Campanilla sobrevoló Nunca Jamás en busca de Peter Pan. Los niños perdidos y el pequeño Thomas seguían en la segunda entrada o salida, de la cueva. Mientras, en teoría, Peter debía estar aguardando en la primera. Campanilla no lo había encontrado allí. Ni siquiera cerca.
Siguió volando, internándose en el bosque y cruzando las hojas verdes de los árboles. Pronto llegó a la montaña más alta, de la roca más alta. Subió rozando las rocas, a una velocidad escalofriante. Se detuvo en la cima y sonrió.
― Campanilla ―dijo Peter percatándose al instante de su presencia. La pequeña hada se acercó tintineante―. No podía. No quería encontrarla, Campanilla.
Desconcertada, se posó sobre sus rodillas flexionadas y lo observó ladeando ligeramente la cabeza. Peter desvió la mirada.
― No lo entiendes. Ella... no quiere crecer. No quiere regresar. ¿Cómo puedo hacerle esto?
Campanilla se sentó con las piernas cruzadas y tintineó de nuevo. Su pequeña manita se posó sobre su brazo dando pequeños golpecitos, intentaba consolar al muchacho, y logró arrancarle una sonrisa triste.
― Siempre has cuidado de mí, Campanilla. Y yo jamás dejaría que te hicieran daño. Y sé que ella está con Garfio, y él no es como tú... Pero creo que en lo esencial... no me preguntes por qué, pero me parece que Garfio hará como tú hiciste conmigo. ―Campanilla tintineó―. Sí, Campanilla, odio admitirlo pero... Me parece que el viejo lo conseguirá. Y sin trucos ni trampas. O al menos eso espero...
——
Lottie retrocedió un paso involuntario. La razón le gritaba que obedeciera al Capitán, pero algo en su interior le ordenaba que mirara más allá de lo que se veía.
La pequeña criatura le devolvió la mirada, una llena de sufrimiento y miedo. La vio recogerse las rodillas con sus diminutas manos, protegiéndose a sí misma. Su porte era decidido pese al miedo que los inundaba, logró que reconociera en la mirada de la criatura un deje de su propia persona.
― Retroceda. Poco a poco... ―escuchó al Capitán susurrando cerca de ella, instándola a que se alejara.
El chillido agónico de la criatura logró despistarla los instantes en los que había considerado la propuesta del pirata. Pensó que era una estúpida, que se había vuelto completamente loca.
Dio un paso hacia delante con cautela, pero decidida. La criatura hizo ademán de alejarse, pero quedó atrapada por la fijeza de la joven.
― ¿Está loca? ¡No se acerque! ―le exigió con el tono moderado pero alterado.
― Espere... ―murmuró acercándose más. La criatura dio otro paso hacia atrás, pero sin perder su inocente mirada de la muchacha―. Tranquila... No te haré ningún daño... ―murmuró.
― El daño se lo hará ella como se acerques más. ¡Vuelva aquí, niña estúpida!
Charlotte lo ignoró y siguió avanzando sin vacilar. Estaba harta de que la gente siempre le ordenara las cosas, en ocasiones era mejor seguir el instinto. Y ahora mismo este le gritaba que no debía tener miedo.
― ¿Te duele? ―murmuró con dulzura mientras se agachaba a su altura―. Puedo curarte...
― ¿No creerás que...?
La voz del Capitán se detuvo cuando vio a la pequeña sirena avanzar de cuclillas hacia Charlotte. Ella le tendía la mano desnuda, con una sonrisa en el rostro que lo dejó sin habla. ¿Cómo era capaz de sonreír esa pequeña víbora con tanta dulzura?
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Garfio
De Todo"Hace falta mucha fe, confianza, buenos pensamientos y polvos de hada para hacer creer en la magia a alguien que ha perdido la fe..." Charlotte Darling tiene 18 años recién cumplidos y un problema que parece incapaz de resolver. Su padre quiere casa...