capítulo 1

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Maia

He pasado la mayor parte del día en una cafetería haciendo un trabajo para la universidad. Después de todo, la psicología no era tan fácil como esperé, además amaba tomar café en invierno. El invierno había comenzado hace poco y yo había tomado más de dos tazas de café sin importar la ansiedad que me causa. Estaba por irme a casa cuando recibí una llamada de Emma, mi mejor amiga. Nos conocemos desde pequeñas. Ella ha estado siempre a mi lado, sobre todo en mis momentos más difíciles. Emma me ha salvado la vida más de lo que me hubiera gustado.

—¿Dónde estás? —pregunta.

—En una cafetería, pero ya me dirijo a casa. ¿Pasa algo?

—No, te llamo para que sepas que mañana iremos a una fiesta.

—Emm, no estoy de ánimos para salir a fiestas. Además, sabes que no me gustan los lugares con muchas multitudes —contesto.

—Por favor, amiga, vamos. Hace tiempo no salimos juntas —dice.

Emma ama las fiestas. En eso nos diferenciamos mucho, pero cuando mi amiga insistía no podía decirle que no.

—Está bien, pero debes pasar por mí. Sabes que no me gusta llegar sola a las fiestas.

—Tranquila, nos vemos mañana a las ocho —cuelga sin que pueda despedirme.

Cruzo la puerta de la cafetería yéndome, cuando choco con un chico.

—Hey, cuidado —digo al recibir el golpe en mi hombro.

—Tú deberías mirar hacia delante para evitar que te choquen —no le tomé importancia a lo que dijo, después de todo no gano nada discutiendo con él. Sigo mi camino para ir a casa.

En cuanto abro la puerta aparece Zeus moviendo su cola de un lado a otro. Zeus es un pastor belga, una raza de perro muy peculiar. Él siempre me protege.

—Llegué, mi vida. ¿Me extrañaste? ¿Dónde está Chimuelo? —ladra como si entendiera lo que le digo, ya que corre en dirección a mi habitación. Lo sigo y veo a mi gato durmiendo en mi cama.

—Hey, Chimuelo, ¿no piensas darme la bienvenida? —en cuanto me oye se dirige hacia mí, maullando y ronroneando.

Voy a la cocina para alimentarlos y luego voy a la cama a descansar un rato. Escucho los ladridos de Zeus. En cuanto veo la hora me doy cuenta de que no saqué a caminar a mi perro. Sabía que era un riesgo salir a las diez de la noche, pero de igual forma tenía que sacar a Zeus, sino no dejaría de ladrar.

Íbamos caminando mientras Zeus olfateaba todo a su alrededor. Yo iba sumida en mis pensamientos. Últimamente he estado pensando mucho en este último tiempo. Había tenido mis altas y bajas; después de todo, no era fácil vivir con depresión y ansiedad. Iba tan perdida que no sabía hacia dónde me dirigía y Zeus iba a unos pasos más adelante que yo. En cuanto siento sonar una bocina, veo que viene un auto en nuestra dirección, pero a quien atropellaría no sería a mí sino a Zeus. Decido correr hacia él y lo empujo para que el auto no impacte contra él. Sin embargo, el auto me choca a mí. Siento dolor por todo mi cuerpo, me palpitaba la sien. Me esforcé por mirar en dirección hacia mi perro. Sentí un alivio enorme al ver que estaba bien. No dejaba de ladrar de lo asustado que estaba. Me sentía muy desorientada hasta que escuché la voz de un hombre.

—No cierres los ojos, trata de mantenerte despierta. ¿Puedes decirme tu nombre? —cada vez su voz se escuchaba más lejana.

—Te llevaré al hospital —dice, y es lo único que logro escuchar antes de desvanecerme.

Un Invierno a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora