el colchón.

Lisandro negó con la cabeza, sonriendo, dejando sus cosas sobre la cama de abajo. Se organizaron rápidamente, guardando su ropa en los diferentes cajones y placares que tenían en la habitación.

Dejaron un closet específicamente para su compañero, quién seguramente llegaría más tarde. Nahuel avisó que se iba a ir a dormir una siesta.

Lisandro no peleó mucho con él y solo le dijo que iba a ir a recorrer el campamento para ver las diferentes actividades. Se puso un poco de protector solar, más los anteojos de sol y salió; notando que aún su otro compañero no parecía querer aparecerse.

13&25 ~ cutilicha OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora