Cámaras y flashes

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Ella apartó la vista de él

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Ella apartó la vista de él. Poco a poco los comentarios se volvieron más pesados que aquello le generó una molestia en el corazón, sin embargo, no hizo nada y solo se excusó para salir.

El balcón de aquel lugar era colosal. El clima daba señales de empeorar, pero, agradeció que había un gran techo de cristal protegiendo Desde la posición en la que estaba era posible observar todo el salón por dentro. No había mucha gama de colores por apreciar, todos portaban los mismos tonos oscuros y apagados, justo como en París o en Shanghái.

—Lawrence, colección reciente —aludió al vestido una voz que reconoció de inmediato. En respuesta dio unos pasos atrás sintiendo que todo comenzaba a darle vueltas.

—Armando, ¿Qué haces aquí? —inquirió tratando de apoyar las manos en el balcón.

—A todos los magnates de la moda se nos invitó, así que no es novedad, ¿No?

Ella asintió. Armando despedía demasiada elegancia con el conjunto ébano que portaba... Poco a poco la vista comenzó a nublarsele, el estómago se le había revuelto, empezó a sentir náuseas. Sintió que la frente se la habían envuelto con nieve. Él hablaba, pero no podía escuchar nada de lo que decía. Inesperadamente, se apoyó del pecho de él y le miró, todo fue tan borroso.

Armando trató de descifrar la mirada de ella, era extraño que estuviese rompiendo por cuenta propia la distancia, se veía tan pálida y desorientada.

—¿Pasa algo?

Beatriz abrió la boca para responder, sin embargo, sus piernas no resistieron y la dejaron desvanecer.

—¿¡Betty!? —se le escapó con una angustia palpable. Por fortuna logró amortiguar la caída sosteniéndole.

De inmediato Armando se la colocó en la espalda y se la llevó, en el camino muchos se quedaron impresionados por lo que estaba pasando, las cámaras no tardaron en hacerse presentes para capturar el momento. Al llegar a la camioneta tuvo cuidado en acostarla.

—Carlos, llévenos al hospital que esté más cerca. —El hombre partió de inmediato.

—¿Beatriz?

—¿Armando? —se le escuchó a duras penas. Sentía que él era solo el producto de su imaginación.

—Sí. No te esfuerces mucho, ya...

Inesperadamente pasó con delicadeza la mano en el rostro de él, como si con aquella caricia buscara algo, eso provocó que Armando sintiera un extraño cosquilleo en el corazón.

—... Vamos al hospital —terminó él.

Poco entendió de lo que le dijo, pues, estaba tan débil que nuevamente la oscuridad la cubrió. Cuando aquel episodio pasó, poco a poco Beatriz sintió que una calidez la sostenía del mentón, el olor a ládano; dulce, pero contrarrestado por lo amaderado abrazó su olfato. Al abrir los ojos lo vio.

¿Quién eres? || Betty en NYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora