Operación "Tormenta de fuego"

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—¡Estamos sobre ellos! —exclamó al tiempo en que hacía los sellos para liberar una parvada de cuervos que pudieran dirigir la lluvia de notas explosivas que estaban dejando caer sobre el mal cubierto campamento que habían identificado, evitando en buena medida que el viento se las llevara.

Aoba cayó directamente sobre el pecho de uno de los espadachines que servían de guardias haciéndole caer de espaldas. Estaba seguro de que el impacto le debería de haber roto un par de costillas y quizás le induciría un paro, pero no puso demasiado cuidado, las órdenes de Tsunade habían sido claras y absolutas: arrasar.

El escuadrón debía devastar todo rastro de que ahí se había instalado un grupo que se dedicaba al a la siembra, cultivo y cosecha de narcóticos. Habían estado vigilándoles desde hacía varios días, ya habían identificado todas las rutas y puntos de distribución, pero sobre todo, habían podido establecer incluso que se trataba de una estrategia de desacreditación para inculpar al País del Fuego y crear conflictos diplomáticos referentes a las nuevas rutas comerciales que se estaban abriendo.

Los papeles explosivos se desplegaron a todo lo largo del campo y estallaron haciendo saltar tierra con pedazos de raíces, pero el fuego tardó en expandirse debido a la humedad, el viento que levantaba vendavales representó otro inconveniente al momento de intentar hacer arder todo. Fue necesario emplear más sellos y más cuervos que actuaran como canales para asegurar que los explosivos llegaban a su destino, las astutas aves se encargaban de clavar el papel en alguna rama salida y después se alejaban recibiendo sobre sus alas el polvo.

Rápidamente, el grupo ninja consiguió tener sometidos a los miembros del grupo, inmovilizados, listos para ser transportados en calidad de bulto directo a la aldea donde se les haría un interrogatorio minucioso, si bien estaban seguros de que no obtendrían nada valioso porque se trataba de gente operativa, que se limitaba a seguir órdenes y sobre planeación estratégica sabían absolutamente nada.

Aoba contó a cada uno notando que faltaba alguien, dio la orden de avivar las llamas mientras él se marchó silenciosamente para buscar al hombre que se había escapado.

—Aoba-san está muy serio —dijo uno de los ninjas que formaba parte del equipo, terminando de hacer un nudo en las muñecas del espadachín que les había dado más problemas.

—Tsunade-sama lo dejará como portero del centro geriátrico hasta que tenga edad para jubilarse y retirarse ahí mismo si algo sale mal en esta misión.

La parvada de cuervos volaba por entre las columnas de humo mientras él examinaba desde tierra todo lo que podía ser un escondite.

—¿En dónde diablos se metió? No pudo haber ido lejos —dijo para sí Aoba.

Realizó sellos y exhaló una bocanada de fuego que avivó un pequeño conato a su derecha, se le ocurrió entonces que, si hacía un cerco de fuego, lo obligaría a regresar al centro donde lo podría capturar alguno de sus compañeros, así que, haciendo gala de sus mejores habilidades, se apresuró a marcar el perímetro usando sellos explosivos y sus propias llamaradas.

El viento, que dificultaba el inicio del fuego, pronto se volvió su mejor aliado y en cuanto consiguió mantener las llamas constantes, la hoguera no tardó en volverse un poderoso incendio que sería fácilmente visible desde cualquier punto.

Pero no había rastro alguno de esa persona desaparecida.

Un ninja de su equipo abrió un camino para que pudieran salir de las abrazadoras llamas cargando con ellos a todo el grupo de prisioneros.

—Bien, Aoba-san, estamos listos.

—Vayan primero... yo... los alcanzo...

Su segundo al mando cuestionó solo unos instantes, pero decidió dejarle tal como se lo había pedido y emprendieron el camino de regreso.

La inusitada torpeza de un shinobi (cómo errar misiones paso a paso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora