⏳ VEINTIUNO ⏳

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Las palabras son un arma de doble filo. Tienen la capacidad de hundirte en una nube rosa de amor o felicidad, o pueden arrastrarte hasta el jodido abismo de la amargura. Todo depende de lo que albergue el alma de quién las proclame.

En el alma de Jimin había un remolino de rencor y agresividad que fue retraída por muchos años. Nunca soltó esas emociones oscuras porque no tuvo la oportunidad de explotar en contra de su verdugo; decidió mejor que lo más sensato era huir de todo y dejar el dolor y todo rastro de infelicidad ahí en esa casa donde vivió hasta el fatídico día en que la bomba explotó. O su corazón, mejor dicho.

En ese momento en que tenía a Min sujetando su cuerpo contra su voluntad deseaba decir muchas cosas, pero no iba a quedar en evidencia. Aún tenía dignidad y no iba a pisotearla solo por darle la importancia que hace mucho tiempo dejó de tener para él.

Min Yoongi no era nadie ya en su vida, y de ese modo sería tratado; como nadie, como un extraño cualquiera.

—No le permito que me toque de ésta forma —Yoongi le soltó al escuchar en él ese nivel de determinación. Si seguía conservando un poco de la esencia de hace años, no lo creía capaz de echarlo a la calle sin contemplaciones—. Quiero que una cosa le quede clara señor Min —echó su cabello hacia atrás con ayuda de su mano y le miró firmemente—: usted aquí es un huésped más, no tiene derecho alguno de dirigirse a mí de forma personal, así que si no es nada acerca de su estadía aquí, le suplico que mantenga su distancia por su propio bien. Soy el dueño de este lugar —sonrió orgulloso—, y estoy en mi derecho de hacer valer mis decisiones como tal, ¿entiende el punto, señor Min?

Yoongi le vio con perplejidad. Definitivamente su Jimin había cambiado muchísimo en todos esos años. Se preguntó de forma interna si en algún rincón de su alma quedaba algo de aquel Jimin risueño y bondadoso que era cuando adolescentes.

—Nunca vas a dejarme hablar, ¿cierto? —el dueño le vio a los ojos y aunque apreció ese brillo triste en su mirada no se permitió sucumbir ante los pensamientos débiles que luchaban por hacerlo flaquear. No volvería a caer—. Ni siquiera tengo la oportunidad de contar mi versión; la real, la única que hubo y habrá.

—Esa versión de la que habla llega diez años tarde. No es necesaria ya.

—Te fuiste —le recordó—. Te alejaste sin dejar rastro y sin darme la oportunidad de hablar, ¿y sabes qué? Te busqué como un jodido loco obsesionado por años, Jimin, años.

—Eso no importa ya.

—Por supuesto que no —le riñó el otro—. No puede importarte menos si tienes a alguien a tu lado —el menor arrugó la frente.

¿Qué diablos?

—Yo no necesito de nadie —le dijo con molestia. Odiaba que lo vieran como alguien débil que necesita de los demás para sobrevivir—. No necesité de ti cuando destruiste mi vida hace diez años y no necesito de nadie hoy. Puedes sentirte orgulloso porque gracias a ti, soy lo que ves ahora.

—Solo te pido que me escuches —rogó casi con lágrimas en los ojos. Estaba desesperado, pero Jimin parecía no ver eso—, únicamente eso. No volveré a molestarte después, te lo juro.

—En la mesita de noche está la información sobre los horarios en los que se sirven las comidas a lo largo del día —dijo caminando a la puerta—. O si gusta, puede ir a comer fuera, no es su obligación permanecer aquí. Que pase buenas noches, señor Min.

—Jimin, por favor déjame hablar —Min ignoró el golpeteo rudo de su corazón. No tenía nada en mente más que lograr que él pelinaranja le escuchara—. Solo déjame decirte todo lo que llevo guardado aquí —se señaló el pecho. Sintió una sensación extraña—, y te juro que no vuelvo a molestarte nunca más en lo que me resta de vida.

Después De Ti [Yoonmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora