CAPITULO 52:

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ALISTENSE QUE SE VIENE EL MOMENTO QUE TODAS ESTABAN ESPERANDO CON ANSIAS.

NO SE ME INFARTEN

MONI Y ANDREW EN MULTIMEDIA 

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Con una sonrisa le di las gracias al mesero, cuando puso frente a mí el plato de la cena. Si bien el restaurante al que Andrew me trajo era muy elegante, en un barco atracado en la costa y con vistas al mar y el cielo estrellado; yo pedí un plato poke. No me gustaba la cocina complicada y menos exagerada, cuando era de noche. Así que un platillo que contenía arroz de sushi de base, salmón por proteína, y unos cuantos vegetales como zanahoria, cebolla, maíz dulce, chile, piña, mango, khale, edamame y aguacate. Era más que suficiente. Andrew también le dio las gracias al mesero cuando le llevó langosta y los dos empezamos a comer.

Si bien hablábamos, era solo lo básico de mi parte. Porque me hacía sentir aburrida que aunque yo le dijese que esperaba que nuestro matrimonio falso fuese con el mismo trato al estar en público o a solas, él rehusara tocarme y hacerme el amor. Tras la llamada de su hermana, que también estaba con mi amiga Flor, él se encerró en sí mismo como una ostra. Me dejó a solas con el móvil tan pronto dio los saludos y se metió al baño para alistarse. Y luego de eso... hablarme como si no hubiese pasado nada. No me había casado con él para obtener casi medianamente lo mismo que con Adolfo, y él lo sabía. Así que mi molestia era justificada.

Mi amiga había tenido su opinión al respecto, no de acuerdo en que asumiera que Andrew lo sabía todo, incluido mi enojo. Y que debía contarle como me sentía. Pero hasta ahora no me animaba. Estábamos en un lugar con demasiada gente y de verdad que no sabía si me apetecía quejarme por no ser complacida en mis deseos.

¿O sería que estaba ovulando y pronto me llegaría la regla?


FLASHBACK:

—Tú estás de luna de miel, y tienes cara como de parecer en un velorio o entierro—apoyé la barbilla en la mano—sé que va a haber un entierro. Pero no creo que sea el de la muerte de alguien.

Consiguió hacer que me riera.

—Babosa—suspiré.

—Dime. ¿Por qué esa cara? ¿No te ha dejado disfrutar de los paisajes, de lo máquina sexual qué es? ¿O tan mal lo hace, que justo ahora caes en cuenta porque razón no tenía novias o ex, cuando lo conociste?

Miré que él no me escuchara, y también la hice cerciorarse de que mi nueva cuñada no estuviese cerca.

—Tal parece que este matrimonio sí que era fingido en toda la expresión—ladeó la cabeza

— ¿No te hizo llegar?

—Ni siquiera me ha tocado—parpadeó dos veces.

— ¿Qué? Pero hasta donde me habías contado, los dos parecían casi queriendo coger como conejos.

— ¡Flor!—abrió los brazos—deja de ser tan corriente.

—Me lo dice la que era feliz sentada en una acera tomando cerveza a pico botella, sin importar quien la viera—volví a reír—no te hagas la santurrona ahora, Mónica—apreté los labios—las cosas como son. Los dos se deseaban. Sus miradas echaban candela cuando se miraban en la boda. ¿Qué pasó?

—No sé, Flor—bufé saliendo al balcón—el día de la boda cuando ya íbamos a dormir, no quiso que hiciéramos el amor.

—Aunque le hiciste su buen servicio—hizo un gesto con la mano y la boca, mientras se carcajeaba.

SUITE 405 (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora