II

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La bruja le había tendido un vial con una pócima que reconocía a kilómetros, la miró brevemente y la colocó en sus labios, listo para beber su contenido. El veritaserum bajaba lentamente por su garganta y la ansiedad subía rápidamente por su estómago.

No tenía nada de qué preocuparse, ¿cierto? Él no había hecho nada malo y su participación en la segunda guerra mágica se había limitado a seguir órdenes directas de aquél-que-no-debe-ser-nombrado. Sí, él había reparado el armario evanescente y eso había concluido en el asesinato de Albus Dumbledore a manos de Severus Snape, pero él no tenía la culpa de eso, ¿verdad? Él solo había seguido órdenes.

Su madre le había dicho que sin su padre en casa y con el lord durmiendo junto a ellos, él tenía que hacer lo que fuese que Voldemort le pidiese. Se le había impuesto la marca tenebrosa contra su voluntad, aunque él había fingido diciendo que era lo que siempre había querido. Mentiras.

Pero él sabía que todo estaba mal y él no quería ser partícipe de eso. Solo quería que todo terminara y que él y su madre pudieran huir de Londres, de su padre Lucius y de una vida que les había arrebatado más de lo que les había dado.

Y ese día, había tenido su oportunidad. Harry Potter, Hermione Granger y Ronald Weasley habían sido capturados por los carroñeros. Lucius le había exigido reconocer a Potter pues era demasiado obvio que se trataba de él. Si no, ¿quién era aquel chico deformado en compañía de Weasley y Granger?

Pero él no había podido, las palabras simplemente habían abandonado su garganta. No lo reconoció pues algo lo obligó a no hacerlo y creyó que con eso ellos podían escapar, esperaba realmente que fuera así.

Hasta que su desquiciada tía Bellatrix vio aquella hermosa espada en manos de un carroñero. Supo que todo había acabado y él sería torturado por no haber reconocido a Potter.

Su tía le había ordenado ir por los prisioneros mientras torturaba a Hermione Granger y él había ido solo para desaparecer de tan traumática escena. Él no podía ayudarlos a desaparecer y los gryffindors serían tan gryffindors que no abandonarían a Granger. Tenía que pensar en algo y tenía que ser rápido.

Alzó su varita con precaución, aunque sabía que ellos no tenían la suya.

- ¿Potter? -Preguntó con cautela y cierto miedo.

- ¿Qué quieres, Malfoy? -Le respondió con acidez en su voz. - ¿Nos vas a torturar como tu tía a Hermione?

-No... Pero necesito que vengan conmigo. Ella ha encontrado una espada y quiere saber de dónde la obtuvieron.

Vio como ambos chicos palidecieron al oírlo. Potter se agarraba el cabello con evidente ansiedad y por alguna razón él quería ayudarlo. No entendía por qué.

-Escucha, Potter -Carraspeó - No sé qué rayos significa esa espada, pero sí sé que Bellatrix está furiosa. Será mejor que piensen en una buena excusa para explicar su posesión sino las cosas serán peor.

Harry lo había mirado con una ceja levantada, no creyendo que el rubio los ayudaría. Ya no le quedaba nada más en que creer y decidió hacerle caso.

- ¡Draco! -Se escuchó un gran grito desde la sala donde se encontraba Bellatrix- ¡Trae primero al duende!

Draco los miró con aprehensión.

-Griphook -El moreno habló. - Tienes que decirle que la espada es falsa.

-Tengo que subir con el duende. Lamento que no pueda ayudarlos, me gustaría ser un elfo doméstico para poder desaparecer con ustedes de aquí. -Terminó viendo significativamente al ojiverde.

Stay Close To Me. (Drarry/Harco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora