Caminaba tranquilamente mientras frotaba mis manos en un movimiento efusivo para tratar de calentar un poco estas, ya que el frío ruso parece que en cualquier momento va a querer consumirme por completo. Realmente me cuesta entender como hay personas que pueden estar tan acostumbradas a este tipo de heladas, yo las detesto y siempre trato de huir de ellas, y si yo con miles de prendas para calentar mi cuerpo la paso mal, no quiero imaginarme las personas en las calles e incluso los pobres animales.
Suspiro y creo extraño a los niños del orfanato, a los ancianos del asilo y a los animales del refugio, en los cuales ayudó, son los mismos en que lo hacía mi madre y desde ahí ellos también formaron parte de mi familia. Amaba ir y ayudar, no únicamente por ver la alegría de aquellas personas o animales ante algo tan simple como una charla en medio de una comida, sino también porque me sentía cerca de mi madre, ya que miles de ancianos me hablan de ella como si fuera luz y realmente lo era. Sentía por unos momentos que podía tenerla cerca, que aún su amor existía y era guardado en algún lado, incluso podría jurar que amaba la sensación de saber que puedo parecerme aunque sea un poco a ella. A esa mujer tan amable, sonriente y llena de amor, que simplemente amaría saber que soy una parte de ella, pero aun manteniendo mi esencia, ya que nos diferenciamos en tantas cosas, ella era mucho más segura, fuerte, directa y odiaba hacer preguntas, sin embargo, parecía adorar contestar las mías y eso siempre fue algo que me hizo brillar.
Suspiro y miro mi reloj de muñeca rosa, indicando que ya han pasado mas de diez minutos de la hora acordada y eso hace que una mueca triste me invada, aunque trato de animarme mis sentimientos decaen y la ansiedad disminuye, para ser reemplazada por una triste melancolía ¿De verdad no vendrá? Tonta, tonta, Elaia. Me ilusione demasiado con esto y resultó ser un simple engaño, no lo culpaba de todas formas, quizás se dio cuenta de lo molesta que es mi presencia repleta de dudas y curiosidades sobre el mundo, o al menos esa era la opción menos trágica, ya que no quiero pensar que le sucedió algo de camino aquí o que siquiera se olvidó de su propia invitación. Vamos a casa, Elaia.
Por primera vez en mucho tiempo me pongo de acuerdo con mi consciencia, mientras bajo los escalones de aquel lugar que moría por recorrer y aún con mis manos enfundadas en aquellos guantes blancos acomodando mi bufanda y gorro en tonos rosados, comienzo a alejarme con lentitud, como si quisiera que pasara algo que evitará irme y se que podría ver aquel lugar sola, pero no quería hacerlo si no era a su lado, llámenlo capricho, pero realmente me hubiera gustado hacerlo junto a él.
Supongo que, después de todo, si era un simple juego.
Suspire pero antes de poder dar un paso más escucho el rechinido de las llantas sobre el asfalto, provocando que me gire sobre mi eje, para ver delante de esa majestuosa entrada a nada menos que Lamborghini Veneno en color negro brillante, que me deja con la boca seca y dispara mis nervios, sabiendo perfectamente de quien se trata, no únicamente porque no es normal ver este tipo de vehículos un miércoles en la tarde, sino que pocos serian tan excéntricos para usar este auto en el clima que hay, donde copos de nieve probablemente lo bañen en cualquier momento.
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The Monster © [+18] ✔
عاطفيةLibro I de la Bilogía la Debilidad del Diablo: The Monster. [COMPLETA] Elaia Sikora es hija de uno de los mafiosos más importantes en Polonia, sin embargo, ella poco está enterada de este mundo y se ve a la hora de actuar de esa manera dulce y amoro...