Era temprano cuando entraste a la habitación con paso sigiloso; dejaste el pastel sobre la mesita de noche y con cuidado te subiste a la cama, colocando tu cuerpo encima del suyo mientras aún dormía y sonreíste divertida, plantando tus manos sobre su pecho y cada una de tus piernas a la altura de sus caderas, amortiguando tu peso.
Empezaste con pequeños besos sobre su barbilla, subiendo a sus mejillas donde comenzó a arrugar la nariz, indicios de que estaba por despertar. Tus manos jugaron con la piel expuesta de su torso hasta acabar sobre sus hombros, sacudiéndolo un poco hasta terminarlo de despertar.
—¡Feliz cumpleaños!—Murmuraste tan pronto como te observó y plantaste un beso sobre su frente.
Él soltó una leve carcajada y envolvió sus brazos alrededor de tu cintura, apegándote lo más que podía a su cuerpo. Cuando te encontraste recostada sobre su pecho, acunaste su rostro entre tus manos y le diste un pequeño piquito en sus labios, sonriendo satisfecha.
—Feliz cumpleaños, cariño.—Repetiste tu felicitación.
—Muchas gracias, amor.—Sonrió contento, volteando cuando hiciste el intento de levantarte e ir por el pastel, captando su atención.—No era necesario ningún pastel, lo sabes bien.
—Sí, lo sé, pero eso no quita que no quisiera prepararte uno. Tu cumpleaños no te gustará, pero te prometí que este cumpleaños estaría para tí y lo celebraríamos.—Contraatacaste, planeando tus manos nuevamente y te alzaste, mirándolo desde arriba.—Hoy eres todo mío.
—Siempre he sido tuyo, no tienes porqué pedirme solo por hoy.—Te guiñó el ojo, mientras agarraba tu mano y entrelazaba sus dedos.—Pero de todas formas, estoy bien si no recibía nada, sabes que no me gusta en absoluto este día.
—Lo sé, me lo dejaste muy en claro desde el primer día, pero también debes de entender que me gusta consentir a las personas que más aprecio en mi vida y uno de ellos eres tú. Solo confía en mí y déjamelo todo a mis manos.
Cuando sus manos se soltaron y las dirigió hacía tu espalda, sentiste la leve caricia de sus dedos sobre la tela delgada de la blusa, provocándote escalofríos.—Pero conozco otras formas de poder celebrarlo, al fin y al cabo soy el cumpleañero y deberías de cumplir mis caprichos.
—Lástima que eso no está en el itinerario del día de hoy, inténtalo para la próxima.—Golpeaste juguetonamente su hombro y te zafaste de sus brazos.—Arréglate mientras termino de hacer el desayuno, también tenemos contemplado salir así que trata de alistarte para la ocasión.
—¿Cuál es la etiqueta?—Tomó asiento sobre la cama, pasando sus manos sobre su rostro con pesadez.
—Informal, nada de trajes.—Entrecerraste los ojos, conociéndolo.—Lo digo muy en serio, nada de trajes o no saldrás de este lugar.
—Entonces debería de ponerme mi traje más formal para no salir.—Cuando soltó aquel comentario divertido, alcanzaste una de las almohadas en la cama y se la lanzaste a su rostro, escuchando su risa mientras salías de la habitación.
Perdiste su pista cuando llegaste a la cocina y te pusiste manos a la obra para terminar, cuando estabas colocando el desayuno sobre los platos tu celular sonó sobre la barra de la cocina y dejaste el sartén sobre la estufa, yendo a ver de qué se trataba.
"¿Podrías venir lo más pronto posible? Tenemos problemas.
El pastel no lo hemos conseguido por ningún lado y no damos con la dirección que mandaste."
Suspiraste con una mueca en tu rostro y contestaste rápidamente que te encargarías de ello. Tal vez podrían aplazar la salida por un par de horas mientras te encargabas de lo que hacía falta; no querías que nada saliera fuera de tus planes.
—¿Qué pasa?—Te sorprendió sentirlo tan cerca tuyo, besando tu hombro.
Mordiste tu labio, sin saber qué decirle.—Algo entre mis planes se complicó, debería de ir a verlo una vez que terminemos de desayunar.—Cuando no dijo nada, te giraste y acariciaste su mejilla.—Solo aplazaremos la salida por un rato, a lo mucho unas dos horas pero estaré aquí para entonces, juro que no será mucho tiempo.
—Cariño, no lo sé...—Aquella sensación en su pecho le provocó una mueca, no quería dejarte ir.
—¿No confías en mí?—Trataste de aligerar el ambiente, sonriendo.
—No es eso, solo que pienso que es mejor si no hacemos nada el día de hoy. Tengo el día libre por mi cumpleaños, de todas formas nunca lo celebro así que porqué mejor no nos quedamos aquí y hacemos algo más, ¿No dijiste que querías ver una de esas series de criminales? O alguna película, dijiste que querías ver nuevamente esa saga de películas...
—Hey, no es nada del otro mundo, solo iré a arreglarlo y volveré tan pronto como pueda.—Señalaste el desayuno.—Vamos a desayunar antes de que se enfríe, entre más rápido terminemos más pronto me voy y regresaré antes de que puedas extrañarme.
No muy convencido lo llevaste hasta la mesa y se dispusieron a desayunar. No te gustaba verlo tan serio, pero realmente te ilusionaba perfeccionar de ese día y demostrarle que no tenía que ser del todo malo, solo era cuestión de hacerlo memorable. Cuando terminaron, él lavo los platos mientras te ibas a arreglar rápidamente antes de salir, pero cuando te ibas a despedir una vez que saliste de la habitación, te interceptó.
—Es mi cumpleaños y yo pido que te quedes aquí.—Sentenció con un puchero, haciéndote reír.
—Prometo que valdrá la pena mi salida, sabes que cumplo mis promesas.
—¿Y no puedo acompañarte? Prometo hacerme el sorprendido, no sé, no seré ningún fisgon ni nada.—Cuestionó.
Negaste.—Me temo que no, pero vendrá tus hermanos mientras no esté y así no me extrañarás tanto.
—¿Y yo para qué quiero verlos? Los veo cada semana.—Bufó con fingida molestia.
Antes de responder tu celular volvió a sonar, apurándote a salir de ahí o solo alargarías la espera. Le diste un último beso en sus labios y sonreíste.—Estaré aquí, regresaré tan pronto como termine y sabrás que habrá valido la pena.
No contestó de forma inmediata, pero terminó asintiendo de mala gana. Con una última mirada, saliste del departamento mientras mensajeabas a sus familiares que estarías saliendo de improvisto por algunos detalles pero les pedías que lo mantuvieran entretenido.
—¡Espera!—Escuchaste su grito detrás tuyo te giraste, prestando atención.
—¿Qué pasa?
—¿Prometes volver, verdad? No tardarás, ¿Cierto?—Cuestionó como si de un niño se tratara.
—Te lo prometo, yo siempre cumplo mis promesas, ¿No te lo había dicho ya?—Seguiste avanzando a la salida, despidiéndolo con la mano antes de desaparecer de su vista.
Pero, lo malo de las palabras, era que se podían borrar con el tiempo. Porque mientras las horas pasaban, los malos presentimientos y las caras largas dentro del departamento sabían que de algo malo se trataba; las llamadas desviadas, los buzones de voz y la poca comunición existente estaban desesperando a todos.
Y cuando tocaron la puerta del departamento, todos sus miedos se volvieron realidad.