Narra Mateo
+ No esperaba encontrarme en una revista.
Me sincero.
+ Al menos no tan pronto.
Corrijo.
+ Y no puedo negar que es algo que quisiera evitar de aquí en más...
- No depende de mí.
Se excusa interrumpiéndome agobiada.
+ Déjame terminar.
Le pido acariciando el dorso de su mano. Nos hemos sentado junto al piano para tener esta conversación.
+ Sé que no depende de ti, y también que te molesta encontrarte allí, pero es parte de tu vida.
Le recuerdo.
+ Para mi es nuevo, y lejos de buscar la fama, quisiera seguir llevando una vida lo más tranquila posible.
Sus gestos agobiados empeoran según voy explicándole como me siento.
+ Lo que no quiere decir que estar junto a ti haga que me merezcan la pena estas pequeñas putadas.
Pongo tras su oreja un mechón de pelo rebelde que se ha caído de su coleta.
+ Y que puede que mientras aprendo a manejarme en este mundo tuyo tan expuesto necesite de tu ayuda para saber como tengo que actuar, comportarme o simplemente llevarlo.
Con mi pulgar acaricio el lunar que tiene bajo el labio y que tan loco me vuelve.
+ Pero no quiero que dudes que ahora tú eres mi mundo.
Acorto nuestras distancias, sin apartar mi dedo, ni tampoco besándola aún.
+ Y si eso significa exponerme yo también voy a hacerlo, porque te quiero a ti.
Prometo.
+ Cuando ríes.
Rozo nuestras narices, cariñoso.
+ Cuando lloras.
La mano que acariciaba su lunar, ahora abarca su mejilla.
+ Cuando estás con una camiseta de andar por casa.
Sigo enumerando algunas de sus facetas.
+ Y cuando eres la estrella del pop, y todos desean saber de ti.
Cierra los ojos, dejándose hacer, lo que aprovecho para unir nuestros labios en un beso que pueda transmitirle todo mi amor. Nos disfrutamos, alargándolo todo lo que nuestros pulmones lo permiten, para luego rematarlo con pequeños picos que nos demuestran las ganas de mantenernos unidos que sentimos.
- Te quiero.
+ Yo te quiero.
La recibo cuando busca mi abrazo, escondiéndose en mi torso. Es adorable.
+ Ven, vamos a comer.
La aparto después de unos minutos para enseñarle lo que he preparado. No ha reparado en ello.
- Me apetece comerte a ti.
Nada más verlo se lanza a mis labios otra vez.
+ ¿A ti la Pepi no te ha enseñado que primero la comida y luego el postre?
Con enormes esfuerzos hago uso de la poca sensatez que me queda tras su beso y me niego. Si no come algo ahora, no sé cuando lo hará, todavía le quedan largas horas de trabajo.
Se echa a reír, deleitándome con sus carcajadas.
- Sí que me lo enseñó.
Contesta juguetona, colando sus manos por debajo de mi jersey.
- Pero nunca se me ha dado bien eso de seguir las reglas.
+ Quieta, fiera.
Atrapo sus manos, devolviéndolas a una distancia prudencial de mi cuerpo.
+ Quiero que comas.
Le doy un pico.
+ Mira que tu y yo ya nos conocemos, y luego te dan las siete de la tarde con solo el café y las galletitas del desayuno en el cuerpo.
Rueda los ojos.
- Que cansino eres.
+ Puede, pero lo de cuidarte sola tampoco se te da bien.
La chincho citando sus palabras.
+ Por eso tengo que cuidarte yo.
Beso sus comisuras.
+ Aunque te prometo que esta noche vas a agradecerme tener comida en el cuerpo de tanto que voy a cansarte.
Aseguro a quemarropa y siento como un escalofrío la recorre.
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Todos los secretos (Segunda parte)
RomanceUna historia en la que TODOS tienen algo que ocultar