El salón de la casa de Elrond estaba colmado de gente: Elfos en su mayoría, aunque había unos pocos huéspedes de otra especie. Elrond, como de costumbre, estaba sentado en un sillón a la cabecera de la mesa sobre el estrado; a un lado tenía a Glorfindel, y al otro a Gandalf. La Reina fue la primera en entrar, el Elfo Noldor le sostuvo la mano la llevarla a su asiento, a su lado, así que Eldar, Legolas y Tauriel se sentaron junto a Elentari. Frodo los observó maravillado, pues nunca había visto a Elrond, de quien se hablaba en tantos relatos; y sentados a la izquierda y a la derecha, Glorfindel, y aun Gandalf a quienes creía conocer tan bien, se le revelaban como grandes y poderosos señores.
Glorfindel era alto y erguido, el cabello de oro resplandeciente, la cara joven y hermosa, libre de temores y luminosa de alegría; los ojos brillantes y vivos, y la voz como una música; había sabiduría en aquella frente, y fuerza en aquella mano. La Reina Elentari, a su lado, igual de hermosa y fina como su madre, según se decía; tenía pómulos no tan pronunciados; la Reina de Hielo, porque tanto su piel como cabello eran platinados y su mirada, sin importar la expresión, se apreciaba fría, el azul de sus ojos hacía temblar a cualquiera; sin embargo, esa misma luz platinada iluminaba cualquier habitación. El Noldor y la Sindarin se sonreían casi inconscientemente a cada momento.
El rostro de Elrond no tenía edad; no era ni joven ni viejo, aunque no podía leer en él el recuerdo de muchas cosas, felices y tristes. Tenía el cabello oscuro como las sombras del atardecer, y ceñido por una corona de plata, no como de la Reina, la de ella sí tenía joyas como las de su collar; los ojos eran grises como la claridad de la noche, y en ellos había una luz semejante a la luz de las estrellas. Parecía venerable como un rey coronado por muchos inviernos, y vigoroso sin embargo como un guerrero probado en la plenitud de sus fuerzas. Era el Señor de Rivendel, poderoso tanto entre los Elfos como entre los Hombres.
En el centro de la mesa, apoyada en los tapices que pendían del muro, había una silla bajo un dosel, y allí estaba sentada una hermosa dama, tan parecida a Elrond, bajo forma femenina, que no podía ser, pensó Frodo, sino una pariente próxima. Era joven, y al mismo tiempo no lo era, pues, aunque la escarcha no había tocado las trenzas de pelo sombrío, y los brazos blancos y el rostro claro fuesen tersos y sin defecto, y la luz de las estrellas le brillara en los ojos, grises como una noche sin nubes, había en ella una verdadera majestad, y la mirada revelaba conocimiento y sabiduría, como si hubiera visto todas las cosas que traen los años. Le cubría la cabeza una red de hilos de plata entretejida con pequeñas gemas de un blanco resplandeciente, pero las delicadas vestiduras grises no tenían otro adorno que una guirnalda de hojas cinceladas en plata.
Junto a la Reina, había un Elfo, lo notaba con la misma mirada platinada de su madre, pero él irradiaba en lugar de congelar, con cabellos oscuros, no tanto como los de Elrond, sino castaños, piel tersa y con ligeras marcas de barba y con cejas tan pobladas como las de un Enano y, por la cercanía que mostró con los Enanos, podía asegurar del lazo que ahí había. A su lado, una Elfa de cabello largo, no completamente liso y de castaño rojizo, sus ojos de color verde claro mostraba la misma pena oculta de la Reina, el mismo dolor les pesaba a las dos. Por su parte, el tercero al lado de Elentari, era de cabello rubio, lacio y largo, sus ojos de color azul claro, se veían vigorosos. Parecía que sólo la Elfa y el Elfo se mostraban cercanos, mientras que, el Elfo junto a la platinada, se veía ausente, como si no encajara entre el resto, Frodo notó que ni siquiera se mostraba cercano a la madre.
Frodo no había visto ni había imaginado nunca belleza semejante en una criatura viviente, y el hecho de encontrase sentado a la mesa de Elrond entre tanta gente alta y hermosa lo sorprendía y abrumaba a la vez. Gandalf era el más chico de los antes mencionados, incluso Eldar, como escuchó que lo llamaban, era un poco más alto que el mago. Aunque tenía una silla apropiada, y contaba con el auxilio de varios almohadones, se sentía muy pequeño, y bastante fuera de lugar; pero esta impresión pasó rápidamente. La fiesta era alegre, y la comida todo lo que un estomago hambriento pudiese desear. Pasó un tiempo antes que mirara de nuevo alrededor o se volviera hacia la gente vecina.
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Eldar
Fanfic*Basado en la adaptación cinematográfica de El señor de los anillos y los libros escritos por Tolkien* *No es necesario leer la primera parte para entender esta* Elentari luchó en tantas batallas y la última fue tan significativa porque significaba...