Podía sentir las texturas de aquellos cupones bajo su mano derecha, llevarlos en los bolsillos era la mejor opción, si quería mantener sus manos calientes dentro de estas.
Los cupones de comida hacía tiempo pertenecían en su vida diaria, y la cantidad de restaurantes y cafeterías que había recorrido los últimos años se hacían cada vez más extensas.
En su mente solo se podía reproducir aquella escena que minutos atrás había presenciado, y es que en su defensa que los dueños de un local gritaran como locos, era casi normal, y en su mayoría recurrentes, lo que no era normal, es que gritaran por algo como aquello.
Tal vez se debía a la jodida suerte del hombre.
Lo entendía, en su lugar haría lo mismo. Solo que con la Excepción de no gritar en público.
El optaría por hacerlo en su habitación sin nadie presente. O bueno, si al menos eso le llegara pasar.
Las probabilidades de ello eran nulas, pero no imposibles.
A la distancia pudo observar la fachada de su edificio, algo simple, y común.
Subir por el edificio siempre le había parecido una cajita de pandora, una en donde no sabrías que es lo que te encontrarías. Puede ser con algún vecino o vecina que lo único que quieren es sacarte información sobre tu vida privada.
Y de esos ya había conocido en su mayoría.
Sus pies recorrieron el pasillo que daba hacia su departamento mirando de reojo algunas puertas con su distinguible número.
No conocía a sus vecinos o bueno no de nombre. El prefería distinguirlos por aquel número que colgaban de sus puertas. Oh por la peculiar personalidad que cargaban cada uno.
Por ejemplo, y por decir algunos, en la número veinte suele vivir una mujer que se dedica a vender sus caricias por unos cuantos billetes. Como lo sabe, tal vez sea por las incontrolables veces que le ha ofrecido sus servicios.
En la veintitrés una viejita cuyo sueño más grande es viajar por el mundo, pero a opinión propia, es más fácil que ella viaje a otro plano.
En el dieciséis un hombre que esta entregado en cuerpo y alma a dios, y que juzga a todo mundo hasta por respirar, pero que a medianoche visita a la del veinte.
En la diecinueve una estudiante que está obsesionada con los mangas y los, pero que los lee a escondidas de sus padres.
Y por supuesto que no puede faltar su entrañable vecina del dieciocho, y que justamente está saliendo de su departamento, la mujer que todos adoran a excepción de él. Tal vez se deba a la persistente mujer que suele buscar algo más que una simple amistad.
"Tae, que gusto de verte, hace mucho que no nos encontrábamos" dijo la castaña mientras sonreía, y Taehyung quiere ignorarla, pero es imposible por una simple razón, por ser la sobrina del dueño del edificio.
Y es que, si tuviera un lugar mejor a donde ir, lo haría, pero no puede darse aquel lujo. No cuando tiene deudas que pagar y el único trabajo que tiene hace que acumulé más estrés, que dinero.
"Si, ya sabes, el trabajo me mantiene muy ocupado" contestó, forzando una sonrisa.
"Podríamos tomar un café un día de estos, claro, si el trabajo te lo permite"
"Oh lo siento, yo y el no solemos llevarnos muy bien" dijo tratando de abrir su puerta lo más rápido posible, haciendo un gesto de despedida con la mano. Dejando detrás la puerta a la joven mujer con las palabras en la boca.
Dejo escapar un suspiro, mientras su espalda chocaba con la fría madera.
La vida era jodida si se lo preguntaban, pero no más, como aquel dueño de la cafetería.
Debes en cuando salía en busca de algún trabajo normal, en su mayoría en las mañanas y tardes, en su búsqueda lo máximo que consiguió fue en un pequeño restaurante donde le ofrecían comida a cambio de sus horas de labor. A principio le agrado, pero con forme el tiempo pasaba las horas solían ser más y más largas, y su renuncia llego más pronto de lo esperado.
Su segundo empleo llego como un simple cajero en una tienda de convivencia donde su horario dependía en las madrugadas, no era el trabajo del año, pero al menos eso le ayudaba a pagar el alquiler de su pequeño departamento y a mantener viva su despensa.
A pasos flojos caminó por su sala pequeña y se tumbó en el único sofá que tenía. Cerro sus ojos cansados y maldijo internamente por su vida. Como era costumbre.
Su pequeño descanso tardó unos minutos, antes de volver en sí y mirar en la mesa de alado aquellos recibos que había recogido esa mañana, suponía que eran más deudas que pagar, pero aquel sobre blanco decorado daba la imagen de que no lo era.
Sus manos tomaron aquello, y una nota pequeña salió de ella.
v Querido Taehyung, espero que compartas mi felicidad, esperamos verte pronto.
K.J
Su vista viajo por aquellas iniciales en letras negras y pequeñas, leyendo detenidamente el nombre. mostrando uno que conocía muy bien, uno del cual no pensaba escuchar en su vida. O almenos en lo que restaba de ella.
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Can I Get It
RomanceKim Taehyung y Jeon Jungkook son dos completos desconocidos. Pero tienen algo en común. Un exnovio que los dejo en la ruina, y una invitación de boda de este. Uno busca venganza por el pasado y el otro, una simple respuesta.