La flor del desierto - Severus Snape Fanfic

20: Chica Errática

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La profesora Kerr también volvió de sus vacaciones y fue la encargada de inaugurar el trimestre en su clase de Ravenclaw y Slytherin. Comenzó la lección entregando los resultados del exámen pasado. No solo demostró que su animosidad hacia ella no había mejorado al decir frente a toda la clase que Lis no se había molestado en presentarse para rendir, sino que además de eso se tomó la libertad de explicitar la enorme T que le había marcado, manchando su preciado legajo de "estudiante estrella".

-Como ya que veo que todos, o al menos la mayoría, entendieron el programa del primer trimestre, avanzaremos con el resto de los temas que nos tocan en el temario.

A Lis no le fue bien en esa clase a pesar de que sabía realizar los hechizos que se pedían, y sintió los ojos de todas perforarla con intriga, lástima y sorpresa a diferentes partes. Se le revolvió el estómago cuando Kerr le lanzó una mirada penetrante y desdeñosa, y cuando el timbre sonó, salió disparada del aula, se escabulló rápidamente hacia el baño más cercano y vomitó en un retrete su desayuno junto con todas las pociones de esa misma mañana.

El resto del día fue un desperdicio total. Estuvo débil, con los músculos del abdomen adoloridos, su mente estaba cansada, y además de eso apenas consiguió aprobar una tarea de Cuidado de Criaturas Mágicas. Después de que se acabaron las clases a las tres de la tarde, tuvo que retirarse a dormir dejando todas las tareas sin hacer. Con el pasar de los días comenzó a tener la impresión de que la ilusión de mejoría que sentía por las mañanas al tomarse las pociones se drenaba lentamente de su cuerpo a medida que transcurrían las horas del día, como si se redujera su efecto con el tiempo.

Había tenido que transcurrir la primera mitad de enero para que, aprendiendo de sus errores pasados, acudiera por voluntad propia a Madame Pomfrey con la urgencia de sentir que no podría sobrellevar el dolor en su cuerpo hasta que llegara la dosis siguiente en la mañana.

La oficina de Pomfrey se encontraba en una puerta al final del pasillo de la enfermería. Cuando la encontró parada fuera esta la hizo pasar rápidamente, como si hubiera pretendido encontrarla allí en cualquier momento. Luego la sentó en una silla que a la vez que era mullida también la encontró desconcertantemente incómoda.

-Estás temblando, bebe esto -dijo la bruja antes de poner en sus manos un vial con una poción transparente pero en tono celeste.

Poción calmante.

Con agilidad, Pomfrey apuntó hacia su rostro con la varita. Lis hizo un esfuerzo por evitar estremecerse mientras un hechizo le lamía la piel con un destello amarillo. Luego le pidió que le mostrara la lengua, revisó su pulso y finalmente la forma en que sus pupilas estaban dilatadas. Pomfrey no tardó en dirigirse hacia la chimenea encendida con fuego.

-Oficina del Profesor Snape -exclamó Pomfrey al tiempo que arrojaba un puñado de polvos flú al interior de las llamas-. Profesor, lamento molestarlo, ¿podría pasar a mí oficina? Me temo que requiero de tu consejo. Tranquila, querida, el profesor Snape estará aquí pronto.

Pomfrey dijo aquello para tranquilizarla, pero era visible para los observadores ojos de la Prefecta su disgusto por tener que recurrir a alguien más para resolver un asunto de su propia especialidad, sobretodo de alguien que ni siquiera se especializaba en salud mágica.

Al principio, Lis no entendía porqué un asunto de salud suyo incumbía al profesor Snape en algún sentido... Entonces lo recordó: ella estaba maldita, y si bien la especialidad de Snape eran las pociones, su conocimiento y fascinación por las Artes Oscuras era probablemente incomparable con cualquier otro habitante del castillo. En el momento en que ella comenzó a verter el frasco con la poción calmante en su garganta, el mago en cuestión emergió de las llamas, con su capa negra que fluía a sus espaldas hasta absorber la habitación con su imponencia, desprovista de ni una sola mota de ceniza encima.