***Todos los personajes de Sherlock Holmes son de la autoría de Sir Arthur Conan Doyle. La adaptación para TV es propiedad de BBC. Esta historia fue escrita con fines de entretenimiento. ***
"La mayor declaración de amor es la que no se hace; el hombre que siente mucho, habla poco
Platón".
Molly Hopper estaba de pie frente a la puerta del gran salón. Mientras esperaba a que el maître la condujera a su mesa, miró una vez más, incrédula, la invitación que llegó a su apartamento esa misma mañana. Ella no era una persona sociable; su trabajo absorbía la mayor parte de su tiempo, aunque eso no la impedía de salir de vez en cuando a tomar un trago en un bar cualquiera con algún amigo o conocido suyo. Sacó la tarjeta color marfil de su elegante sobre y se cercioró de que fuera su nombre el que estaba impreso en letras doradas. Aún no creía que alguien tan poderoso como Mycroft Holmes, que vivía rodeado de personas importantes en todos los ámbitos, se tomara la molestia de invitar a una simple patóloga forense.
Desde su lugar podía escuchar la música interpretada por el cuarteto de cuerdas. Dio un vistazo rápido al salón y notó que éste era pequeño pero decorado de forma elegante; las mesas estaban decoradas en tonos marfil y dorado, y en el centro de éstas descansaba un candelabro con velas de vainilla y rosas blancas en su base. El interior estaba iluminado con una suave luz ambarina, dándole un toque romántico a la velada. Todo estaba preparado para recibir al menos unas treinta personas; esto, lejos de tranquilizar a Molly, le puso los nervios de punta. Se sentía aún más intrigada por los motivos de Mycroft para invitarla. Era una reunión íntima con sus seres más allegados, ¿por qué invitaría a una mujer con la que apenas había cruzado palabra?
Un hombre vestido de etiqueta se acercó a ella con una cálida sonrisa y preguntó: — Soy Charles, encargado de la atención de los invitados. ¿Viene usted a la cena del señor Holmes?
—Sí —Molly extendió la invitación y el hombre la tomó. La leyó con cuidado y agregó: —Tiene la mesa dieciséis. Acompáñeme, señorita.
Molly asintió con timidez y entró al salón detrás del maître.
Cruzó el salón hasta llegar a su lugar, al fondo del salón. Una vez ahí, dejó su bolso y respiró profundo; el aroma a vainilla y flores lograron calmar sus nervios por un momento. Un camarero se acercó y le ofreció una copa de champagne. Ella la aceptó y dio un sorbo largo, sin importarle que la bebida burbujeante y helada le quemara la garganta. Se volvió hacia la pista de baile y vio a una pareja mayor que bailaba al ritmo que marcaba las notas del vals del emperador. Vio a la mujer vestida con un hermoso traje de seda cruda color gris: la falda era recta y le llegaba hasta los tobillos. En cambio la blusa era de escote lineal y portaba un bolero a juego. Molly se detuvo a mirar su vestimenta y sintió una profunda tristeza; su vestido negro de gasa no podía competir con aquel costoso traje. Si bien el cuello halter del mismo hacia resaltar sus finos hombros, al igual que el corte arriba de las rodillas la hacía lucir más alta, parecía no ser era el atuendo apropiado para un evento de esa categoría.
Suspiró resignada y bebió el resto del champagne. Sólo esperaba que la noche terminara rápido y olvidarse del error de haber aceptado aquella invitación; quería llegar a su apartamento y darse un baño caliente en su tina en compañía de un buen libro. El cuarteto comenzó a tocar otra pieza. La mesa estaba para ella sola así que no había nadie con quien conversar. Conocía a algunos de los invitados por medio de las revistas y los diarios, y aquello la deprimió aún más.
—Bien, Molly. ¿Por qué demonios aceptaste venir aquí? —murmuró para sí misma, irritada.
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The Girl who counted
RomanceMolly se preguntó porque aceptó la invitación que llegó aquella mañana a la puerta de su apartamento. Sin embargo, ella sabía la respuesta a su propia pregunta y tenía que ver con cierto detective, famoso por sus métodos poco ortodoxos para resolver...