• Capítulo 2: Barbara - La voz sanadora •

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Perdón por la demora, sucedieron inconvenientes
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P

ov. Bárbara

Desperté con los ojos hinchados y enrojecidos por las lágrimas que habían caído durante la noche. La tristeza pesaba sobre mí como una losa, recordándome la terrible pérdida que Mondstadt había sufrido con la muerte de Jean. Al girar la cabeza, vi a Klee durmiendo a mi lado, su rostro también marcado por el llanto. Me sentí impotente ante su dolor y el de todos los ciudadanos de Mondstadt.

"Jean... hermana", susurré con voz entrecortada, incapaz de contener mis sollozos. Me levanté con cuidado para no despertar a Klee y me dirigí hacia el balcón de mi habitación. El sol comenzaba a asomarse en el horizonte, pero su luz no lograba disipar la sombra que se había apoderado de nuestra ciudad.

Observando el paisaje, sentí una determinación crecer dentro de mí. Como sacerdotisa de la iglesia de Favonius, tenía el deber de brindar consuelo y sanación a aquellos que sufren. Mondstadt necesitaba desesperadamente una voz sanadora en estos tiempos oscuros, y me negaba a permitir que la tristeza nos consumiera por completo.

Bajé las escaleras con paso decidido, encontrándome con la figura de Jean que colgaba en la pared. Era su uniforme de los Caballeros de Favonius, un recordatorio constante de su valentía y dedicación. Tomé una bocanada profunda y me prometí a mí misma que honraría su memoria al ser una guía para aquellos que más lo necesitaban.

Caminé por las calles silenciosas de Mondstadt, pasando por los ciudadanos que vagaban con semblantes abatidos. Me acerqué a aquellos que parecían más afectados por la tristeza, ofreciendo palabras de consuelo y empatía. "Estamos juntos en esto", les decía, "la luz siempre regresará".

En un rincón apartado de la ciudad, me encontré con Timmie, un joven cazador que había perdido a su madre en un accidente hace años. Siempre había sido un niño solitario y melancólico, pero la muerte de Jean lo había sumido aún más en la tristeza. Me arrodillé junto a él, colocando una mano reconfortante sobre su hombro.

"Lo sé, Timmie. La pérdida es dolorosa, pero no estás solo. Mondstadt te necesita, y estoy aquí para ayudarte a encontrar tu camino", le dije con suavidad, permitiendo que mi voz transmitiera la calma y la esperanza que tanto necesitaba.

A medida que avanzaba, encontré a más personas en busca de consuelo. Madres que habían perdido a sus hijos, comerciantes cuyos negocios se habían visto afectados por la tristeza reinante, y ancianos que anhelaban la paz que Jean había llevado consigo. Me dediqué a escuchar sus historias, a ofrecer palabras de aliento y a recordarles que la tristeza no debía definir su existencia.

Mi camino también me llevó a la iglesia de Favonius, donde los Caballeros buscaban ref

ugio y esperanza en estos tiempos difíciles. Allí, frente al altar, me arrodillé en silencio, orando por la fortaleza y la sabiduría para guiar a los demás.

"Dame la fuerza para ser la voz sanadora que Mondstadt necesita", susurré en mi oración. Me levanté, sintiéndome renovada, lista para enfrentar los desafíos que nos esperaban.

La tristeza todavía prevalecía en Mondstadt, pero con cada palabra de consuelo y cada acto de amor, sabía que estaba ayudando a sanar los corazones rotos. La voz de Jean había sido silenciada, pero mi voz, junto con la de aquellos que se unían a mí en este camino de sanación, resonaría con fuerza para recordarnos que siempre hay esperanza incluso en los momentos más oscuros.

Barbara, la voz sanadora de Mondstadt, se levantaría para llevar consuelo y esperanza a aquellos que más lo necesitaban, recordando a todos que, incluso sin Jean, la luz de la compasión y el amor siempre puede encontrar su camino en nuestros corazones y en nuestra amada ciudad.
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Próximo capítulo: Klee - Travesuras en la oscuridad

Entre la oscuridad y la esperanza: Crónicas de MondstadtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora