recuerdos vagos.

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El ruido en aquella taberna era todo lo que predominaba ante los oídos de aquel samurai de tez pálida, aunque a decir verdad, poco le importaba pues éste yacía tirado en un rincón sin poder reconocer su propia voz.

—Venti, ¿Qué le has dado?— Habló una chica, un poco molesta por su tono de voz elevado.

—Con razón mi bebida sabía únicamente a zumo...— Dijo riendo nervioso mientras la rubia lo fulminaba con la mirada.

El ambiente empezaba a ser incómodo para aquellos dos que estaban a nada de discutir, hasta que un Kazuha poco cuerdo empezó a balbucear cosas sin sentido y una mujer de tez morena suspiró fuerte.

—Lo llevaré a la habitación, pueden irse si desean, yo luego de ir a dejarlo me iré a dormir.— Sin pronunciar nada más, se marchó con el chico apoyándose en su hombro.

El albino pesaba mucho más que de costumbre, pero no fue tanto problema para ella. La habitación que había reservado al llegar a Mondstadt no estaba tan lejos de aquel lugar donde el silencio escaseaba.  "Por suerte" pensó la chica de dos coletas.

Dejó al peliblanco en la cama, dándole una pastilla para el, pronto, dolor de cabeza que éste tendría y se retiró, no sin antes verificar que quedara totalmente sumido en el sueño. Y así fue, el chico se quedó plenamente dormido apenas su piel entró en contacto con la suave cama del hotel. 

— Si tanto te gusta lo que ves, ven a probarlo, ¿no?

La voz provenía de una figura con la que estaba muy familiarizado a tratar. El dueño de la coqueta voz se encontraba apoyando todo su cuerpo contra el marco de la puerta, vistiendo un kimono bastante apretado y corto, y con una pose bastante comprometedora. El albino, quien se encontraba bastante fascinado por la seducción del más bajo, no se atrevió a pronunciar ni una sola palabra.  Mientras que el otro chico se desplazó con confianza hacia la pequeña cama donde se encontraba el samurai, colocándose con delicadeza en el regazo de él, o eso quería pretender, pues rozó su entrada previamente preparada por él, con el miembro erecto del contrario.

— Mete esa gran polla dentro de mi jodido ano ahora mismo, Kaedehara.— Susurró en el oído del otro, demandando con rudeza, para posteriormente lamerlo y dibujar una pícara sonrisa en su rostro.— Anda, el tamaño no lo tienes de adorno.

Despertó de golpe. Eran las 03:00 a.m.
"¿Qué mierda?" Pensó. Su cabeza dolía tanto que lo aturdía, todo a su alrededor daba vueltas y a duras penas sabía dónde se encontraba.

A como pudo se levantó y caminó a pasos torpes hacia el baño, lavó su cara y se percató de un bulto bastante molesto en su entrepierna. Rechinó los dientes, era realmente molesto hacerse cargo él solo cuando la mayor parte del tiempo el pelimorado le ayudaba.

Desde hace un tiempo su mano en ese tipo de situaciones no lograba satisfacerlo por completo, no como él quería. En cambio, aquel chico con apariencias de dominante y muy sumiso en el acto, lo volvía loco. ¿Cómo no iba a ponérsela dura cuando lucía como un dios? Incluso su voz al rogar entre sollozos por más o cuando gritaba su nombre, su cuerpo que parecía tallado por las manos de una mujer, tan fino y curveado, tan hermoso. Todo él le provocaba un sinfín de emociones y sensaciones que no puede explicar con simples palabras.

— Mhg...— Gimoteó el más bajo mientras sostenía con una de sus manos ambos miembros, moviéndola en un vaivén desenfrenado y de vez en cuando haciendo pausas para hacer movimientos circulares en el glande de ambos, dando escupetazos de saliva para mejorar el desplazamiento de su pulgar.

— Date la vuelta, quiero follarte. — El pelimorado se sonrojó, asintiendo y acomodándose tal como lo pidió, dejando a la vista su rosada y pequeña entrada.

El albino lo nalgueó con fuerza, provocándole un suave gemido. Se posicionó e introdujo todo su falo lentamente, sintiendo como el caliente y estrecho interior del chico poco a poco se adaptaba a su tamaño. Dio la primer estocada, seguido de movimientos un poco bruscos y gemidos entrecortados como respuesta a sus acciones. 

— Kazu...ha...— Dijo entre gritos el chico de figura fina, el nombre de su novio era lo único que podía, o al menos intentaba, pronunciar.

Se encontraba tan perdido en sus pensamientos que no se dio cuenta cuándo había empezado a masturbarse en aquel baño de lujoso hotel. Su boca estaba entreabierta, jadeando, con los ojos cerrados y su cabeza hacia atrás.

Su respiración se aceleró, avisando un pronto orgasmo, mordió su labio fuertemente mientras su mano subía y bajaba rápido, no tanto pero sí lo suficiente. La pre-eyaculación le permitía deslizar su mano con facilidad, provocando ruidos que solo él podía escuchar. De un momento a otro, el semen recorría su glande y resto del miembro, al igual que parte de su mano y ahora, el suelo.

Gruñó, limpiando el desastre que ocasionó y quejándose por el dolor de cabeza que pasó a segundo plano por 35 minutos exactos pero que volvió al moverse nuevamente.

"Maldito Scara, cuando regrese me las pagará." Pensó, bastante descontento con haber utilizado su mano y no el culo de su novio.

copas demás - kazuscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora