Miraste la puerta de entrada con cierta molestia, cruzándote de brazos para evidenciar tu disconformidad antes de que esta fuera abierta, revelando la figura de tu novio y una sonrisa apenada en su rostro.
—Hola, amor.—Saludó, pero no recibió respuesta por parte tuya.—¿Cómo estás?
No contestaste, en cambio solo te limitaste a levantarte de tu lugar y caminar hasta la cocina. No tenías apetito, se había desaparecido tan pronto como te enteraste que la cita que habían planeado por tanto tiempo había sido cancelada por él al darle prioridad a su trabajo.
¿Te molestaba? Definitivamente, porque sabías que en lugar de decir que no podía quedarse horas extras porque era muy acomedido había aceptado y te había mandado un solo mensaje para decir que tendrían que salir para una próxima ocasión.
—Cariño, no me ignores.—Te siguió hasta la cocina, atrapándote entre la encimera y su cuerpo.—Habla conmigo.
—¿Y qué quieres que te diga?—Gruñiste en su contra, tratando de empujarlo pero fue en vano.
—Sé que te enojaste por haberte cancelado, pero en sero no era mi intención cambiar nuestros planes, sabes la situación que tenemos y no podía negarme a aceptar un poco de ayuda.—Explicó, tratando de levantar tu barbilla pero te giraste.—Prometo que nuestra próxima cita te llevaré un mejor lugar al que teníamos planeado ir, te lo recompensaré.
—No me importa a dónde vayamos, me importa estar contigo.—Contestaste con una mueca.—No necesito ningún lugar sofisticado o lujoso, solo quería poder pasar esta noche contigo porque tenemos tiempo sin salir.
Soltó un suspiro cansado, asintiendo.—Lo hice mal, debí de consultarte. Pensé que nos vendría bien, solo quería aprovechar la oportunidad y así poder quitarnos una preocupación menos.
—Mi única preocupación en este momento es que siempre cedes y eso provoca que las demás personas se aprovechen de ti.—Lo empujaste, logrando salir de su agarre.
—Lo sé.—Contestó a secas, siendo consciente de su forma de ser.—Pero háblame, no me gusta que te alejes de mí.—Cuando seguiste sin contestar, te siguió hasta el otro lado de la cocina.—¿Qué puedo hacer para que me perdones?
Sabías que estabas siendo infantil con aquella actitud, pero tu molestia y tus pensamientos no ayudaban para nada a la situación. Querías entrar en razón al comprender su explicación, pero también no significaba que no te sintieras herida cuando habían prometido hacerse ese espacio y él habíá prometido que no cedería ante su jefe. Había roto una promesa, habías anhelado mucho aquella noche y nada había salido como habías imaginado.
Sentiste sus dedos recorrer tu cintura, jugando con el dobladillo de tu blusa, el cual provocó un cosquilleo que casi te hizo soltar una carcajada pero la alcanzaste a retener. Giraste tu rostro para que no viera como estabas cediendo a su toque, te conocía perfectamente y las cosquillas eran tu punto débil.
—¿Seguirás sin hablarme?—Cuando sus dedos se trasladaron a tu estómago, apretaste los puños a la altura de tu boca y cerraste los ojos, sintiendo el cosquilleo de manera insoportable.—¿Ni siquiera vas a verme?
Sus manos se pasearo por tus brazos, provocándote leves escalofríos hasta que llegó a tus hombros, luego volvió a bajar y repitió la acción un par de veces hasta que te sintió relajada ante la falta de cosquilleo, fue cuando sentiste como te giraba y con poca fuerza te levantó sobre su hombro, sintiendo como todo giraba en un parpadeo.
—¡H-hey!—Te quejaste, aún sorprendida por la acción.
—Si no vas a hablarme o siquiera verme, entonces me aseguraré de lograrlo de otra manera.—Cuando sus pasos se dirigieron fuera de la cocina, tus puños impactaron contra su espalda.
—¡Bájame! Es inútil que hagas esto.
—¿Segura? Porque conozco perfectamente lo que tengo que hacer para que me perdones, apuesto que también tu sabes.—Y, oh dios, no querías creer en sus palabras.
Al final de cuentas, ya lo estarías descubriendo.
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Ustedes saben que mis historias son inspiradas a base de un imagina... ¿Podrían adivinar en cuál me estaré basando próximamente?