Capítulo 26

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Hoy hay doble capítulo subidos juntitos, así que antes de leer este, aseguraros de leer el 25, que a veces Wattpad se vuelve un poquito loco y os manda directamente al último :)))

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Pol.

Siempre pensé que sabía mucho sobre el amor, después de tantos versos que le había dedicado. Pero no. Ahora sé que no tenía ni puta idea. Lo había imaginado, recreado, intuido. Había besado otros cuerpos, mordido otros labios. Pero nunca había sentido lo que es que cada partícula de tu cuerpo tiemble al recorrer las líneas de una mujer. Ni la intimidad que genera una piel. Ni el anhelo que pueden provocar unos labios.

El amor, a mis veinte años, lo podría definir así, como piel e intimidad.

Sara me ha abierto un mundo de sensaciones nuevas que se reafirman cada día. Su olor guarda cierto perfume a fantasía. También a hogar. Pero, sobre todo, a inspiración. Cada centímetro de su tacto me inspira, pero también su interior. Su forma pausada de hablar. Lo que dice y lo que calla. Como se tapa la cara cuando ríe a la vez que sus ojos se achinan. Como acomoda su cabeza en el hueco de mi cuello por las noches. Como suspira, como anda, como folla. Cada faceta suya me está volviendo loco. Y tengo que reconocer que me resistí. Que me daba miedo no poder perdonarla. Pero solo necesité un beso más, una caricia más, una mirada más... para que derribara todas las barreras de esa muralla que me había construido.

Voy a confesar que a veces, el miedo a la soledad vuelve. No se instala, pero reconozco su olor a mi alrededor. Demasiados años juntos, ya nos hemos hecho amigos.

Y es que entiéndeme. Mi infancia estuvo marcada por el abandono. Primero, de mi padre. Luego, de mi madre. Quién estaba en cuerpo a mi lado, pero no en mente ni alma. ¿Te imaginas lo que es crecer sin un abrazo protector al lado? Después, en mi año en el centro de menores. Y por último... por último, cuando Sara me dejó en diciembre.

Es por eso, que, en ocasiones, sin predecesores ni avisos, sin acuse de recibo, me invade ese miedo al vacío de nuevo. A que Sara se vaya. A que Ainhoa haga su vida sin mí. A quedarme solo, otra vez, sin más compañía que yo mismo.

Y pensarás que ninguna persona debe necesitar a otro para sentirse bien. Y estoy de acuerdo. Pero eso dímelo a mí, con lo que la soledad me ha dolido y provocado durante tantos años.

Lo bueno es que esa sensación dura poco. Porque aparece mi morena favorita, esa de metro sesenta y algo, y solo con su presencia, hace que mis emociones negativas se diluyan.

Últimamente estamos viviendo mucho. Porque existir, existimos cada día que no morimos. Pero no todos nos acordamos de vivir.

Yo con Sara, lo hago constantemente. Vivimos. Hablamos. Reímos. Follamos. Nos olemos y nos tocamos. Sentimos.

El otro día hicimos el amor en la barra del bar.

Otro día nos bebimos unas cervezas en la terraza más bonita de Madrid. Aunque con la presencia de Sara brillando, ningún sitio donde ella esté se podría considerar como feo.

Nos metimos mano en un local decadente donde ponen buena música.

Paseamos de la mano.

Y siempre me evado de todo lo malo.

Del estrés que a veces me produce el hecho de estar a punto de publicar un libro.

De la preocupación de que mi madre esté con una persona que no me da confianza.

Del miedo que siento cuando recuerdo el susto de Ainhoa y su bebé.

De ese posit mental que tengo en mi cabeza, que me recuerda a menudo que Sara viene de un mundo de dinero y éxito y nunca estaré a su altura.

La magia de dos corazones en movimiento [Parte 2 Bilogía]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora