Dijo que quería una Gatita bien guapa.
Obedecí y me dirigí al cuarto para adecentarme para Él. Reaparecí en el salón con Su corsé negro favorito, ligas negras y el culotte de encaje que tanto le gusta, gateando.
Él estaba tumbado en el sofá. Me senté en el suelo a Su lado, esperando a que Él me hiciese caso. Pasé unos minutos inmóvil, esperando un gesto Suyo.
De pronto, noté como Sus dedos acariciaban mi cabeza. Cerré los ojos y disfruté de Sus mimos, ronrroneante.
-Gatita tiene hambré?-me susurró sin dejar de acariciarme.
Respondí con un maullido. Él se levantó y se dirigió a la cocina y me llamó.
-Bsbsbsbsbs... Ven-dijo desde la cocina.
Acudí a cuatro patas y me senté a Su lado. Me colocó un bebedero de leche en el suelo y me ordenó beber. Bebí obediente, sintiendo como Su mirada orgullosa se clavaba en mí. Terminé, levanté la vista hacia Él, me relamí y maullé, orgullosa. Él sonrió y me acarció.
-Buena chica- sonrió, orgulloso de mí.
Se dirigió al salón y yo le seguí. Se sentó en el sofá y me senté a Sus pies, en el suelo. De pronto, vi un ovillo de lana volar a la otra punta del salón. Me giré, le miré, y le maullé pidiéndole permiso.
Asintió, concediéndemelo. Corrí a por el ovillo y jugué con él, bajo Su atenta mirada. Interrumpió mi juego con su dura pero dulce voz, ordenándome.
-Traeme la fusta, Gatita-. Sonrió, mirándome.
Corrí hacia la habitación y le traje la fusta en la boca, acatando Sus órdenes. Se la entregué y me senté frente a Él, mirándole interrogante. Me la volvió a poner en la boca y torcí la cabeza.
-Tienes que tener cuidado de que no se te caiga, o tendremos un problema- sonrió-. A cuatro patas, Gatita. Ya.
Obedecí rápida y sujeté la fusta con los dientes. De pronto, sentí Sus dedos invadiendo mi interior, rápidos. Abrí los ojos de golpe y los volví a cerrar, presa del placer.
Cada movimiento Suyo de muñeca, me obligaba a hacer más fuerza con la mandíbula, para que la fusta no cayese.
Arrancó de mi boca la fusta y me susurró.
-Las gatitas no gimen... Maullan-sonrió.
Entendí a lo que se refería.
Continuó su dulce tortura, cada vez con más profundidad. Yo maullaba cada vez más alto. De pronto, sacó Sus dedos húmedos y me los pasó por la cara, pringándome con mis fluidos.
Sonreí.
-Buena Gatita...-dijo complacido pasando Su mano por mi cara.
Repentinamente, oí cortar el aire y un calor en mi culo, todo en menos de un segundo.
Maullé y suspiré. Recibí fustigazos uno tras otro. Y los disfruté.
-Mi Gatita se está portando genial... Creo que merece premio- dijo susurrando.
Le miré. Me puso un pie Suyo en mi cara.
-Humíllate, guarra-sonrió orgulloso.
Comencé a lamer Sus pies gustosa. Estaban algo sucios, así que me esmeré en dejarlos impolutos, ya que mi Amo solo merece lo mejor. Le lamí el talón, los dedos, la planta... Todo. Al acabar, me relamí y le miré orgullosa a los ojos.
Te gusta comerte la mierda de los pies de tu Amo, sucia gata?- dijo sonriente. Asentí. Me obligó a pegar la cara al suelo y continuó masturbándome. -Sabes que si manchas, lo vas a limpiar tú, verdad?- dijo sin bajar el ritmo.
Asentí de nuevo.
De pronto, sentí Su lengua acariciando mi clitoris y grité.
-Amo... -suspiré, articulando mi primera palabra en toda la sesión y para lo único para lo que tenía permiso hablar. Avisar cuando me corriese. Mi único permiso.
-Lo limpias... -susurró en mi oido. De nuevo asentí y me corrí. No me importaba limpiarlo. Él sabe que siempre lameré todo lo que Él me ordene. Giré sobre mi misma y procedí a lamer mi corrida, bajo su orgullosa mirada.
-Quiero poder ver mi reflejo en ese suelo. Brillante- ordenó sin alzar la voz.
Asentí sin dejar de lamer. Al acabar, alcé la vista y le miré sonriente. Acarició mi cabeza.
Sonreí. Me ordenó guardar la fusta. La cogí con la boca y la llevé gateando a la habitación.
Cuando volví, Él me esperaba desnudo en el sofá, sentado. Me senté a Sus pies, esperando una orden. Sin previo aviso, me agarró la cabeza y me la puso entre Sus piernas, obligándome así a felar Su miembro. Fui todo lo rápido que mi cuello me permitía, otorgándole así todo el placer que era capaz. Él gemía y me estiraba del pelo. Yo cambiaba los ritmos para así otorgarle más placer. Paré unos segundos para preguntarle si me permitía usar la mano, pero me lo impidió volviendo a introducir Su miembro en mi boca. Sin queja, seguí con la felación. Me la saqué de la boca y comencé a lamer a placer. Sus piernas se tensaban de puro placer y gemía cada vez más alto. Mi lengua se movía todo lo rápido que era capaz. Me agarró un brazo y lo llevó a Su miembro bruscamente. Comencé a masturbarle todo lo rápido que me era posible. Él gritaba de puro placer y me estiraba del pelo cada vez más fuerte, incluso llegó a arrancarme algunos mechones. Se corrió en mi boca y Sus fluidos la desbordaron. Tragué. Él me limpió las manchas con Su pulgar y luego se lo relamió. Me rascó el cuello y me sonrió.
-Buena Gatita. Sube aquí- dijo señalando el sofá. Subí de un pequeño brinco y me senté a Su lado cual minino. Me quitó el corsé y me masajeó la espalda. Maullé contenta. Me ordenó ponerme a cuatro patas y me puso crema en las marcas de los azotes. Estaba fría. Suspiré y sonreí ronroneante.
-Tengo una Gatita muy bonita y muy obediente. Lo pasaste bien, cachorrita? Asentí y maullé. Me tumbó a Su lado y me acarició mientras me besaba y me decía lo bonita y lo buena chica que era. Me acurruqué entre Sus brazos y me quedé inmóvil, disfrutando de Sus caricias. Ronroneé disfrutando de Sus mimos y escuchando los latidos de Su corazón hasta quedar dormida escuchando Su respiración.