—Gracias —murmuró, dando un paso al frente cuando el sujeto se hizo a un lado, permitiéndole el acceso al interior del tren.
Suspiró casina, hecho un breve vistazo a todo el interior, en busca de un asiento en el que pudiese sentirse cómoda, pues le inquietaba un poco la exagerada cantidad de pasajeros que había esa tarde. No tardó mucho en dar con un buen lugar, había un silla individual vacía.
Perfecto.
Entre susurros implorando por permiso e incómodos roces logró llegar hasta allí, apretó levemente su bolso antes de sentarse, en un intento de calmar sus emociones, pues quería bajarse y tomar un taxi en ese mismo instante, pese a ello, las enormes ansias de verle impedían que ejecutará dichas acciones.
Y como si hubiese sido golpeada por la realidad, se apresuró a observar está vez con más detalle los pasajeros, con la esperanza burbujeante en su pecho.Había tenido la suerte de encontrarle todas las tardes en los últimos días, cuando anteriormente solo se lo topaba cada cierto tiempo. Se trataba de cierto castaño por el que ella se había sentido anonadado hace unos meses.
Un joven de gran estatura con tez clara, sus deslumbrantes orbes tan oscuros y profundos, como si albergará una galaxia en ellos, siendo cubiertos la mayoría del tiempo por los mechones que caían en cascada por su frente, sus levemente carnosos labios tornados de un rojizo bastante tenue, suaves y a la vez firmes facciones. Ella estaba fascinada por el joven que encontraba cada tarde devuelta a su casa, luego de terminar una larga y ajetreada jornada estudiantil.Le costó un poco encontrarlo, pues inesperadamente el chico se hallaba en el asiento de frente, no le había divisado a simple vista por el gorro que cubría su castaña cabellera, este siempre lo traía un poco alborotado aunque no arrimando a exagerar, le daba un toque rebelde en contraste con su inmaculado rostro.
El chico quien miraba a través de la ventana, lanzo un bostezó, empañando el cristal mientras se removía incómodo en su asiento, se le notaba agotado. Y no pudo evitar el remolino que se formó en su interior por aquella pequeña y simple acción, sus pupilas se inundaron ante tal emoción, se le hacía tan espléndido.
Apretó su bolso por segunda vez en un intento de disminuir la intensidad de su sentir, su imperioso corazón retumbando tan fuerte en su pecho hasta el punto de zumbar en sus oídos. El castaño no tardó en percatarse de su presencia también, mirándole con sus enigmáticos orbes, al conectar sus miradas soltó un suspiro y la avalancha fue tan intensa que se limitó a cerrar los ojos, sintiéndose tan pequeña ante él, empezó a temblar, no obstante, una pequeña punzada roso su pecho al ver cómo apartaba la vista nuevamente hacia la ventanilla, tan inexpresivo como siempre le veía.
Así pasaban los días, de lunes a viernes, de estación a estación, frente el uno del otro con el silencio reinante.
Por supuesto que ella había querido acercarse y hablarle un sin fin de veces, pero no tenía el valor suficiente para cruzar a su asiento y preguntarle quién era, colapsaba de solo pensarlo.Quizás si fuese más guapa y un poco más lista, si fuera especial... quizás lo haría.
Llevaba puesta sus prendas preferidas, solo para verlo a él y aún así, cada que esté le miraba sentía su cuerpo diminuto.
Suspiró temblorosa, el interior de su garganta burbujeando y sus labios picando, despertando aquel coraje que había anhelado durante tanto tiempo.
Levantándose entre abrió la boca, pronunciando su nombre en un tartamudeo casi inentendible. Y vaya, ninguno de los presentes se imaginaba el enorme peso que cargaba ese dulce nombre saliendo de sus temblorosos labios.
Seguramente pensaba que era tonta, la vergüenza inundó su rostro al reparar lo que acababa de hacer, captando la atención del castaño, solo quería morir en ese momento.Pero el tiempo se detuvo y sintió colapsar cuando el más alto se puso de pie, a menos de un metro de distancia estaba él, mirándole tan sibilino. Se acercó un poco más, a unos pocos centímetros, susurró.
—Yo no te conozco y ya te echaba de menos... —bufó— cada tarde rechazó el directo por elegir este tren.
—Dios —murmuró, un jadeo escapando de su asombrado rostro cuando el castaño tomo sus manos.
No podía creer lo que estaba sucediendo, ella llevaba meses viendo a este chico, lamentándose al tener tan poca determinación y no poder aproximarse.
Admirando su belleza desde la distancia, plasmando en su cabeza la infinidad de lugares a los que podían ir, las cosas que podrían hacer y las extensas charlas que habrían de tener, en intentos de restarle importancia a los pocos segundos en los que sus ojos se conectaban.
Ella jamás creyó que el castaño se vería interesado en su ordinaria presencia.
Anhelaba tanto y tanto que la situación se le hacía irreal.El tren entro a un túnel, oscureciendo todo a su alrededor, brindándole un poco de valor a la joven quién con sus manos dudosas toqueteo al contrario, finalmente dando con su rostro, acarició sus mejillas como si de un invaluable cristal se tratará. Suspiró, ejerciendo el peso de su cuerpo en la punta de sus pies, se empino mientras acercaba sus temblorosos labios al castaño, plantó un casto pero dulce beso que dió paso a unas revoltosas mariposas en el interior de su estómago.
Y se vió sumergida en el elevado y enorme cielo, su cuerpo cuál pluma ligera cayendo sosegado en la esponjosidad de las nubes, su corazón bombeando con tanta intensidad, cómo si en cualquier instante fuese a explotar, las piernas le temblaron y su rostro se tiñó de un rosa intenso en el momento en que el joven le profeso su amor.
Se acercaban a su parada, sin embargo, eso era lo que menos le importaba en ese instante. Sabía perfectamente que la tarde de cada día se encontraría con aquellos oscuros orbes llenos de brillantes galaxias y en algún otro impulso de valor, convidaria al contrario a pasar el resto de la tarde juntos... hasta el último sopló de sus resonantes corazones.
...🍂...
Un exasperante pitido le hizo exaltar, parpadeando repetidas veces mientras procesaba que estaba sucediendo. Pero esto no le llevo más que un par de segundos, en efecto, se había quedado dormida.
El tren había llegado a su respectiva parada, anunciando a los pasajeros la estación en la que se encontraban, dónde ella debía bajarse.No obstante, un recuerdo fugaz le cruzó la mente, ¿había estado soñando?
No recordaba con claridad lo que había sucedido en sus sueños y mucho menos el instante en el que perdió la conciencia.—Que vergüenza —refunfuño, levantándose.
Camino hasta la entrada y, antes de dar un paso al pavimento, se percató de cierto castaño que yacia durmiendo en el asiento frente a ella; no pudo evitar sonreír enternecida.
Así que no era la única.
Este es un corto relato que surgió mientras estaba de regreso a mi casa y empecé a escuchar Jueves de La Oreja de Van Gohg.
Esperó poder pulirlo cuando tenga más experiencia en la escritura.Gracias por leer 🌱.
ESTÁS LEYENDO
EL TREN
RomanceHay miraradas que expresan más de mil palabras. 🍂 Historia Corta 🍂 Original 🍂 Finalizado