20:Su corazón.

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Los recuerdos son como pequeñas luces en el alma y cabeza, brillantes u opacas, grandes y pequeñas, felices o dolorosas...

Pero Himawari guardaba más que sólo fugaces imágenes en su pequeña cabeza, en su mente había un almacenamiento extra de algo peculiar. Algo que de vez en cuando le desgarraba el alma o le provocaba cosquillas en el estómago, mantenía vivas aquellas sensaciones qué el suceso le había provocado, era como volver a vivir una y otra vez la misma escena. La emoción al ver los copos de nieve de la primera navidad en la que estuvo consiente, el gélido hormigueo en sus manitas enterradas en la blancura resplandeciente, el tibio baho qué escapaba de sus labios en sintonia al ritmo suave de su corazón. Amaba ese recuerdo y le bastaba cerrar los ojos para volver a revivirlo... Sin embargo habían otros que no le agradaban tanto.

Como su mamá desapareciendo de casa.

Una mañana simplemente ya no estuvo ahí para darle un abrazo, su ropa se desvaneció junto a las fotos y las rosas del florero se secaron.

Las siguientes noches su llanto la acompaño hasta el amanecer, abrazada a su viejo conejos de felpa ahogaba sus sollozos con su manta, rogando que al salir el sol pudiera correr a la cocina y encontrar la linda sonrisa de su mamá, la cual la abrazaría fuerte y le diría que jamás se volvería a ir. Pero eso no sucedió, los días avanzaron, las semanas, sin embargo pronto se vio obligada a abandonar las lágrimas y ser fuerte, no por ella, sino por el hombre que salía al jardín por las madrugadas y lloraba más fuerte que la propia Himawari. Lo hizo por ese hombre que fingía firmeza en público y se desmoronoba en soledad, entonces aún con la cortitud de su comprensión la pequeña niña se sintió egoísta, descubriendo también qué si bien tenía mucho perdido aún conservaba a papá. Y en su momento con eso le bastó.

«¿Entonces mamá no me quiere?». Pero esa cruel vocecita saltaba a su cabeza en cualquier oportunidad, picandole con el mismo tema, quizás ella no era amada por la mujer de ojos perla, quizás la molesto demasiado con sus juegos tontos, quizás se negó muchas veces a tomar sus medicinas, quizás la harto con sus juegos de princesas, tal vez se fastidio de tener que contarle los mismos cuentos todas las noches. Quizás mamá había huido de las molestias. Quizás mamá había huido de Himawari.

Entonces el miedo caía sobre su diminuto cuerpo y le helaba la sangre, las lágrimas se asomaban por sus grandes ojitos celestes y el agua salada escurría por sus mejillas. Volvía a caer en la debilidad y eso le frustraba, le frustraba porque entonces papá dejaba de sonreír, la casa volvía a oscurecerse y los pajaritos huían de ahí. Fue continuo, fue doloroso, insoportable y asfixiante.

-¿Hima?

Su atención viajo rápida a la fuente de aquella melódica voz, topando un par de ojos brillantes qué apaciguo esa extraña sensación en su pecho.

-¿Estas bien?

Sus labios pintaron una sonrisa al sentir los cálidos dedos de Ino acariciar su cabello.

-Shi.

-Bueno, estabas muy pensativa cariño -Sin previo aviso fue elevada a los brazos de la rubia, riendo en el proceso gustosa enredo sus bracitos en el cuello de la mayor-. Tantas cosas maravillosas han de pasar en tu cabecita ¿quieres leche tibia?

La pequeña asintió alegre, aferrándose con más fuerza a Ino. Respirando la fragancia a flores silvestres qué desprendía l mujer, si bien las rosas se habían secado hace tanto tiempo, ese olor tan frasco las remplazo por completo.

Hima era amada y tal vez no por su madre, pero si por la Yamanaka.

Esa mañana paso rápida entre cocina y peluches. La vitalidad regresaba de a poco al cuerpo de la rubia y con ella la tranquilidad de los Uzumaki, al fin habían risas otra vez, las visitas nunca faltaban y los mimos seguían ahí. Lo que la trajo de aquella pesadilla no fue otra cosa que el amor y la desesperación por volver a ver a su familia, esa familia que adquirió por azares del destino, sin aviso alguno y por piezas, piezas que junto para volver a crear su hogar.

Amaba jugar con la pequeña azabache en los intervalos de tiempo que tenía mientras preparaba la cena o la comida, por supuesto que estaba más recuperada pero eso no quitaba el hecho que aún requería de la ayuda de alguien ajeno para ciertas cosas. Entre esas llenar la despensa y salir por mandados, medie en su sano juicio la dejaría salir sola por una largo tiempo, en veces le estresaba qué le tomasen por inútil, igual no era lo que pensaban pero así le hacían sentir, la emoción pasaba tan pronto las miradas repletas de angustia de Hima y Naruto le daban una bofetada realista. Nadie quería volver a pasar por algo tan horroroso.

El sol caía cuando se vio libre de todo trabajo doméstico o necesidad de la más pequeña. Tendida en el sofá escuchando las risas de la niña y la voz de Tsunade a unas habitaciones de distancia, fue incapaz de percibir una parecencia ajena qué surgió a su lado.

Para cuando el chakra contrario apareció en su radar era muy tarde.

Si espíritu se derritió al sentir como era jalada y puesta boca abajo en cuestión de segundos.

Pero le llevo más que esos segundos para cavilar qué estaba boca abajo pero recostada sobre alguien y que ese alguien le sonreía juguetón, divertido ante la expresión de horror de la rubia.

-¡Naruto! -Chilló con un matiz carmín en las mejillas, la respiración acelerada y el corazón loco. Cualquier atisbo de miedo anterior fue arrasado por una ola de nervios, siendo consiente al fin de que las grandes manos del moreno se encontraban aferradas a su cintura y las suyas se mantenían posadas sobre el firme pecho de este-. ¿Q-qué haces? ¡Me asuste! ¡No es gracioso!

Pero para Naruto Uzumaki, el mismísimo zorro de las nueve colas, el héroe de guerra para la aldea, era muy graciosos y adorable aquel ceño fruncido qué marcaba las cejas de Ino, adjuntado los tonos rosados en sus mejillas y el ligero temblor de sus extremidades.

-Lo siento Ino-chan, no pude evitarlo. Estabas tan distraída qué pensé en darte una sorpresa, nunca creí que te asustaría tanto -Sus bellos y malditos ojos zafiro se incrustaron en el alma de la rubia-. Juro que esa no era mi intención -Una mano del moreno dejo el cómodo sitio de su cintura para viajar a su rostro, dejando su es caricias en la mejilla de la sofocada mujer-, perdóname.

Sí. Ino Yamanaka entro en corto circuito, olvidándo la función motriz vital para un ser humano: Respirar.

¡No podían culparla! Su mirada tan seria y ese tono tan profundo de la voz de Naruto, simplemente la dejaban desarmada a todo.

-S-sólo no lo h-hagas de nuevo...

Le invadió una terrible vergüenza al notar lo absurdo y ridículo que se vio su intento de seriedad. Pero pronto eso se esfumó al darse cuenta que Naruto la miraba fijamente, sin embargo parecía estar en algún universos alterno al suyo. Fueron los minutos más silenciosos de su vida en los que el moreno atravesó todo su ser.

-¿Qué...?

-Ino, cásate conmigo.

Entonces la blanquecina y fugaz luz de un relámpago qué se colo entre la cortinas, iluminó sus cuerpos.

Hubo algo en su pecho qué brillo más que ese relámpago, y fue un corazón.

Su corazón.

***

Hola mis amores!!

Ya sé, volví a desaparecer por mucho tiempo. Sin embargo he vuelto y con la mente fresca!

Espero le haya gustado este capítulo y los invito a leer mi nueva historia de Hogar:)

Gracias por leer🌻🐝

Papá soltero✔ Hija prodigio✔ Y...¿¡Mamá sustituta!?✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora