—Somos mejores cuando no estamos juntos, Satur —dijo Barcode, su voz firme pero quebradiza, mientras rompía el último lazo invisible que lo unía a él. No había ternura en su mirada, solo un vacío helado—. No somos buenos el uno para el otro.Las palabras se desplomaron entre ellos, tan frías que podían congelar el aire. Worakamol Satur y Barcode Tinnasit, quienes parecían la pareja perfecta ante los ojos de los demás, ocultaban una realidad que nadie más veía. Cuando estaban solos, su amor se transformaba en una lucha silenciosa, una danza entre el deseo y el dolor. Amarse con locura no bastaba cuando la confianza no estaba de su lado. No confiaban el uno en el otro. No confiaban ni en ellos mismos.
Satur sentía por Barcode un amor devorador. La sola idea de que alguien más pudiera acercarse a él lo consumía. Era un amor que lo desgarraba por dentro, un amor que lo hacía prisionero de sus celos y de sus propias inseguridades. Amaba tanto que le resultaba imposible confiar. Temía que en algún momento, sin previo aviso, Barcode se le escapara entre los dedos.
Por su parte, Tinnasit amaba a Satur, pero su espíritu libre y extrovertido se veía ahogado junto al carácter introvertido y posesivo de su pareja. Cada salida, cada momento lejos de Satur, provocaba una nueva discusión. Había veces en que Barcode creía que todo podría solucionarse. Se aferraba a esos momentos en los que, después de la tormenta, compartían caricias sutiles, besos ligeros, y se refugiaban el uno en el otro. Era como si por unos instantes, el resto del mundo dejara de existir. Pero pensar que eran verdaderamente felices sería una mentira.
Su relación era una tormenta constante, cálida y reconfortante en algunas ocasiones, pero devastadora la mayor parte del tiempo. Discutían con tanta frecuencia que el moreno acababa llorando en soledad, mientras Satur, tras las palabras que escupía sin pensar, sentía que se moría por dentro. Jamás se disculpaban, solo dejaban que el silencio enfriara los ánimos, para que al día siguiente todo siguiera como si nada hubiera pasado.
Pisaban cristales rotos con cada paso que daban juntos, y Barcode sabía que ya no podían seguir así. La tarde de su cumpleaños número 20, en medio de una fiesta, sucedió lo inevitable. El abrazo que le dio a su mejor amigo, Ta, fue como una daga para Satur, que no tardó en separarlos bruscamente y llevarse a Barcode a un rincón apartado.
—Esto no puede seguir así —dijo Barcode, sus palabras temblando, al borde de un llanto que había estado conteniendo durante demasiado tiempo—. No podemos seguir haciéndonos esto. —Por primera vez en mucho tiempo, lo llamó por su nombre, y el impacto golpeó a Satur como un balde de agua helada—. Nos estamos destruyendo, y yo no puedo más.
—¿Qué...? ¿Estás rompiendo conmigo? —preguntó Satur, sintiendo cómo su furia se apagaba al escuchar esas palabras. El desconcierto y el dolor se colaron en su voz. Como si de repente todo su ser se rindiera ante el miedo más profundo—. Barcode, no... por favor. No me dejes. Te lo suplico, no puedo vivir sin ti. Cambiaré, lo haré, solo... no te vayas.
Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas, cayendo pesadas, cargadas de un dolor que había sido contenido durante tanto tiempo.
—¿Por qué solo ahora dices que cambiarás? —respondió Barcode, luchando por mantener el control—. Somos mejores cuando no estamos juntos...
El lazo se rompió con esas palabras, y el frío se instaló definitivamente entre ellos.
—No somos buenos el uno para el otro —repitió Barcode, con una voz tan gélida que Satur sintió cómo su corazón se rompía, muriendo lentamente bajo el hielo.
—Barcode, te amo. Te amaré siempre, en todas las noches solitarias que me quedan —susurró Satur, acercándose a él con la desesperación de quien se está ahogando—. Si esto es lo que deseas, te dejaré ir. Pero no olvides que te amo.
—Adiós, Satur —murmuró Barcode, apartándose, rompiendo en llanto cuando ya no pudo verlo. El dolor era insoportable, pero sabía que era lo correcto. Para salvarse, tenían que perderse el uno al otro.
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Like a Tatto // Jeffbarcode
FanfictionHambriento por vivir y sediento de muerte, recuerda las manos de aquel hombre que algún día lo hizo sentir humano, manos que se marcaron en el como un tatuaje a su piel.