20: Hipotermia.

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No me gusta recordar las cosas que sufrió mi cuerpo y mi salud durante ese tiempo, pero ese día, no lo olvidaré, ni con la peor de las amnesias

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No me gusta recordar las cosas que sufrió mi cuerpo y mi salud durante ese tiempo, pero ese día, no lo olvidaré, ni con la peor de las amnesias. Y no solo porque que sentí que no resistiría vivo más tiempo, sino porque al fin me acerqué a él, diferente al resto de nuestras interacciones.

Diría que ese fue el verdadero inicio de nuestra historia, y los meses más felices de mi vida.

Tras verlo en su extraña casería, Axl se entretuvo escarbando entre la carne del oso, para sacarle los huesos y devorárselos.

Él estaba muy ocupado como para ayudarme a salir del agua, así que hice todo lo posible por regresar a la cabaña.

Juro que ya no tenía fuerzas ni para arrastrarme a la superficie, pero si no lo intentaba, sería peor sentir como los espasmos me rompían los huesos.

Seguía en el agua para ese entonces, totalmente incapaz de salir.
Ya no sentía las piernas, y debía aferrarme al hielo de la superficie para no hundirme.

Al poco tiempo me fue difícil respirar, y poco a poco perdí fuerzas, hasta que me solté, y descendí a la profundidad.

Ni siquiera estaba tan conciente como para sufrir por mi posible muerte, así que de haber ocurrido, tal vez no habría sido tan intolerable.

Aún tenía los ojos abiertos y ardientes por la sal, cuando vi al tritón entrar al agua, manchando de carmesí todo su alrededor.

Nadó hacia mí, como el ángel más bello de la existencia, y al estar cerca, me tomó entre sus brazos.

Todo era helado alrededor, pero sentirlo cerca fue cálido.
No recuerdo mucho de lo que pasó, solo sé que recargué la cabeza en su pecho, y escuché su corazón; latía más lento que en la superficie terrestre, y acompañado por los sonidos del agua con su movimiento, fue como oír un recital.

Salimos pronto a la intemperie, pero no me fue más sencillo respirar.

Lamento haberle dado tanto trabajo, y en realidad, no sé cómo racionalizó la situación. Lo resolvió, sin que tuviera que mostrarle cómo actuar.

Me sacó del agua, y quedé recostado en la nieve.
Él también salió; se acercó a mi rostro, olfateó mi mejilla, y segundos después, sentí su lengua en mi piel.

Me lamió un par de veces, para proceder a arrastrarme de vuelta a la cabaña.

La cadena en su cuello hacía un sonido agudo al chocar contra sí. Rogaba para que no hubiese nada con lo que pudiese atorarse, porque en ese caso, moriríamos los dos.

Sé que estaba confundido, porque se detenía de vez en cuando para mirar a su alrededor.
Sus fosas nasales se abrían, en busca de algún rastro de olor que nos llevara de regreso, pero no lograba hallar el camino.

La tormenta obstruía toda la vista, y aunque estábamos cerca de la cabaña, ninguno de los dos logró dar con ella.

Hubieses podido dejarme ahí, o seguir buscando hasta que muriera congelado por no soportar tanto como él, pero no hizo ninguna de las dos opciones.
En su lugar, me llevó de vuelta al agua, asegurándose de mantenerme pegado a su pecho.

Me abrazo fuertemente, y nadó con velocidad, para llevarme a la profundidad.
Sentía como el agua me entraba por la nariz, y como el cuerpo se me entumía cada vez más.

Creí que sería el fin, que estaba a punto de devorárme en algún lugar en el que ni siquiera se escucharían mis gritos, pero no fue así.

Descendió hasta que me dolió la cabeza, pero nadaba tan rápido, que ni siquiera sentí tan insoportable la falta de aire.

Llegamos a un punto en el que entramos por un túnel estrecho, y me apretó con más fuerza, para comprimir mi cuerpo junto al suyo.

Allí su postura cambió, y ahora nadaba en dirección a la superficie.

Fueron unos cuantos segundos más, hasta que salimos por un ojo de agua, hacia una cueva glaciar.

Había un poco de superficie de hielo, y para mi sorpresa, el agua no llenaba el espacio, lo que hacía posible respirar.

El tritón me sacó del océano, y salió para sentarse a mi lado.

Miré a mi alrededor; era una especie de nido, muy extraño y algo perturbador.
Estaba hecho con huesos y pieles de animales; aunque era desagradable, no pudo ser más oportuno.

Aún no estaba terminando, y lo supe porque había un cadáver de una morsa en el fondo, con una gran abertura en el inferior, por donde parecía haberle sacado los órganos y parte del esqueleto.

Era horripilante, pero mi única opción si quería sobrevivir.

Como pude, me arrastré a los restos del animal, y me quité toda la ropa mojada.

Axl se acercó a mí, mirándome adelgazar cada vez más.
Tuve que quitarme todo, y fue incómodo, porque su mirada sorprendida se dirigió a mi periné.

Trató de acercar su rostro, pero lo detuve sosteniendo su cabeza.

—No seas acosador, Axl —dije, empujándolo para ahuyentarlo de la zona.

Él gruñó, pero no hizo más que retroceder.

Lo siguiente por hacer, fue buscar un poco de calor, y la opción más simple, era entrar al cuerpo de la morsa.

Fue un asco, porque toda mi piel sentía la viscosidad del tejido muerto.

Entrar al nido del tritón era una equivocación; si lo hacía, podría atacarme por considerarme un potencial depredador que invadía su espacio.
Así que era mejor buscar mi propio refugio.

Cerré los ojos para que no fuese tan desagradable.
El olor era fétido, pero no tenía más opción, estaba funcionando para regular mi temperatura, y eso era lo importante.

La criatura me miró; se acercó a rastras y se acostó frente a mí, impidiendo que el viento del exterior entrara al refugio.

Su rostro estaba muy cerca; esa belleza me robó todas las ganas de morir.

Flexionó su aleta, para enredarla con mis piernas, rompiendo cualquier pequeña distancia entre nuestros cuerpos.

Sus escamas cortándome la piel fueron satisfactorias, porque me mostraron que aún tenía sensación en la zona.

Cerró sus ojos, y juntó la punta de su nariz con la mía, para luego, hacer un pequeño espacio para darle un lengüetazo pequeño.

Sonreí al sentirlo, con el cuerpo aún tembloroso.

En ese instante deseé no ser un humano, porque me habría encantado anidar con él, sin que mi estúpida conciencia me gritara que era un enfermo.

En ese instante deseé no ser un humano, porque me habría encantado anidar con él, sin que mi estúpida conciencia me gritara que era un enfermo

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Debajo del aguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora