Todavía seguimos en el mismo día. Guada seguía sentada en la puerta de la habitación, llorando. Extrañamente, ese día estaba muy sentimental. Escuchó a Simón irse sin decir nada antes. Ya llevaba media hora fuera. Luego volvió a escuchar la puerta del salón abrirse. Simón regresó. Pasos acercándose, golpe seco en la puerta y un sonido de roce entre ropa y madera. Su "amigo" se sentó en el suelo, también sus oídos captaron el rugir de una bolsa de plástico.
Simón da un suspiro y habla- Sé que estás en la puerta. Veo tu sombra por la luz del escritorio. Siempre te olvidas de apagarla- se quedó en silencio un rato para escuchar el regaño de ella cada vez que le decía que dejaba la luz prendida, pero no hubo regaño-. No sé que carajo te pasó hace media hora. Pero siempre que habló, me haces lo mismo. Interrumpirme. Así que, si ahora estás más tranquila, voy a continuar.
>Yo no te quiero más. Dejé de quererte cuando empezamos a salir en esa época. Yo ya no te veía como antes. Mi corazón sentía otra cosa distinta, diferente. Cuando dijiste que querías cortar con nuestra relación, me sentí aliviado por alguna extraña razón, pero luego me sentí...raro, no mal. Porque yo, Guada, dejé de quererte, para amarte- ella levantó la cabeza y se arrodilló-. Nunca supe como decírtelo porque no tenía las palabras y el valor para decirlo. Siempre me consideré un cobarde. Pero, ya lo dije. Y no me arrepiento- unas pocas lágrimas salieron de sus ojos y se las secó. Dio un respiro y miró su bolsa-. Por cierto, compré helado. Escuché que el enojo de una mujer se va con la comida, así que compré tus gustos favoritos. Chocolate y dulce de leche granizado.
Mientras sacaba los potes, la puerta se abrió lentamente. Guada estaba de pie, quieta y expectante. Simón se levantó y con ambos potes en la mano.
-También compré mis gustos. Granizado y menta granizada. Espero que no te moleste compartir tus gustos, porque yo voy a compartir los mi...
Guada se pone de punta de pie y con sus delicadas y suaves manos en el pecho de Simón le roba un beso. Una vez que se separaron, Simón volvió a besarla.
Los helados terminaron derritiéndose en el suelo frente de la puerta. Iba a pelear el día de mañana por esa mancha por dejar caer helado en un piso alfombrado.
ESTÁS LEYENDO
Charlas nocturnas
Roman d'amourDos personas. Guada y Simón. Cada noche se acuestan en su cama. Pero ningún de los dos puede vencer al sueño. Y para poder dormir, charlan sobre temas polémicos, interesantes, poco relevantes, y con puntos de vistas totalmente diferentes. Como cual...