El rapto anunciado

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Cuarto día

Este rapto no se le pareció en nada al ya conocido y anunciado por algunas religiones, puesto que, según el rapto de la mitología, solo serían elegidos los creyentes más devotos y humildes de todo el mundo. Los elegidos serían envueltos en una luz, y desaparecerían ante los ojos de cualquiera que estuviera junto a ellos. La realidad fue muy distinta. Los Grandes Medios de Comunicación de todo el mundo reportaron la desaparición misteriosa de los grandes mandatarios y algunos profesionales de todo el mundo. Reportaban sobre la desaparición de miles de personas. No eran los más fieles, ni tampoco los más humildes, eran los que dirigían el destino económico, político y social de cada país. Ese día se acrecentó estrepitosamente el pánico colectivo, la humanidad comenzó a abandonar toda esperanza de salvación. Si nuestros líderes nos abandonaron, ahora qué, se decían todos. Nos las jugaron. Es así, como se le dio término a la gran farsa. Ese día, después de hacerse pública la información, la humanidad calló en un silencio indecible. Todos estaban en shock, no hubo voces, no hubo correteo. Se hizo público, de igual manera, la existencia de los alienígenas, y que estos, fueron los que colaboraron con los líderes mundiales para abandonar el planeta, el cual estaba condenado a su inminente destrucción. El Papa, el máximo líder religioso, junto con otros grandes líderes se fueron. Otros negaban de su fe. Las religiones no fueron más que simples instrumentos de control y manipulación de mentes, para doblegar a las masas a servir a un propósito, la humanidad necesitaba creer en algo, en eso que le da significado a la vida, sin la cual, trabajar no tendría sentido, por lo tanto, el sistema no tendría ninguna posibilidad de sobrevivir. Pero ahora todo es diferente, eso ya no importa, fuimos engañados. Este es el engaño más grande hasta ahora conocido por la humanidad. Así decía ese hombre creyente, que escribió el sentir de lo que quedaba del mundo en ese entonces. Según ese apóstata, después de ese silencio, la humanidad gimió, se arrepintió y entró en pánico absoluto. Fue algo impresionante ver el rostro de desesperación y frustración de tantas personas. En un tiempo se creían ser el centro del universo. Ahora, de mala manera, han entendido que como el espacio está repleto de estrellas, tantas que la vista no nos alcanza para verlas a todas, así mismo de insignificante resultó ser la humanidad. Tantos planetas, tantos sistemas solares, tanto espacio, y se nos ocurrió que estábamos solos, que todo era para nosotros, aunque no pudiéramos tomarlo. ¡Qué ridículo! ¿Cómo medir el grado de desarrollo cognitivo y espiritual de una civilización? ¿Cómo puede una civilización, llamarse a sí misma avanzada, si ni quisiera haber dado respuesta a las preguntas más básicas e importantes que pueda hacerse todo ser pensante? Preguntas como: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Cuál es mi origen? ¿Por qué existo? ¿Hacia dónde vamos? ¿Cuál es el propósito de la humanidad como ente colectivo? Estas sencillas preguntas, son las que marcan el grado de crecimiento de una especie pensante. Pretender que somos una especie altamente avanzada sin dar estas respuestas tan básicas, es engañarnos y fingir que no somos ignorantes, cuando lo único que realmente sabemos, es dar por sentado lo que no podemos comprobar. Ahora es tarde, si tan solo pudiera el tiempo retroceder, de seguro, todos cambiaríamos nuestras formas de pensar, y nos encaminaríamos hacia otro rumbo. Lamentablemente, ya es tarde, este es el precio de nuestro error. Estamos condenados, juntamente con nuestro planeta, si es que realmente lo es, a lo mejor no es nuestro planeta de origen. ¿Quién sabe? Eso ya no importa. ¿Qué peso, o qué importancia tuvo el haberse dedicado a una religión? Ya no hay cielo, ya no hay infierno. ¿A quién le importamos? ¡Qué difícil es dejar de ser niño de un día para otro! Antes, vivíamos soñando despiertos, ahora que despertamos, ya no hay que soñar. ¡Mejor hubiéramos muertos sin despertar! ¡Dichosos y bienaventurados los que murieron soñando! Se dice que la muerte es menos dolorosa. El miedo y la inseguridad, poco a poco nos consume hasta los huesos, ya no hay reposo para el alma. Ya no se escucha la canción. ¿A dónde fueron los instrumentos musicales, que tanto gozo ciego nos ocasionó? ¿Si pudiéramos volver al pasado? Y si pudiéramos, ¿qué nos garantiza que no cometamos los mismos errores? Y si nos volviésemos mensajeros del futuro, entonces ¿quién nos creería? Este mundo está condenado. No es de extrañar, siempre lo estuvo. Este ciclo de vida culmina con esta inevitable catástrofe. Estas fueron las palabras desalentadoras de algunos, que aún buscaban respuestas, antes de sumirse en el absoluto caos.

Cuenta regresiva: Siete días para el fin del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora