2. Permiso

15 0 0
                                    

UN PAR DE HORAS ANTES

- Vamos mamá, por favor - Rogaba a mi madre para que me dejara ir.

- Y por qué te urge tanto ir a esa dichosa fiesta? - Preguntaba ella.

- Es la fiesta de despedida de Adam. Sabes perfectamente que mañana se irá del país. Como también sabes que él es mi mejor amigo - Intentaba convencerla para que me dejara asistir.

Quería verlo, ahí parado, sonriendo. Quería estar con él a su lado, aunque solo fueran 10 minutos. Quería hacerle saber que siempre iba a estar con él. Que supiera que pese a todo, todavía era alguien muy importante para mí.

Y quizás, solo si los astros decidían alinearse en aquel momento, decirle de una vez todos esos sentimientos que estaban pidiendo a gritos salir desde hace tanto tiempo.

El silencio se apoderó de la sala, temía lo peor: Que mi madre no me dejara asistir, que él se aleje, que yo me quede solo y que mis pensamientos me consuman nuevamente.

Sentía como mis lágrimas comenzaban a inundar mis ojos. Hasta que, de repente, oí unas palabras que hicieron que mis pensamientos desaparezcan:

- Está bien, puedes ir - Fueron las únicas palabras que salieron de su boca.

Sin pensarlo, corrí hacia donde estaba ella y la abracé con todas mis fuerzas.

- Pero... Con una condición - Por supuesto, nada podía ser tan simple viniendo de mi madre.

- A las 3:00 te quiero aquí en casa, está bien? -

- Claro mamá, estaré aquí a esa hora - respondí sin dudarlo. Me parecía el tiempo suficiente para hacer lo que quería.

- Bien cariño, ahora, ve - Dijo sin más.

Agarre mi mochila, que solo contenía una botella de agua y una pequeña cajita envuelta en papel de regalo.

Me puse mi chaqueta favorita, tomé las llaves de mi casa, me despedí de mi madre y sin más, abrí la puerta y me fui.

El sol ya se estaba ocultando, había mucha gente caminando por las calles. Algo normal siendo pleno noviembre.

Era verano, hacía calor y muchas personas ya estaban de vacaciones. Yo incluido.

Caminaba a paso apresurado, estaba nervioso, más de lo normal.

De todas formas nada me detuvo. Caminaba decidido hacia su casa. Quedaba bastante lejos, en el centro de la ciudad

Por supuesto, ya me sabía el camino de memoria. Había ido tantas veces que ya no era necesario estar pidiendo indicaciones.

Pese a mis nervios y a mis malditos pensamientos, en los que imaginaba todos los posibles escenarios en los que todo podría salir mal, caminaba contento; porque sabía que por lo menos lo podría volver a ver.

"Aunque sea por última vez..."

Cuando quise darme cuenta, ya estaba a pocas manzanas de su casa. Me encontraba en la colina de un pequeño parque, viendo todo a mí alrededor.

Veía la ciudad, los edificios, las personas. Veía como poco a poco el día se transformaba en noche, haciendo que las maravillosas luces de neón comenzaban a aparecer y a brillar con fuerza.

Luego de ver ese espectáculo, divisé la casa de mi mejor amigo, llena de luces, láseres y gente. La clara imagen de una fiesta de fin de grado universitaria.

- Bien, aquí vamos - me dije a mi mismo.

Tomé aire, aclaré mis pensamientos y comencé a caminar hacia aquella casa.

- Todo va a salir bien - repetía una y otra vez.

Luces de NeónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora