Celos Celosius

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Se escuchaba bastante ruido cerca de las Favelas, más concretamente en cierta vecindad perteneciente al chico pato.

Quackity estaba muy emocionado. Tanto que sus vecinos brasileños podían escucharle claramente desde sus casas. Les habría gustado "silenciarle para siempre", sino fuera porque, el motivo de sus gritos, era que había quedado con ESA persona y no tenían muy claro el tipo de amistad que mantenía con joven.

Pero él no era el único con dicha emoción, Roier se apresuraba en terminar de arreglarse. Llevaba días sin ganas de salir de casa, pero ese sería distinto, había madrugado porque sabía que Vegetta no se acostaría tan pronto, así que tenía la decisión de quedar con el mayor.

Sin ser conscientes, ambos se teletransportaron casi a la par a casa del sabio. Cuando se percataron de la presencia del otro, se miraron durante unos segundos y trataron de procesar que hacía el contrario en aquel lugar. Al notar que estaban ahí por lo mismo, comenzó el duelo de miradas.

No mames wey, tú puedes verle en cualquier otro pinche momento – comenzó el de la gorrita azul.

¿Qué dices, culero? Hace días que no le veo – respondió el de la cinta en la cabeza.

Tan enfrascados en aquella discusión de niños estaban, que no se dieron cuenta de quién descendía en ala delta desde la Gran Torre del Sabio. Vegetta, que, debido a los fuertes gritos, había escuchado las voces desde el piso superior de su casa, bajó a comprobar lo que ocurría.

Cuando descendió frente a ellos, los miró con las cejas alzadas y terminó haciendo un carraspeo sonoro que llamó la atención de ambos.

Pero a ver, tontitos, ¿no tenéis otra casa a la que ir a molestar? ¿solo a la mía? Para un día que me quedo hasta tarde y tengo a estos dos bobos que no me dejan ni trab...

No le dio tiempo a terminar sus palabras, cuando los dos jóvenes mexicanos se lanzaron encima del español y empezaron, desde su pecho, a empujarse el uno al otro.

Ay, señor... pero ¿qué hacéis, bobos? – preguntó, con su voz ligeramente más grave de lo normal, lo que indicaba que estaba entrando en estado de frustración.

Los niños, lejos de relajarse, seguían peleando entre ellos para ser los únicos abrazados al mayor, por lo que a Vegetta no le quedó más remedio que suspirar con resignación y llevar cada uno de sus brazos, a uno de los hombros ajenos.

Su brazo derecho se depositó sobre el hombro de Roier, mientras que el izquierdo cayó sobre el de Quackity. Negó con la cabeza al ver como el del gorro le mostraba la lengua al más pequeño de los tres. No entendía que les ocurría a los niños, ni a qué venía esa visita o disputa, pero se sentía como un padre tratando de hacer que sus dos hijos dejaran de pelearse.

Al que no le pareció lo mismo aquella escena, fue a cierto semi dios que se había transportado para ir en busca de su novio. Le había extrañado tantísimo desde hacía días que, nada más despertar, se había ido a visitarle.

Vegi... – se detuvo y miró la escena frente a él. Su novio, tenía Roier y Quackity abrazados a él. Podía ver incluso como el del gorro azul casi que restregaba su mejilla contra el pecho de SU Vegitta.

Frunció su ceño con molestia ante la imagen y en sus labios se formó un pequeño puchero de enojo al ver que su pareja no los separaba. No le estaba gustando aquella vista, así que no iba a dejar que continuara. En dos breves zancadas, gracias a su estatura, se puso tras el trío.

Debido a la sombra que proyectaba sobre ellos, los dos pequeños levantaron la cara y, al ver la expresión del rostro del mayor, abrieron sutilmente los ojos, pero no pudieron hacer mucho más cuando fueron agarrados por su ropa, como si fueran pequeños gatitos, y lanzados lejos de su novio.

GO OUT, IDIOTS! – les gritó.

Vegetta levantó la mirada al ver volar a los pequeños y soltó una leve risa por la obvia expresión de celos de su chico. Finalmente, se giró hacia él y abrió los brazos para darle un abrazo.

Foolish, my love! ¡Te he echado de menos! I... missed you!

Una preciosa sonrisa apareció en el rostro de Vegetta al haber podido contemplar, finalmente, al chico al que había estado esperando desde que despertó, pero Foolish, en ese instante, no estaba presente, sino perdido en la hermosa sonrisa de su novio y en sus adorables y brillantes ojos amatistas.

No se dio cuenta el instante en el que se sonrojó, tampoco cuanto tiempo llevaba mirándole embobado, solo pudo sentir los brazos de su chico rodeando su cuello y como, tras ponerse de puntillas, alcanzó a darle un tierno beso en los labios al que él, con timidez, comenzó a corresponder.

Y como siempre ocurría cuando se juntaban, se olvidaron del mundo, porque, para ellos, solo existía el otro. 

FIN

Celos Celosius | FooligettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora