Tras aquella tarde en la que los dos locos se habían encontrado, Julia avanzaba con pasos pesados, atrapada en un torbellino de pensamientos oscuros. Al doblar la esquina, ya cerca de su hogar, el estruendo de una lata que rodaba por el suelo la hizo detenerse; fue como si una sombra le hubiera dado un pequeño empujón. Sus ojos se pasearon por el entorno desolado, pero no encontró a nadie. La calle yacía vacía y silenciosa, así que aceleró su paso. Subió las escaleras con un sentimiento de urgencia creciente, lanzando miradas furtivas a los lados antes de abrir la puerta; una presión casi palpable le indicaba que había ojos posados sobre ella, atravesando las brumas de su locura y los efectos embriagadores de los medicamentos. Estaba convencida: no era una ilusión esta vez; alguien realmente la estaba observando.
Esa semana había estado especialmente paranoica. Antes de entrar, sacó el teléfono y marcó un número, manteniendo la cautela mientras miraba a su alrededor.
—Gary, necesito que te levantes y empieces a trabajar para mí ahora—ordenó con voz decidida, continuando con un par de instrucciones más—. Te enviaré un mensaje después, ¿de acuerdo? —finalizó la llamada y entró en casa sintiéndose incómoda.
Deseaba tener una gran cama donde refugiarse bajo sábanas y colchas durante días enteros; sin embargo, solo contaba con el sofá y una mesa repleta de libros universitarios que necesitaban ser ordenados. Había terminado recientemente su carrera y ya era momento de deshacerse de ellos. Comenzó a revisar algunos para determinar cuáles aún le serían útiles.
—Annette, qué bueno verte.
—Hola—respondió con poco entusiasmo.
—Estaba preocupada por ti.
—No tienes razón para estarlo—replicó sin más.
—El señor Harry ha estado aquí—dijo una mujer, era la madre, acomodarse en el sofá—. Insiste en que solo quedan quince días.
—Me han ofrecido un buen trabajo; si todo sale bien tendré el dinero para salir adelante—respondió Julia sin apartar los ojos del libro que leía.
—¿Y si no resulta bien? —preguntó su madre con inquietud.
—No te apresures a juzgarme—recomendó Julia con firmeza mientras sentía cómo su paciencia comenzaba a agotarse.
—Podríamos vender la casa; sería lo mejor para todos.
—¡NO! —exclamó Julia saltando del sofá —. Conseguiré el dinero como siempre lo hago.
—Venderla podría ser lo mejor para todos nosotros.
—Lo mejor para ti querrás decir —replicó mientras se cuestionaba: «¿Cómo puede querer deshacerse de lo único que nos queda?».
—Salgamos adelante juntas —suplicó su madre.
—Ya es tarde; ve a dormir —dijo Julia con tono amenazante, dando por cerrada la conversación.
Era lógico: Julia había estado asumiendo todos los gastos durante años; ella había lidiado con todo incluso cubriendo los costos del colegio de Evan, su hermano menor. Había hecho innumerables sacrificios para mantener la casa y sostener el estilo de vida que llevaban en ese sector medio alto.
La casa era lo último que les quedaba de los Lambert. Aunque Julia ya contaba con el dinero necesario para pagar la hipoteca, no podía simplemente aparecer un día con esa suma tan elevada; era consciente del carácter curioso de su madre.
Ya era bastante sospechoso que siempre tuviera recursos disponibles para todo. Y a Julia no le agradaría nada que su madre descubriera el origen del dinero porque si alguien tan ingenuo como ella lograra averiguarlo... entonces cualquiera podría hacerlo también.
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MALO HASTA LOS HUESOS
Mystery / Thriller-Julia, ¿te gusta un buen crimen? -le susurro, amenazante. -A todos les gusta, siempre que no sean la víctima. Código de registro: 1710023668604 ____________________________________ Copyright © Todos los Derechos Reservados