11 - Sorpresa distante

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No supo en que momento volvió a dormirse, solo que cuando abrió los ojos ya el sol estaba alto en el cielo. Sentía los ojos hinchados y la boca seca. Tomó agua de un vaso en la mesita de noche y algo llamo su atención, nadie había venido a despertarla, ni a traerle su desayuno. Tal vez Bethel se había encargado de ahuyentar a todos explicando que se sentía indispuesta el día de hoy. Era mejor así, no tenía ganas de ver a nadie hoy, se sentía desanimada.

Caminó muy despacio hasta la ventana abierta y se sentó en el alfeizar. Desde ahí podía ver todo lo que rodeaba la casa, el jardín, y lo que parecían ser unos establos. Un poco mas allá algunas pequeñas casas que parecían ser de campesinos o sirvientes, y otras pequeñas edificaciones, incluso un gran castillo. A lo lejos se alzaba una enorme muralla que no había notado antes, al igual que tampoco recordaba haber visto la cantidad de guardias que custodiaban la propiedad. Suspiró mientras miraba hacia la entrada de la mansión, había un gran ajetreo entre las criadas que prácticamente corrían de un lado a otro, también habían trabajadores recortando arbustos y barriendo las hojas con rapidez. "¿A que se deberá tanto alboroto?" pensó curiosa mientras el familiar sonido de cascos de caballos acercándose llamaban su atención.

Un grupo de al menos cincuenta caballeros con armaduras se acercaban a gran velocidad a caballo, su bandera con el escudo de la familia real de Alstania, que ya había visto en el libro que Bethel le había mostrado antes, ondeaba al frente anunciando quienes eran. Como traían cascos era imposible ver sus rostros. El que parecía ser el líder ataviado con una regia armadura rojiza lidereaba al grupo que redujo su velocidad al acercarse a la mansión.

Sintió como su corazón se aceleraba ¿Acaso sería él? ¿podría ser que después de una terrible noche un rayo de esperanza iluminara su día? Del casco rojizo emergió su cabeza mostrando el cabello castaño ondulado y sus inconfundibles ojos rojos. Como si un imán lo atrajera, Kadir alzó la vista hacia la ventana. Una súbita ráfaga de viento agitó los cabellos dorados de Aylah, sus ojos violeta brillaban al mirarlo con intensidad mientras pestañeaba sorprendida. Alzó su mano saludándolo mientras le mostraba la mas bella de sus sonrisas.

Por un instante Kadir la miró sorprendido, luego frunció el ceño y bajó la cabeza ignorando el saludo por completo. Se llevó una mano a la nuca y revolvió el cabello en la parte trasera de su cabeza de manera nerviosa, parecía frustrado, molesto. ¿Qué demonios había hecho para enojarlo esta vez? Aylah suspiró decepcionada, este era un hueso muy duro de roer. Lo siguió con la mirada viendo como le daba órdenes a los hombres a su alrededor mientras su tío salía a recibirlo. Aunque estaba lejos la tensión entre ambos era visible en los gestos rígidos y las miradas que se dirigían al saludarse. Esto no se veía para nada bien.

Se bajó del alfeizar, debía elaborar un plan, ver con Bethel la manera de quedarse a solas con él. Tenía que averiguar si solo estaba de visita o si se quedaría al menos una noche. Ya podía hablar bastante bien, pero no sabía si sería conveniente entablar una conversación, su imagen de niña inocente debía mantenerse también intacta, su cerebro estaba trabajando a mil por segundo cuando súbitamente la puerta de su habitación se abrió de golpe. Sin previo aviso entró su tío seguido por varios sirvientes, no lo había visto en casi cuatro meses pero su cara de disgusto al mirarla seguía siendo la misma.

- Tenemos una visita muy importante, así que actúa como una buena niña y haz todo lo que te diga – aunque hablaba con suavidad la voz de su tío no dejaba de sonar amenazante.

Bajó la cabeza tratando de lucir amedrentada, aunque no lo estaba en absoluto, mientras su tío salía del lugar sin dirigirle ninguna palabra más. Bethel escogió un vestido rosa pálido, con encaje blanco en el cuello y las mangas. Una cinta de un rosa mas oscuro ajustaba la parte de debajo del busto que estaba adornado con un bordado dorado. Otra sirvienta peinó su cabello recogiéndolo de manera sobria y colocando unas hebillas doradas con brillantes incrustados. Aylah miró el resultado en el espejo, era la primera vez que veía su reflejo desde que había despertado. Luego de que el sanador real le mostrara su deteriorada imagen no había querido verse nuevamente. Rehuía del espejo de la habitación y cada vez que Bethel cepillaba su cabello trataba de que lo hiciera estando ella en la cama o en una silla cerca de la ventana.

Abrió los ojos soprendida ante el cambio que había dado en tan poco tiempo, aun se veía delgada pero sus mejillas estaban llenas, había ganado peso. Su cabello rubio brillaba como hilos de oro y su cara de aspecto infantil le daba un aire angelical. Sus labios rosados contrastaban con su piel que aun estaba pálida pues apenas salía de la habitación para hacer cortas visitas a la biblioteca, pero su semblante lucía totalmente diferente de aquella esquelética Aylah que había despertado meses atrás. El peinado y el vestido la adornaban resaltando su belleza natural aunque su mirada completaba el conjunto, sus ojos violeta tenían un aire triste, melancólico, lejano, como si se tratara de una princesa aislada en una alta torre. Cuando estuvo lista Bethel la sacó de la habitación en la silla de ruedas.









Destinada a renacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora