llevo eso de una hora y media aquí sentada y los minutos se me han pasado volando, no ha habido ni un sólo momento de silencio, y cada vez las palabras que salían de la boca de Iván me gustaban más y más, al igual que el.
Devoramos la cena en cuestión de segundos y empleamos el resto del tiempo en conocernos. Bueno... más bien en conocerlo yo a el, a pesar de todas las cosas que han sucedido nos conocemos a penas hace horas, y creo que explotaría si abro mi mente de la manera que lo ha hecho el. Me lo ha contado todo, y cuando pienso que no se ha dejado nada me sorprende con otra nueva historia. Me sorprende, si. Y yo, ajena a todo lo que sucede a mi alrededor le miro, a el y a sus preciosos ojos azules, y le escucho, como nunca antes había escuchado a nadie. Y sonrio, sonrio como nunca antes lo había hecho.
Tiene 20 años, y es estudiante: veterinario.Vive sólo, desde hacía dos años. Sus padres se divorciaron cuando tenía solo 7 años y el se vino a vivir con su madre a la ciudad. Ella no tardó en encontrar pareja, y parecía que Iván no tenía hueco entre ellos dos, asi que en cuanto pudo se largó.
Le encanta la música, su padre le enseñó a tocar el piano, dice que puede que se deba a ello su pasión por ella. No me he atrevido a preguntar si sigue teniendo contacto con su padre, el tampoco se ha ofrecido a contármelo.
Me pierdo en sus historias hasta que una pregunta hace que me encuentre en décimas de segundo:
-No deberías llamar a tu madre, estará preocupada- Me dice el chico.
Yo simplemente agacho la cabeza y aprieto los ojos:
- ¿Qué pasa? no has traído el teléfono-me dice mientras se mete una mano en el bolsillo y saca el suyo.
-Esto... si, creo que debería irme ya...- Le contesto y me pongo de pie.
-Vale, no te preocupes ¿dónde te dejo?- me dice levantándose el también.
-En el centro- digo.
-¿vives en el centro?- Pregunta sorprendido mientras camina junto a mi en dirección al coche.
Permanezco en silencio unos segundos, no se que responderle. Pienso que ya ha hecho demasiado por mi, y llevarme a casa... a pesar de que el centro esté a una hora caminando de donde vivo... me parece excesivo. Pero le pilla de camino.
-¿Irina?- dice mientras agita la palma de la mano frente a mi cara.
Mierda, llevo demasiado tiempo pensando:
-Emm.. no... pero... puedo ir andando, déjame allí, por favor- Contesto con un tono de voz demasiado bajo diría yo.
Llegamos al audi blanco:
-A ver, ¿Dónde vives?- pregunta mientras me indica que me ponga el cinturón de seguridad.
-Enserio Iván, no me importa ir andando- le digo.
-¿Cerca de donde te encontré?- contesta haciendo caso omiso a mi respuesta.
'Te encontré' suena bien. Realmente me encontró. Las cosas perdidas se encuentran, y supongo que yo estaba perdida. Iván me encontró...
-Si... bueno, tres calles más allá...- le digo sin apenas separar los labios y agachando nuevamente la cabeza muerta de la vergüenza.
- ¿Y pretendías ir andando? estas loca...- se ríe y arranca el coche.
Yo río también, y el trayecto se me hace corto.
Ya que no lo cuento cosas sobre mi el me las arranca de la manera más sutil. No me creyó cuando le dije que tenía dieciséis y casi me obliga a enseñarle el DNI.
Pensaba que era mayor, y también que mi pelo no era natural. Le hablé sobre mis gustos musicales... e incluso se me escapó que bailaba, aunque desvié deprisa el tema para ahorrarme hablar de mi madre y con ello de mi familia y de la situación por la que pasaba en esos momentos.
Sin que yo le dijera nada detiene el coche justo en frente de mi casa, y tras darle un par de besos y quedarme atontada con el olor que antes había sentido cuando me dejó su anorak en el río, me bajo del coche, y después como unas siete veces las gracias por todo, me dirijo al portal y saco las llaves. Entonces el baja la ventanilla y se despide con un: 'hasta pronto, luna'.
Se me caen las llaves al suelo. Parece increíble que después de todo lo que hemos hablado se equivoque de nombre ¿en que se parece luna con Irina?
¿y me dice hasta pronto? no se cuando pretenderá que nos veamos... si no nos hemos dejado ningún modo de contacto... Mierda, no lo voy a ver más. Me inunda un sentimiento de angustia y tristeza. Bueno Irina, tu cuento de hadas ha terminado. Abro el portal y entro en casa, dejo entoces el vaso de coca-cola de el McDonalds sobre la mesita de mi habitación, y voy al frigorífico. Carlota me ha dejado una nota:
''Me quería haber despedido de ti pero no te he visto en toda la tarde, ya me contarás que tal el musical. Te dejo comida para una semana y te llamaré a menudo. Sé buena y no me eches mucho de menos''.
Cojo el papel cuadriculado y lo leo un par de veces mientras sonrio. Me alegro de que pueda desconectar un poco, se lo merece. Pero mi sonrisa dura poco. Hasta que me llevo la mano al cuello ¿Dónde está mi pañuelo? me doy cuenta rápidamente: ¡Me lo he dejado en el coche de Iván! vaya cabeza... bueno... supongo que le servirá como regalo para su próximo ligue.
Voy a mi habitación y me pongo el pijama, luego me meto en la cama y cojo mi móvil: dos llamadas perdidas, una de Carlota y otra de David.
Voy a pulsar la tecla verde para llamar a mi hermana pero otra cosa desvía mi atención: El vaso de coca-cola.
Abro mucho los ojos, dejo el móvil y cojo el vaso: escrito a bolígrafo negro hay un número de teléfono y a su lado, dibujada: una luna.
Mi risa nerviosa inunda la habitación, y no puedo estar más feliz, a pesar de que el chico que a partir de hoy cambiaría todo se haya empeñado en llamarme luna.
Su número de teléfono, eso es por que quiere que le llame. Empiezo a cavilar mientras mi espalda descansa en el colchón. Y tras dar vueltas y vueltas, y después de muchas vueltas más, reúno valor de alguna parte remota de mi y le llamo.
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Cuando el olvido se plantea recordar
Genç KurguDespués de un tiempo aquí encerrada, entre estas cuatro paredes blancas, creo que la única manera de no matarme a mi es matar otra cosa: el tiempo. La historia de mis dieciséis cuando el amor me dio la felicidad, la popularidad ¡el dinero! Y también...