Ya había perdido el sentido negarlo. Estaba locamente enamorada de Daniel.
Lo había admitido hace 8 meses, en los que yo era la chica más feliz en el planeta Tierra. No sólo era la compatibilidad entre nosotros, él me aceptaba con defectos incluidos, no tenía que fingir ser perfecta frente a él, no tenía que mentir. En las noches, cuando lloraba fuertemente contra mi almohada, él estaba allí para protegerme con sus fuertes brazos, me calmaba y cuidaba de mi propia mente engañosa. Me hacía sentir completa.
-Hora de levantarse.
Gimo y abro un ojo para ver a mi adonis personal. Sus ojos verdes me miran con dulzura, y contengo el impulso de acariciar su cabello castaño rojizo. Definitivamente es muy guapo, y viene con una personalidad estupenda incluida.
-¿Qué hora es?-pregunto adormecida.
-La de levantarse-responde simplemente.
-La hora en verdad, idiota-digo sonriendo todavía con mis ojos cerrados.
-Las doce, muñeca. No me puedo creer que nos hayamos quedado dormidos.
Gruño.
-Aún es temprano. Dame cinco minutos.
-Nos di cinco minutos a las once, y mira qué hora es.
-Tengo sueño.
Casi puedo ver su sonrisa. Río cuando pone húmedos besitos a lo largo de mi cuello, desde mi hombro hasta mi mentón. Pero me niego a abrir los ojos.
-Necesito que abras tus lindos ojitos grises ahora ya. No voy a tener un día bueno si no los veo.
Gruño en protesta.
-¿Qué te parece dos minutos?
-Ahora, princesa.
Abro ambos ojos y me encuentro con los suyos muy cerca. Él de inmediato besa mis labios con dulzura, y me da una sonrisa deslumbrante.
-Buenos días, amor.
-Buenos días, señor-arruina-sueños-lindos.
-Espero que esos sueños lindos tengan que ver conmigo-replica de manera juguetona.
-Siempre. Ambos estábamos comiendo fresas en un parque, misteriosamente el parque estaba vacío a excepción de nosotros dos. Entonces aparecieron un montón de niños y niñas que gritaban y traían perritos en sus manos. Nos dejaron a todos los perritos y se fueron gritando y corriendo. Fue muy extraño. Sobretodo porque cuando me di vuelta, en lugar de todos los perritos, había un bebé. Era precioso y recién nacido. Justo ahí me despertaste, insensible-golpeé su hombro.
-Ese sueño es muy extraño.
-Vaya que lo es.
Se apoya en sus manos y me mira fijamente. Bajo la vista para apreciar su apetecible abdomen formado, pero rápidamente y algo ruborizada lo miro a los ojos.
-Dime, ¿has pensado en tener hijos?-me preguntó.
Quedo inmóvil por un segundo.
-Francamente no. Es decir, amo a los bebés y a los niños, pero jamás he pensado en tener uno.
-¿Y si tenemos uno?
Suelto una risita nerviosa. Mierda. Él parece estar hablando en serio.
-¿Hablas en serio? Tengo diecinueve y no estoy preparada. El año que viene entro en la universidad y no quiero quedarme sin estudios por un bebé. Sé que quizá son pensamientos egoístas, pero no puedo evitarlo, pienso en mí, en ti y en nuestro futuro. Para nada quiero un bebé cuando llevamos ocho meses juntos.
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¿Para qué Continuar?
RomanceElla era de todo menos alegre. Desde su forma de hablar hasta su apariencia. Hacerla reír era más difícil que ir a la luna a pie, sin embargo, había alguien que lo conseguía muy a menudo. Noah no creía haber adorado a una mujer más de lo que adoraba...