A la mañana siguiente me preparé para ir a clases. Miré mi móvil y tenía llamadas y mensajes de Diego. Lo quité todo sin mirarlo y me fui al coche. No tenía ganas de hablar o, más bien, de discutir con él.
Aparqué mi coche y volvió a sonar mi teléfono. No respondí y me bajé.
-¿Por qué no me coges el teléfono? –Diego estaba justo detrás de mí con su móvil en la mano -Llevo desde ayer llamándote, incluso fui a tu casa y no me abriste.
-¿No te das cuenta que no tengo ganas de hablar? –lo miré enfadada –Y mucho menos de discutir.
-Vamos a tomar algo y lo hablamos, no podemos estar enfadados.
-No puedo –me crucé de brazos –Tengo que trabajar.
-Vamos, Sara. Llama y di que llegas tarde...
-No, no voy a hacerlo. Si quieres hablar lo hablaremos por la tarde.
No lo dejé contestar y me fui a clase. No pasé por la sala de profesores, no tenía ganas de ver a nadie. Me fui directa a mi clase para ver a mis niños.
La mañana pasó rápida, y yo sabía que se acercaba el momento de hablar e intentar solucionar las cosas con Diego. Recogí mis cosas y me fui a coche.
Cogí mi móvil y leí los mensajes. Cuando estaba terminando de leer golpearon suavemente mi cristal. Era Pablo, así que bajé un poco mi ventanilla.
-No te he visto en todo el día, –comenzó a decir -¿estás bien?
-Claro, ¿por qué no debería estarlo?
-Noté que tu novio se puso un poco celoso. Imagino que le hablaste de mí...
-Pablo, lo siento, pero eso a ti no te importa –lo interrumpí –Creo que ha quedado lo suficientemente claro que entre tú y yo no hay nada, y tampoco somos amigos. Sólo somos compañeros de trabajo. No te he preguntado si estas casado o si tienes pareja, y tampoco me importa. Te pido, por favor, que mantengas tu distancia y que no te acerques a mí si no es profesionalmente.
-Vaya –parecía sorprendido –Lo siento si te he molestado. Sólo quería asegurarme que estás bien...
Le quité importancia al asunto con la mano, nos despedimos y me fui. Al llegar a mi casa llamé a Diego. En pocos minutos llegó y lo invité a entrar. Nos sentamos en el sofá a hablar.
-Lo siento, Sara –comenzó a decir –Me puse celoso al verle acariciándote... Sé lo importante que es para ti tu trabajo, y cuanto amor le pones a eso. También sé que no vas a renunciar a tu trabajo así sin más. Aunque espero que cuando quedes embarazada lo pienses y decidas quedarte conmigo y con el bebé bastante tiempo.
Entonces me di cuenta que nunca habíamos hablado de lo que queríamos realmente, ni sobre tener hijos.
-No te he dado motivos para estar celoso de nadie. Deberías de confiar más en mí.
-Lo sé, por eso te pido perdón, –se levantó y se arrodilló en el suelo –de rodillas si es necesario.
-Levántate, no tienes que ponerte así –se sentó a mi lado –No te voy a negar que me enfadó mucho tu comportamiento, pero también lo entendí hasta cierto punto. Pero que me pidieras que dejara mi trabajo, eso sí que no lo entendí.
-Fue un impulso de los mismos celos. Por un momento pensé que, si seguías viéndolo, volverías a sentir algo por él...
Me quedé callada. No podía decirle que aún no sabía que sentía por Pablo.
-De sentir algo por él, me lo dirías, ¿verdad?
-Claro...
Me besó. Pedimos algo de cena y nos quedamos viendo una película abrazados. Después nos fuimos a dormir juntos.
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Mi profesor
RomanceUna noche, en una disco, conocí a un chico guapísimo, y claro, con 17 años, e inexperta total en el amor, me creí enamorada. Días más tardes descubro que, el chico del que me enamoré a primera vista, es mi nuevo profesor. Estoy en mi último año de i...