3. Rodri

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Que Rosa me ruegue un puesto de trabajo para su amiga. Vale.

Que también tenga que vivir en mi casa. Aceptable.

Que deje de ser neutral otra vez cuando había dejado de intentar hacerle vudú. Eso ya no me parece tan bien.

Me he pasado años odiándola, y hacerlo me estaba volviendo loco, porque no podía dejar de pensar en que lo que ella me hizo cambió todo. Dejé de sentir emociones positivas por alguna mujer que no fuese de mi familia. Sentía que era su culpa.

No le quito importancia a lo que yo hice después de aquel día, pero no empecé yo la guerra que libramos desde hace cinco largos años, aunque los dos últimos haya sido una guerra en la distancia.

Louise, o Lou, como la llaman todos, jamás llegó a ser alguien importante para mí, no me dejó oportunidad. Pero sí llegó a ser la persona que quería ver en la ruina, cosa que nunca pasó.

Llego al restaurante más rápido que nunca, quizá iba demasiado deprisa, pero ,cuando llego, Alonso ya está en la barra.

Qué raro, está hablando con un guiri bastante apuesto. Es sarcasmo, obviamente. Pongo los ojos en blanco cuando escucho su truco estrella, hacer un perfecto acento inglés británico pero con un tono de lo más sugerente. Ni siquiera entiendo lo que les dice cuando hace eso, pero al parecer le funciona.

Alonso es así. Con su sonrisa deslumbrante, su pelo castaño despeinado y sus ojos azules consigue que caigas en su red.

Pero hay gente, como yo, que recibimos un trato especial.

Coqueteos sugerentes con contoneos y restregones, que siempre hace en broma, tardes con él fuera de su cama, sonrisas sinceras y no provocadoras...

Aunque bueno...

Le tengo un cariño especial. No suelo tener amigos con los que poder abrirme, cuando no lo hago ni conmigo mismo, pero si tuviera que hacerlo él sería ese amigo.

Cómo no tenerle aprecio si fue quien me hizo dudar de mi heterosexualidad.

Spoiler, no cambie de orientación sexual. Aunque me lo replanteé mucho. Por su culpa.

-Mira quién es- sale de la barra y me rodea el cuello con un brazo para revolverme el pelo-, mi marinista favorito.

-Ni siquiera existe esa palabra, idiota- lo aparto, sonriendo, para ir dentro a por mi delantal.

El jefe no vendrá hoy, creo que ha ido al aeropuerto a despedir a su hermano o algo así. Menos mal que hoy no está, así puedo vigilar tranquilamente.

Sí, le he puesto cámaras a Lou. A ver, en su habitación y en el baño no he puesto ninguna.

No soy un pervertido...

Ya me entendéis. O no, pero ya lo haréis.

La busco en la cámara del salón, nada. Cocina, tampoco. Ni en el trastero, tampoco en mi gimnasio (he mirado por si acaso, pero sé que no es fan de los deportes), la puerta de su habitación está abierta, no está dentro.

Seguro que habrá salido como una turista, a menos que...

Miro en la cámara de mi habitación y ahí está la condenada, sentada en mi capa y haciendo algo con los papelitos que puse para dividir nuestro espacio.

Su sonrisa malvada hace que me cabree más aún. ¿Qué se creerá la niñata?

-Alguien está a punto de explotar- bromea Alonso, susurrando a mi oído de forma asquerosamente seductora. Idiota.

-Alguien está a punto de morir- le enseño la pantalla de mi teléfono, donde aún se ve cómo la zanahoria con patas dobla el papel.

-¿Es la famosa Louise?- me quita el móvil y amplía la imágen, demasiado-. Es muy guapa- se encoge de hombros antes de devolvérmelo.

En el fondo del mar (Pausado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora