El cielo estaba de un azul brillante, los rayos del sol chocaban con su piel lechosa, el viento hacía una pequeña brisa que provocaba un baile en su vestido. Su cabello rojizo bailaba al compás de su prenda blanca. Llevaba consigo una pequeña canasta con diferentes tipos de flores silvestres dentro de ella, la meneaba de frente hacia atrás mientras tarareaba una pequeña melodía y casi pareciese que los pequeños pajarillos que revoloteaban de aquí hacia allá le seguían el canto.
Caminaba por el pueblo hacia su destino, todo aquel que se cruzaba en su camino la miraba como si fuese un bicho raro, ya que su cabellera rojiza no era algo normal de apreciar, pero eso no significaba que le diese un aire de encanto y belleza.
-Ahí va de nuevo la Golondrina con sus pequeños cantos.
-Esa pequeña Golondrina es hermosa, pero rara a la vez.
-¿A dónde irá esta vez?
-¿Qué no es obvio? Va a visitar a aquel hombre.Murmullos y más murmullos se escuchaban a su paso. La verdad es que ya estaba acostumbrada y no les tomaba importancia, pues le gustaba ese precioso apodo. Las golondrinas a su parecer eran bellísimas y se identificaba tanto con ellas por el hecho de que le gustaría viajar tanto como ellas y por la parte rojiza de sus pequeñas cabezas y parte del pecho.
Siguió caminando ignorando los comentarios de las personas y aún tarareando esa melodía tan pegajosa. La hierba larga rozaba sus piernas desnudas y comenzaba a tener picazón en dicha zona, pero no le importaba, no iba a detenerse por nada del mundo, lo único que le importaba era verlo de una vez por todas.
A lo lejos divisó una pequeña casa hecha de madera con unas cuantas enredaderas en las paredes y un poco de musgo también, por la chimenea salía humo y desde donde estaba podía apreciar el aroma del guisado que estuviesen preparando. Corrió tanto como sus piernas se lo permitieron y tropezó unas cuantas veces, pero no detuvo el paso hasta que llegó a su destino.
Tocó la puerta de aquella casita y a los pocos segundos se abrió dejando a la vista a una mujer de mediana edad, cabellos oscuros como la noche, tenía un vestido marrón y sus pies estaban descalzos como siempre. Aquella mujer en cuanto la divisó se le formó una pequeña sonrisa un tanto triste.
-Vienes a verlo, ¿verdad? -por poco y parecía una afirmación.
-Así es -contestó con una sonrisa.
-Ya sabes dónde está pequeña Golondrina, cuando termines ven que preparé la cena.La pelirroja asintió con la cabeza y fue corriendo a la parte de atrás de la casa, sus pies ya dolían pero no le importaba, quería verlo.
Llegó a su destino final, respiró profundamente y por fin lo vio, una sonrisa se le formó en su rostro. Caminó hacia el lugar y su sonrisa se borró tan sólo un poco. Se sentó en el pasto verdoso y tomó las flores que había recolectado de varias partes del pueblo. Comenzó a colocarlas de forma delicada sin borrar su sonrisa y cuando terminó dio un suspiro.-Ví estas flores en diferentes partes del pueblo y pensé en traerlas, ya que prometiste decirme el nombre de todas las flores del mundo.
Su sonrisa se agrandó mientras miraba el cielo y extendía sus brazos para hacer mención en "todas las flores del mundo". Su sonrisa y brazos bajaron de apoco y lo miró de nuevo.
-Mi favorita es aquella azul, se parecen a tus ojos y al zafiro que encontramos aquella vez en el río, ¿lo recuerdas? -preguntó mientras tomaba dicha flor con sus dedos.
-¿Puedes creer que el pueblo aún me siga llamando rara por mi cabello? Aún me llaman golondrina, al igual que tu madre. No me molesta, de hecho me agrada, creo que me parezco a ellas -comentó mientras jugaba con la dichosa flor azul.Su mirada se levantó y divisó el cielo ahora de tonos naranjas y rojos, avisando al mundo que se estaba haciendo tarde.
-Creo que es hora de irme, tu mamá hizo la cena y no quiero hacerla esperar. Te veré mañana -su rostro comenzó a llenarse de tristeza -Aún te extraño, mi querido príncipe feliz.
La pelirroja se paró de aquel lugar en donde estaba y le hecho una última mirada a la tumba de su amado. En aquella lápida se comentaba: "Aquí yace el Príncipe Feliz, que me ha llenado de alegría hasta el último momento de su vida". Y sin más que c0mentar, se dió la vuelta prometiendo que vendría al día siguiente y lo visitaría, trayendo consigo el zafiro que ambos encontraron en el río.
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Ojos azules como zafiro
Short StoryEl ser humano dura pocos años. Nace, procrea y muere. Es el ciclo de vida del humano y de cualquier ser vivo del mundo. Yo me pregunto, ¿es algo bueno o algo malo? Depende de cómo lo vea cada uno de nosotros, supongo. Pequeña historia. Zafiro de un...