𝐼𝐼𝐼 -𝓘𝓷𝓼𝓽𝓲𝓽𝓾𝓽𝓸 𝓗𝓮𝓵𝓵 𝓗𝓸𝓾𝓷𝓭-

1.8K 185 94
                                    

*Separador: Gally*

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

*Separador: Gally*

8 años después

Me alejé de la ventana intentando que las malas vibras no llenaran mi cuerpo más de lo que ya lo hacían, pero era prácticamente imposible hacer eso.

Hoy era un mal día.

Malo, malo, malo.

Cinderella me había llamado a su mansión y el motivo por el que eso era malo era porque no lo hacía desde hace años.

Habían pasado 3 años desde que había dejado de ser la "niñera" de Evanna; ella ya no necesitaba que alguien la cuidara.

Terminé de tomar mi taza de sangre mañanera y cerré mis ojos con fuerza, intentando tranquilizarme, pero unos toques en puerta me lo impidieron. Fui a abrirla y ahí me encontré con mi mejor amiga, una Evanna de casi 16 años, completamente cambiada a la niñita de 5 que había conocido. Sin embargo, sus rizos y ojos brillantes eran prueba de que eran la misma persona tierna y cuidadosa.

—Buenos días— Saludó con un tono bajo y con la nariz y mejillas rojas por el frío que hacía en el exterior— Lo siento, ¿te desperté?

Yo solo negué con una mueca de molestia y le dejé entrar.

—No, solo que interrumpiste mis sagradas horas de alimento.— Le di un trago no tan sagrado a mi taza, mostrándole pruebas a la rizada de lo que decía.

—Oh, lo siento— Parecía sorprendida y apenada— Si quieres vuelvo en un rato más.

—No seas ridícula, Nana.

Se sentó frente a la barra de mi cocina con una sonrisa mientras negaba por mis palabras y dejó un plato en el lugar.

—Te traje pastel de sangre... O eso intenté

Me dio una descarga de felicidad escuchar sus palabras, por lo que prácticamente corrí hacia ella, dejé un beso en su cabeza y procedí a lanzarme al bendito alimento y devorarlo sin mucho cuidado.

—Delicioso, magnífico, muy bien niña— Dije al ir a la mitad de terminar con todo lo que había en el recipiente.

Evanna lucía perdida en sus pensamientos y algo triste; la comida ya no estaba pasando muy bien por mi garganta, por lo que pregunte:

—¿Qué tienes? — La pregunta salió mal pronunciada por mi boca llena de alimento.

—¿Yo? ¡Nada! — Se rascó la cabeza y evitó mi mirada.

—Dime, ya.

La rizada solo soltó un bufido, pero asintió y sin atreverse a mirarme, me confesó lo que estaba pasando.

—Hice algo malo.

—¿Malo? — Solté una carcajada dejando salir un poco del alimento de mi boca, cosa que me pareció desagradable y dejé de comer de una buena vez— Ups, lo siento. Pero tú no eres de las que hacen cosas malas, Nana.

Infierno Escarlata (C.E 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora