Llegamos a la casa después de vagar por la ciudad pensando en todo lo ocurrido y los Wilder nos esperaban de nuevo para la cena. Nos disculpamos para arreglarnos y después de un rato bajamos. Cenamos como cualquier otro día y después de la tan acostumbrada charla en la sala, nos dirigimos a nuestros cuartos y para no perder la costumbre, Clair nos acompañaba. Philis se despidió y se encerró en su habitación. Quedamos solo Clair y yo en el pasillo.
-¿Podría confiar en ella?
-¿Podría acaso Clair decirme algo de lo quería averiguar? -Me pegunté.
Mire a Clair unos segundos.
-¿Te gustaría acompañarme un rato? – Le dije tímidamente.
Se le encendieron los ojos y noté que sus pupilas parecieron haberse dilatado más de lo normal.
-Claro que sí, me encantaría- dijo con sorpresa.
Sonrió y entró muy entusiasmada mientras yo me dirigí al baño para echarme agua en el rostro. Cuando salí vi a Clair sentada en la cama, me acerqué y la miré fijamente. Cuando intenté preguntarle sobre lo que pasaba, me puso un dedo en los labios en señal de que no hablara y hablo en un tono muy suave.
-Eres el hombre más encantador que he conocido-
Atónito, quise decir algo y tapó de nuevo los labios con sus dedos cálidos. Me tomó por el cuello y me besó con tal intensidad que olvidé en donde estaba. La sujeté por la cintura y mis dedos tocaron el llavero que trasladaba siempre con ella. Me tomó la mano para acomodarla en sus caderas. La sujete con más fuerza y rápidamente jalé el llavero mientras seguíamos besándonos. En mi poder estaban las llaves que me darían otra prueba de lo que ocurría en aquella casa infernal. Las aventé en la mesa que se encontraba pegada a la cama y la miré a los ojos. Supe que si hacia algún movimiento incomodo para ella, se iría desconcertada llevándose las llaves y toda la investigación se vendría abajo; Pero, engañaría a Samantha. Era una decisión sumamente delicada, tenía que decidir algo rápido, sin duda un momento crucial en mi corta existencia, pero la vida de mis compañeros y la mía estaba en peligro. ¿O acaso era una simple excusa para estar con la mujer que se había metido a mi mente desde el primer momento en que la vi? Imaginé a Samantha, pedí perdón y sentí un escalofrió en la espalda. Volví a mirar fijamente a los ojos de Clair y por vez primera pude comprender lo que significaba la palabra "hermosa". Cuando intenté hablarle me empujó por los hombros y caí recostado en la cama. Me miró con una mueca inexplicablemente sensual y se retiró lentamente los tirantes del vestido que reposaban calladamente en sus hombros. El vestido cayó y contemplé su cuerpo desnudo, fino, blanco y suave como el satín. El corazón me latía a gran velocidad mientras se inclinaba suavemente hacia mí.
-Dios mío, pensé- era la imagen más placentera que había posado frente a mis ojos.
La sensación que llegaba a mi cerebro por medio de las yemas de los dedos al momento de acariciar sus curvas era única e inigualable, su piel blanca a la luz de la luna me exigía caricias y no pude controlar más mis emociones humanas, aquellos placeres terrenales me inundaron, entregándome a todo su ser en cuerpo y alma.
Primero me besó con tal fuerza que me abrió el labio inferior. Sentí sus labios tibios que literalmente me succionaban con gran fuerza. Me quitó la playera de un tirón y su lengua húmeda comenzó a rozarme el pecho. Su cabello me acariciaba al mismo tiempo y pronto sentí que sus manos jalaban hacia abajo el pantalón fino que llevaba puesto. La tomé por la cintura y la estreché de tal forma que sentí la vibración de su corazón latiendo rápidamente. Se desprendió de un salto y se sentó en mi torso, acariciando mi cara con sus piernas suaves, tersas al tacto. Encogió elegantemente una pierna para descansar su fino y delicado pie en mis labios. Tenía un aroma como si hubiese caminado sobre pétalos de mil rosas. Besé y lamí cada uno de sus dedos con tal pasión que me dolía el corazón por las fuertes palpitaciones que estaba produciendo.
-¿Que tenía aquella mujer que había penetrado hasta lo más profundo de mi existencia?-
Me incorporé para poder seguir besando lentamente su empeine, sus cálidas espinillas hasta llegar a las rodillas. Clair se dejó caer y sus piernas quedaron apoyadas en mis hombros. Se movía lentamente de un lado a otro como si fuese una serpiente buscando su presa. Seguí besando sus muslos y llegué a la parte más cálida y húmeda de su bella figura. Mi lengua bailaba como nunca y parecía que tenía vida propia. Extendió los brazos hasta que tomó la cabecera de la cama mientras gemía como si el placer fuera insoportable. Subí acariciando su abdomen con la lengua hasta que me apretó contra sus senos. Estaba perdido en sus encantos y todo mi mundo era ahora algo diferente. Clair hizo lo mismo. Busco la parte más sensible de mi cuerpo y solo podía ver el reflejo de la luz en su cabello largo y oscuro como la más negra de las noches. La tomé de la nuca mientras seguía haciéndome sentir el placer más inexpresable hasta ese momento. Me estremecía y temblaba de vez en cuando. Súbitamente hizo un movimiento tan rápido y había quedado de espaldas a mí. Puse mi mano en su cadera y la acaricié tan suavemente que duré una eternidad en llegar a la cintura. Volteó y me besó de nuevo. Movía su cadera de atrás hacia adelante como invitándome a hacer lo mismo. Por fin quedamos de frente, los cuerpos juntos compartiendo la calidez que habíamos creado. Sus ojos, tan bellos e inocentes que no sabía si llorar o seguir amándola. Entrelazó sus piernas en mi cintura estrecha y me apretó hacia ella. No había más, la unión había comenzado. Echó la cabeza hacia atrás y yo seguía el ritmo que me había contagiado, lentamente iba al frente y atrás. Sus manos me recorrían la espalda clavando sus uñas de vez en cuando. El placer era psicológico. Era como el placer que sentiría el ciego al mirar la belleza del alba por primera vez.
Volvió a encoger las piernas y me puso los pies en el pecho empujándome hacia atrás hasta que quedé con el torso recto. Abracé sus muslos, los apreté con mis manos, sus rodillas me oprimían el cuello y las mordía suavemente. Su aroma me intoxicaba. Su suavidad me estimulaba. Su belleza me derretía.
Se levantó y quedó sentada sobre mí. Sus movimientos eran cada vez más fuertes. Sus piernas y manos me rodeaban. Solo podía echarme hacia atrás lo suficiente para ver sus ojos, sus labios entreabiertos y su cabello que bailaba de un lado a otro. Las fuerzas me abandonaron y me recosté. Ella seguía sentada en mí acariciando mi torso con sus manos mientras movía la cadera como si estuviera bailando una danza eterna y sensual. No dejaba de mirarme y me sonreía entrecerrando los ojos. Disfrutaba al verla en esa posición. Saboreaba ver cada movimiento de su cuerpo y como la luz se reflejaba en ella. Comenzó a apresurar la danza y sus gemidos eran ya más fuertes. Sus muslos apretaban mis costados cuando se inclinaba. No aguantaba más pero no quería que terminara ahí. Quería que ese momento fuera eterno.
Después de un rato no pude más y dejé escapar también un suspiro mientras apreté su cintura hacia abajo. No era suficiente. La tomé de los hombros abrazándola y la apreté más hacia mí hasta que sentí todo lo que Clair pudiera entregarme. No la dejaba ir mientras se aceleraba y sentía los huesos de su pelvis chocar cada vez más fuerte en mi. De pronto se detuvo, se dejó caer hacia atrás y la ayudé a recostarse como si no quisiera que su cabeza golpeara contra la almohada. Me hice hacia atrás y sentí que había dejado el lugar más maravilloso donde nunca había estado antes ni en mil vidas de antaño. Me recosté a su lado y se pegó a mí como si sintiera frio y quisiera protección. La abracé y sentí su cuerpo caliente y su respiración en mi cuello. Estuvimos en esa posición por mucho tiempo hasta que noté que respiraba muy suavemente. Estaba dormida y la realidad me golpeó bruscamente. Aproveché esa oportunidad para descubrir lo que se escondía en la primer puerta del pasillo.